La última prueba

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(La canción de cabecera es la que suena en la prueba)

La luz del foco le golpeó los ojos. El silencio lo inundó todo antes de que el primer compás sacudiera los altavoces. Su cuerpo se dobló hacia atrás hasta que pudo tocar el suelo con la punta de los dedos. Ya no pudo pensar en los ojos que la estaban mirando cuando la canción rompió sus músculos y estos se movieron como si formaran parte de la melodía.

Aquella era la tercera prueba. Tras cada prueba el número de bailarines se veía mermado. Después de la primera prueba, solo quedaron la mitad de los que se presentaron. Fue un milagro pasar la segunda. El corazón de Mimi se rompería contra sus costillas de lo fuerte que latía de no ser porque ya lo habían roto antes de presentarse a este casting.

Pero ahora no podía pensar en eso. Se movió por el escenario tratando de ejecutar la mayor parte de los movimientos que le enseñaron en las academias de Los Ángeles. Las becas y todo lo que tuvo que trabajar para poder formarse tenía que servir para algo, después de todo. Aún recordaba los reproches de sus padres, pero sabía que fueron más por preocupación, porque ellos eran así y no querían que su hija malgastara el tiempo en ilusiones inalcanzables. Cuando superó la segunda prueba del casting, lo que la convertía en una de los cuarenta de los más de tres mil aspirantes, y llamó a su madre —pues a partir de ahí ya no se permitieron móviles para el resto de pruebas—, esta se echó a llorar emocionada y orgullosa. A Mimi le valía eso. Ellos simplemente querían que fuera feliz y que la vida la decepcionara lo menos posible.

En uno de los movimientos, levantó la cabeza y vio la cara de Vicky Gómez, conocidísima coreógrafa, con una tenue sonrisa en los labios y sin perderse cada movimiento que hacía. Verle los ojos la llenó de aquella confianza que le estaba fallando en ese momento y dejó que su mente se fundiera con la música. No solo era una oportunidad para dedicarse a lo que le apasionaba, sino que era la mejor oportunidad de huir lejos, de aquel lugar que se había llenado de fantasmas que no la dejaban tranquila.

Mimi bailó sobre el escenario ante la atenta mirada del pequeño grupo que estaba sentado debajo.

«And when you think of my body on yours, don't forget once I would've died for you...», versó la música en un momento. Y aquellas palabras le entraron como un puñal traicionero por el pecho. Por unos segundos, Mimi miró desconcertada hacia el grupo que la estaba evaluando. Fue como si de pronto se despertara de un sueño y recordara que estaba viviendo en una pesadilla.

Y siguió bailando, aunque su corazón se empeñara en recordarle por qué estaba hecho pedazos.

«I loved you... I loved you...».

No, mentira. Entre las grietas que se abrían paso dentro de su pecho, Mimi sabía que no «la amó», sino que todavía la seguía amando. Y cuando terminó el estribillo —y por suerte, la melodía que tenía que bailar—, Mimi cayó de rodillas y se dio cuenta de que llevaba casi toda la canción llorando.

—Muy bien, muchas gracias. Ya puedes irte y esperar —le dijo una voz masculina.

Mimi tomó una larga bocanada de aire, se limpió las lágrimas de la cara y se puso en pie sin pararse a mirar al grupo. Salió despavorida de aquella sala y esquivó como pudo todos los comentarios y miradas de sus compañeros. Llegó al baño jadeando. Vio los chorros de rímel alrededor de sus ojos en el espejo y se dirigió al lavabo para limpiarlos. No podía creer que se hubiera puesto a llorar en una de las pruebas más importantes de su vida, no podía creer que pudiese echar de menos a su ex en un momento como ese.

Se volvió a mirar en el espejo. Había estropeado por completo el maquillaje, aunque ya no le haría falta porque se había cargado también todas sus posibilidades. Ahora sí que tenía motivos para echarse a llorar, pero simplemente se encerró en uno de los cubículos y se quedó sentada sobre el retrete mirando nombres de desconocidos que había escritos en la puerta. Quizá estuvo más de media hora para reunir la poca dignidad que le quedaba y salir de allí hacia la sala donde estaban esperando el resto de compañeros que habían hecho la prueba de improvisación.

