Salí de casa con las piernas temblando como si fuera un flan, casi no podía ni andar.
El bar donde habíamos quedado no estaba lejos, conecté los auriculares al móvil y empecé a andar hacia allí. Por cada calle que pasaba recordaba algo vivido, no podía evitarlo.
Cuando llegué al bar me acerqué a la barra, parecía que había llegado la primera, no veía a nadie conocido. Seguro que habíamos quedado aquí, ¿no?, ¡Ay madre! Que con lo despistada que soy a lo mejor me he equivocado de sitio, verás que me quedo aquí sol...
- Hola
- ¡Axel! – sin pensarlo salté del taburete en el que estaba sentada y le abracé - ¿Qué tal todo? ¿Qué tal el viaje? Madre mía, cuánto tiempo ha pasado...qué bien te veo – Emma deja de hablar, que la estás cagando desde el primer momento...
- Pues muy bien la verdad, no he tardado mucho en llegar. Yo también te veo muy bien. ¿No ha venido nadie más?
- No, acabo de llegar y no me ha parecido ver a nadie. Anda mira, justo, Scott, Jake y Michael vienen por ahí.
No sé cuántas veces abracé a los chicos ese día, lo echaba tanto de menos...
Así fueron llegando las chicas también, Chloe, Rose, Grace y Debby y Otto que vinieron juntos. Eran los únicos que seguían viviendo aquí, debía ser cosa de familia, ya que eran hermanos. Solo faltaba una persona por llegar: Mia. Creo que era por la que más nerviosa estaba. Se retrasaba demasiado, aunque bueno, por lo que me había parecido leer en el grupo era la que vivía más apartada y además venía en tren y a lo mejor este había llegado más tarde de lo previsto.
Según iba llegando la gente se pedía la bebida. El problema de ser la primera en llegar era que llevaba unas cuantas cañas más que el último en incorporarse y no quería dar mala imagen después de tantos años, pero el alcohol se empezaba a notar.
De repente se hizo el silencio, o al menos yo lo sentí así, porque creo que la única que se quedó sin palabras fui yo. Ahí estaba, Mia: tan patosa como siempre, chocándose con la pata de la mesa al llegar y tirando la mitad de los vasos que había encima. Los más cercanos la levantaron y cuando ya estaba de pie me miró y nos echamos a reír. Corrí a abrazarla y, como de costumbre, casi nos caemos. Menos mal que no fue así, porque para ella habrían sido dos caídas en menos de cinco minutos y se habría puesto colorada como un tomate. Algo se removió dentro de mí, ese abrazo me hizo volver a sentirme en casa.
La tarde se convirtió en noche y parecía que sería eterna. Teníamos tanto que contarnos... Debby y Otto vivían felices aquí, Jake no paraba de hablar sobre lo maravillosa que era su prometida, Mia vivía en el norte, había conseguido abrir su propio negocio de estética y le iba genial, Rose estaba esperando un bebé, Chloe había conocido a alguien también, pero querían ir despacio. Y yo solo me sentía la persona más afortunada del mundo por tenerles ahí en ese momento. Se me había olvidado el significado de la amistad, no había notado la falta que me hacían ni cuánto los echaba de menos hasta que los tuve a todos sentados en la misma mesa, riendo, siendo nosotros, los de siempre.
No tardaron en llegar los recuerdos de momentos pasados, como por ejemplo la temporada que pasaron juntos Scott y Mia o la que pasamos Axel y yo. Éramos muy jóvenes y las cosas no pudieron salir bien.
Esa noche, o bueno,mejor dicho, a la mañana siguiente, llegué a mi casa tan eufórica que no podíadormir, solo podía pensar en verlos al día siguiente. Sí, habíamos quedado envernos de nuevo dado que el domingo muchos se iban muy temprano y en algún momentotendríamos que despedirnos.
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Hogar
RandomSe llamaba Emma Miller. Nunca había conocido a nadie que tuviera tantas ganas de comerse el mundo como ella y que a la vez pudiera tener tanto miedo de perderlo todo en el intento.