Enfermedad

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Los tres gatos se encontraban en una cocina de paredes amarillas. La mesa central estaba ocupada por un plato con gofres recubiertos de chocolate y fresas, un par de cuencos y una taza.

Desde la radio se alzaba una voz que iba anunciando productos de limpieza y ropa de moda.

El padre gato se levantó y agarró una caja de cereales que se encontraban al lado de un cuadro, en la estantería. Desde allí, su esposa lo podía ver todo lo que ocurría en esa cocina.

El padre volcó algunas galletas con forma de pez en el cuenco de su hijo, y él empezó a cogerlas con las dos manos, intentando agarrar tantas como fuera posible y metiéndoselas en la boca de golpe.

Su padre le dio un beso en la frente y luego fue a sentarse, en el extremo derecho de la mesa.

El gatito empezó a jugar con una galleta, imaginando que era un avión. En ese momento, su hermana le quitó la galleta, aprovechándose de que él estaba entretenido, y se la comió.

-¡No se vale! - se quejó él.

Ella se rió y cogió una fresa, mientras su padre bebía leche en el otro cuenco.

Ella se rió y cogió una fresa, mientras su padre bebía leche en el otro cuenco

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La gata perseguía a su hermano por los pasillos de la casa, haciendo ruidos como si fuera un monstruo.

Empezaron a perseguirse por toda la casa, riendo, y en un momento pasaron por delante de una ventana.

Su padre se encontraba sentado en un banco cubierto, en el jardín. Tenía la cabeza gacha, y los ojos húmedos. Parecía totalmente desconectado de la realidad.

Los dos hermanos se miraron, y al darse cuenta de que pensaban lo mismo, sonrieron a la vez, cómplices.

Al cabo de unos segundos se encontraban con unas diademas de indio, con tres tristes plumas a un lado. Sus mejillas lucían dos rayas rojas horizontales, como pinturas de guerra.

Se acercaron en silencio hasta su padre, que, triste como estaba, no se enteraba de nada. Y entonces...

-¡GRAAA! - gritaron los dos.

El padre dio un brinco que casi rompe la tela que cubría el banco y los miró, entre sorprendido y desorientado, mientras la gatita empezaba a reír.

El padre salió corriendo detrás de su hijo, persiguiéndolo y gruñendo.

La hermana se quedó mirando, contenta de haber animado a su padre, pero de repente le entró un poco de tos, que le impidió seguirlos.

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Era de noche, y los dos hermanos acababan de cenar.

En su cuarto, el gatito jugaba con su muñeco, y la gatita esperaba pacientemente sentada en su cama.

Cuando su padre llegó, los dos saltaron al suelo y fueron hacia él. Cada uno lo cogió por un brazo y lo estiraron para que fuera con ellos.

Al final, para que aquello no acabase en una pelea entre hermanos, se pusieron todos en la cama del hijo, cada uno a un lado con el padre en medio.

Él les leyó una historia, como todas las noches, hasta que los dos acabaron dormidos.

El padre cerró el libro con cuidado de no despertarlos, pero su hijo abrió los ojos, parpadeando, y lo miró. Mientras, el padre miró un cuadro en la mesilla de noche.

En la foto, tomada pocos días antes del accidente, se veía la madre gata sonriendo, sin saber nada de lo que el destino le tenía preparado

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En la foto, tomada pocos días antes del accidente, se veía la madre gata sonriendo, sin saber nada de lo que el destino le tenía preparado. El padre se veía increíblemente feliz, y sujetaba al gatito a la altura de su hermana sonriente.

El gatito, al ver lo que miraba su padre, se puso triste, ya que recordó eso que ya no tenía.

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A la mañana siguiente, los dos hermanos jugaban con un cometa.

La gatita lo llevaba en la pata, y su hermanito iba corriendo detrás de ella, riendo.

Cuando se levantó más viento, la hermana cogió la cuerda del cometa para controlarlo más bien, pero de repente le entró otro ataque de tos.

No fue como el anterior, sino mucho más fuerte.

Cayó al suelo de cuatro patas, sin parar de toser, y el cometa salió volando hacia el cielo empujado por el viento, mientras el hermano, sin ver a su hermana, intentaba cogerlo.

Cuando el cometa desapareció de su vista, se giró y vio a su hermana tosiendo violentamente en el suelo.

Abrió la boca, pero no fue capaz de decir nada.

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Un rato más tarde, un médico examinaba a la gatita, mientras el padre tenía al gatito cogido.

El hijo tenía una cara triste, que contrastaba con la profunda preocupación de los ojos del padre.

Cuando el médico terminó de comprobar la respiración de la hermana se apartó de ella y la miró a la cara con atención.

Y de repente, debajo de uno de sus grandes ojos, apareció una grieta.

Y de repente, debajo de uno de sus grandes ojos, apareció una grieta

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Trois petits chatsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora