Era una tarde de verano, como otro cualquiera. Cogí mi limonada y me senté en el porche a ver el atardecer, como de costumbre. Pero algo pasó por mi mente como una imagen fugaz.
Recordé cómo eran los veranos de algunos años antes. Había perdido el contacto con todo el que formó parte de mi vida en la adolescencia, sin ningún motivo en concreto, simplemente cada uno seguimos caminos separados. No recuerdo en qué momento exacto cogí el móvil, pero cuando me quise dar cuenta estaba buscando sus nombres en las redes sociales.
"Scott Brown ha aceptado tu solicitud de amistad" fue lo que apareció en la pantalla de mi móvil, e hizo dar un vuelco a mi corazón. Cuántos momentos habría pasado con ese chico: imposible olvidarlos.
Sin pensarlo dos veces decidí escribirle. He de decir que me sorprendió bastante su rápida respuesta y además la manera en la que lo hizo, dado que seguía tan agradable como siempre. Le pregunté si sabía algo del resto del grupo, recordé al pequeño Jake, a Debby y su hermano Otto, a Rose, a Axel...a Mia... Como mi mente siempre tiene ideas muy ingeniosas le pregunté a Scott que si le parecería bien que pudiéramos vernos todos en cualquier punto del país que nos quedase más o menos a la misma altura. Él me dijo que seguía teniendo relación con Axel, con Jake y con Michael y que se veían siempre que el trabajo se lo permitía. Yo de vez en cuando hablaba con Chloe o Rose, pero de Mia hacía años que no tenía ninguna noticia. La verdad es que fue una relación que me dolió mucho perder, porque era alguien que pensé que nunca faltaría a mi lado, aunque supongo que eso pensé de todos en algún momento.
Con esto de las nuevas tecnologías es muy fácil organizar encuentros, así que le di mi número a Scott y rápidamente hizo un grupo donde pudiéramos hablar todos por teléfono. La primera toma de contacto fue un poco caótica, dado que llevábamos tanto sin hablar que tampoco sabíamos muy bien qué decir.
Cuando conseguimos ponernos de acuerdo decidimos vernos en la capital, nuestra ciudad de origen, donde todo empezó.
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Hogar
AléatoireSe llamaba Emma Miller. Nunca había conocido a nadie que tuviera tantas ganas de comerse el mundo como ella y que a la vez pudiera tener tanto miedo de perderlo todo en el intento.