Extraoficial

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Mimi no sabía muy bien qué era la bipolaridad, pero seguramente era parecido a ese día. Aquel día se estaba despuntando del aburrimiento y cotidianidad habitual, entiéndase como estar tirada en la cama viendo Netflix mientras se lamentaba por lo horrible y aburrida que era su vida. No tardaría en aprender que con Ana Guerra nada volvería a ser así de monótono y tranquilo.

Aunque sería más adelante, en ese momento, Mimi salía del probador. Ana estaba sentada en un sillón con una bolsa de guisantes congelados, que habían comprado en el Mercadona, pegada a la boca malherida. Bueno, ella, todo lo había comprado ella, porque Mimi de milagro salió vestida de su casa. Tuvo que arriesgarse a llamar a Carolina desde el móvil de Ana Guerra para avisarla de que su ex estaba en el piso.

Ana se puso de pie, se acercó y la miró de arriba abajo. La agarró de una mano y le hizo dar una vuelta para observarla mejor. Mimi, que era evidentemente más alta que ella, de pronto se sintió diminuta bajo la atenta mirada de Ana Guerra.

—¿Fue reciente? —Mimi la miró sin comprender—. Lo tuyo con esa chica.

Mimi tragó saliva. Los ojos marrones de Ana no se apartaban de los de ella y le estaba sujetando la mano y sus dedos eran suaves, cálidos; igual que la sonrisa que enmarcaba entre los labios.

—Hace algunos meses. Creo que un año —le respondió Mimi.

—¿Estabas enamorada?

—Sí.

—¿Todavía la quieres?

—No lo sé. Es... —Mimi titubeó un momento. La mirada de Ana se intensificó—. Todavía me duele, ¿quiere decir que todavía la quiero?

—No necesariamente.

—Pero ha pasado tanto tiempo...

Ana le apretó la mano.

—Nadie deja de querer de un día para otro. Si todavía duele es porque eres capaz de amar con una fuerza increíble.

Se quedaron en silencio. Los dedos de Ana se deslizaron sobre la mano de Mimi y esta se estremeció. Los ojos le ardían, pero no era por su ex, ni siquiera era por tristeza. Mimi no lo supo explicar. Se perdió en los ojos de enfrente hasta que rápidamente se apartaron de ella, igual que Ana.

—Este vestido está perfecto —le dijo mientras se sacaba el teléfono móvil del bolsillo—. Ahora iremos a un sitio para que te arreglen un poco... —De pronto levantó la mirada y se la quedó observando tan intensamente que Mimi se sonrojó.

—Ana, creo que todo esto es demasiado...

Y Ana se puso a escribir en el móvil mientras le hablaba.

—¿El café lo quieres con leche?

—¿Qué? —Mimi la miró perpleja, ¿no la estaba escuchando?

No, no la estaba escuchando. Cuando salieron de aquella tienda, fueron a un salón de belleza. Ana Guerra entraba por aquellos lugares como si fuera su casa. Y, de hecho, la recibían como si tal. Mimi vio de reojo en uno de los folletos que un simple tratamiento de cara costaba cien euros, así que entendía que la trataran con tanta cercanía. Cuando llegaron allí, las recibieron con café y unos pasteles y galletas. Entre eso y los masajes del cuero cabelludo, Mimi salió de allí como si la resaca y todo lo que vino después fueran productos de su imaginación.

Entraron en las oficinas de Universo Musical a algo cercano a las cinco de la tarde. Sin duda, el mote de altanera se lo tenía ganado a pulso la Ana Guerra. Cuando cruzó por el umbral de aquel edificio su sonrisa tímida y simpatía desaparecieron. Para Mimi fue imposible no contagiarse de aquel aire de seguridad y autodeterminación. Vio como en un momento Ana ladeó una sonrisa de orgullo hacia ella.

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⏰ Última actualización: Aug 07, 2019 ⏰

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Bailar entre tus manos ♫♪ // warmi fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora