La casa con las puertas marcadas

8 0 0
                                    

Cuando mamá y papá compraron la casa, creyeron que los rasguños cafés en las puertas de las habitaciones fueron por algún perro. Aunque cuando hablaron con el agente de bienes raíces, les dijo que los dueños anteriores no habían tenido uno.

Mamá y papá reemplazaron las puertas. Pero se rindieron después de la tercera vez, pues los rasguños oscuros siempre regresaban a la mañana siguiente. Mis padres lo descartaron como algo relacionado con la calidad de la madera en el área. Papá dijo que ordenaría puertas nuevas en el exterior de la ciudad para fin de mes.

Pero yo no pude esperar tanto tiempo.

Una noche, decidí quedarme despierto y descubrir la verdad. Apagué todas las luces, me acosté en la cama viendo a la puerta y cubrí mi rostro con una sábana, dejando una pequeña abertura.

Todo se mantuvo en silencio por la primera hora después de las doce. Pensé en ir al baño poco después de la una, pero si decidía ir y asustaba a la cosa, entonces habría desperdiciado horas de sueño. Luché contra mi vejiga y esperé.

A las dos, escuché el primer ruido. Sonaba como si algo estuviese siendo raspado. Como si alguien en la habitación de al lado desgastara la puerta con un desarmador. Aguanté la respiración y presté atención.

Duró unos veinte minutos y, para entonces, tenía la certeza de que algo estaba ahí. Mi corazón latía con fuerza. Tenía ganas de salir corriendo, pero no sería capaz de vivir conmigo mismo a menos que supiera la verdad.

El sonido se detuvo y fue retomado en intervalos.

Pensé en ir donde mamá y papá, pero, a juzgar por las demás noches, nadie saldría herido. Fuera lo que fuera lo que provocara esos rasguños, solo estaba interesado en las puertas. Y si esperaba lo suficiente, quizá podría atrapar al responsable.

Mi paciencia se diluía con cada minuto que pasaba. Mi vejiga pulsaba, amenazando con explotar. Apreté los dientes y junté las rodillas.

Justo después de las tres de la mañana, el sonido regresó, y más cerca. Podía ver una sombra moviéndose en la oscuridad del pasillo.

La cosa, fuera lo que fuera, se detuvo a solo unos pasos de distancia.

Raspó la puerta de mamá y papá. Luego pasó a la mía. Preparé mi mano en el interruptor de la luz.

La criatura se enfocó en mi puerta; cada rasguño era como tiza sobre madera. Sonaba hambrienta, como si devorase las ranuras.

Mi corazón golpeaba mi pecho, oídos y el reverso de mi cabeza. Me quería mover, pero el miedo me retenía en mi sitio. La cosa oscura se desplazó por la alfombra, exhalando entre el sonido chirriante de la madera siendo raspada.

Era ahora o nunca.

Salté de la cama, encendí la luz y jalé la puerta, y luego grité en tanto retrocedía hacia la cama.

Eran mamá y papá quienes raspaban la puerta de mi habitación; sus uñas descubiertas, ojos inexpresivos y enunciando palabras insonoras

creepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora