Capítulo 5: Compañeros

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Bueno, llevo unos cuántos días sin escribir en este diario, la verdad no era porque no quisiera, si no porque estaba un tanto ocupado.

Bien empezaré por decir algo muy importante, hace un par de días mamá llego muy entusiasmada, abrió la puerta rápidamente, ella tenía una gran sonrisa en la cara y traía muchas bolsas, todo esto pasaba mientras yo estaba sentado en el sofá de la sala, esperándole.

-¡Jack! ¡Hoy tendremos un festín!.- Dijo entrando en la cocina.

-¿Eh? ¿A qué te refieres mamá?.- Respondí mientras me levantaba y me dirigía hacia ella.

-¡A una gran gran noticia!.-

-¿Qué es todo esto?.- Dije curioso señalando las bolsas.

-¡Es lo que cometemos hoy!.-

-Mamá... Esto es demasiado... No tenemos suficiente dinero como para desperdiciarlo así.- Le mire molesto mientras le cruzaba de brazos.

-Ese es el punto mi niño, ¡He recibido un ascenso!.- Dijo mostrándome si carta de ascenso.

-¡Mamá eso es genial!?- Dije cambiando de actitud inmediatamente, abrazándola felizmente mientras le cargaba.

-¡Para! Me vas a marear...- Decía entre risas.

La cuestión por tal felicidad era porque, gracias a su nuevo puesto, ella recibiría más dinero... Eso es importante pero... Lo mejor es que ella pasará más tiempo en casa, podrá descansar y relajarse; ¡Incluso podrá volver a su vocación artística!. Esto me hacía muy feliz, ya que mamá deseaba volver a su arte y eso lo sé porque nunca tiro sus materiales y esas cosas.

Bueno, eso es en resumen lo que pasó con mamá, por otro lado, había reforzado mi relación con Sofía, ella es una chica muy genial, aún que es algo rara... Pero me agrada su compañía.
Pero, debido a su llegada a mi vida, al parecer las cosas han cambiado un poco... O mejor dicho yo he cambiado.

Era un día muy cálido, estaba en mi salón de clases, como siempre en una esquina, pero esta vez estaba esperando a Sofía ya que había salido a comprar algunas golosinas para ambos ya que habíamos adoptado una extraña costumbre de comer mientras hablábamos y jugabamos. Estaba sentado con mis audífonos puestos, perdido en mis pensamientos triviales mientras veía por una de las ventanas del salón. Todo marchaba como era lo habitual, hasta que de pronto una chica tropezó cerca de mi cayendo a un lado de mi, derramando su botella de agua sobre mi chaqueta. Esto me habría dado igual anteriormente pero ahora, por una razón que desconozco, en vez de ocuparme de lo mío y limpiar mi chaqueta, decidí ayudar a aquella chica.

-¿Estás bien?.- Dije con un tono de indiferencia.

-S... Si.- Decía la chica claramente adolorida.

-Ven, levántate.- Dije mientras la sujetaba de la mano y le ayudaba a levantarse. Ella solo me miró apenada y se puso de pie.

-Gracias... Veo que moje tu chaqueta ¿Puedo limpiarla por ti?.- Decía mientras jugaba nerviosamente con sus dedos.

-No te preocupes por ello.- Comencé a quitarme la chaqueta.

-Bueno al menos déjame ofrecerte algo para secarla.- Ella me ofreció un pañuelo, el cual sacó de un bolsillo de sus pantalones.

-Gracias, esto servirá muy bien.- Dije tomando el pañuelo, mientras me sentaba.

De pronto un par de chicas se acercaron a nosotros, riendo de una manera un tanto extraña.

-¿Ahora el raro es tu amigo? Ah es cierto, ni si quiera el quiere ser tu amigo.- Decía una de las chicas con una postura elevada sobre la chica.

Ella solo se limitó a bajar la mirada mientras guardaba silencio.

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