—Mimi, ¿estás bien? ¿Cómo te fue? —le preguntó una pelirroja que no recordaba cómo se llamaba.

—Muchos nervios —le dijo intentando disimular lo que le había pasado.

—Pues sí, tía, necesito valeriana en vena.

Mimi se rio sin ganas porque la otra chica se empezó a partir de risa y no quería parecer maleducada. Lo menos que tenía era ganas de reírse por ser imbécil y echarse a llorar en medio de un casting delante de un montón de gente importante. Ya podía empezar a despedirse de las pocas posibilidades que tenía de por sí para ir de gira por todo el mundo.

En ese momento, se abrió la puerta por donde Mimi había salido corriendo. Se hizo el silencio mientras la famosa coreógrafa salía de allí. La gente hizo un corrillo delante de la puerta y se quedaron pendientes de ella.

—Hola, chicos y chicas. Soy Vicky Gómez y, como sabréis, la coreógrafa de Aitana War. Habéis hecho una improvisación espectacular y la verdad es que tenemos bastantes dudas porque sois muy buenos todos. Así que hemos decidido que, salvo algunos casos que no nos han convencido, el resto pase una prueba más. —Vicky dio un par de pasos delante de los aspirantes y Mimi sintió un principio de infarto cuando la miró a los ojos—. Esta prueba va a consistir en otra prueba de improvisación, pero muy diferente a esta. Os iré llamando y pasaréis a una sala conmigo. ¿De acuerdo?

—¿Y qué tiene de especial? —dijo un chico que estaba un poco más atrás de Mimi.

—Ya os iré diciendo a cada uno cuando os llame. El factor sorpresa es parte de la prueba.

Se escucharon algunos murmullos y otros resoplidos. Mimi cerró los ojos y sintió su corazón golpear violentamente sus costillas. Seguro que se habían dado cuenta de que las emociones la superaron. Había hecho el ridículo delante de todo el equipo de Aitana War, nada más y nada menos. Ya podía estar pensando en el país que quería huir, aunque tuviera que hipotecar la casa de sus padres para poder permitírselo.

—Miriam Doblas. —Se le encogió el corazón—. Empiezo contigo.

Mimi se quedó mirando a Vicky Gómez durante varios segundos hasta que esta empezó a caminar hacia la puerta de la sala. Ni siquiera fue capaz de escuchar lo que decían sus compañeros cuando vio que Vicky se dio la vuelta para volver a mirarla. ¿Eso quería decir que seguía en la prueba, qué tenía otra oportunidad?

—Voy —dijo inmediatamente.

Contestó varios "gracias" a los compañeros que le desearon suerte antes de que Vicky cerrara aquella puerta y la alejara de ellos. Caminaron un par de pasos en silencio y después Vicky habló:

—Elige una canción —y le entregó una lista con diez canciones— y elige bien porque tendrás que improvisar ese tema.

Mimi agarró la hoja y leyó los títulos de las canciones. Algunas las había escuchado, pero otras no las reconocía o no se acordaba muy bien de la letra. Realmente no le importaba improvisar cualquier tema, incluso un paso doble —aunque ella fuera más de bailes urbanos— su único criterio iba a ser huir de cualquier canción sobre el amor.

—Esta —le dijo señalándola en la lista del papel.

Vicky se acercó para leer. Se fijó en que enarcó una ceja y estuvo un rato mirando el papel.

—Vale, ¿segura? —Mimi asintió. Aunque la canción fuera lo más rara que hubiese bailado, prefería eso que romper a llorar porque le recordaba a la gilipollas de su ex, aunque si era de Camila Cabello no podía ser tan rara—. Pues vamos que Ana está esperando.

—¿Quién es Ana?

—Pues Ana Guerra, Ana War, ¿quién si no? Esa es la sorpresa, lo improvisarás con ella.

Antes, quizá, fue una exageración, pero ahora sí que estaba sufriendo un principio de infarto.

Bailar entre tus manos ♫♪ // warmi fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora