Era la noche triste y fatigada,
por el cansancio del trajín,
dormía la carretera sobre la calzada, soñando en Caminantes todavía y fue la cita... Apareció callada.Ella, como visión de brujería...
Él, deprisa, surgió por la encañada, sombras mudas: ninguna se decía...De la ciudad, nimbada de misterio, llegado a los tañidos, del salterio urgían en el viejo monasterio.
Al fin, dijo él palabras sin sentido...
Y ella le contestó con un gemido.Y fugaron los dos rumbos al olvido.
Se apartan las sombras... Luego vino como un rey mago, el sol; trajo un tesoro de ascuas y rayos de Oro, Donando el orbe con su Don divino.
"¡Oh! ¡Padre! ¡Padre mío! Mi destino me impone un monasterio... Yo lo imploró..." Y... requiescat in pace... Clama el coro en el templo vecino.
Murieron ambos: él para la vida... No pudo resistir La cruel herida y para siempre fue su despedida.
Murieron ambos: tras tupido velo, ella sepulta su auroral anhelo, entre cenizas de oración y duelo...
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