10.

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Su mano tomó mi cuello y me haló hacia sus labios. Sentí como su otra mano apretaba mis nalgas mientras su boca devoraba la mía de una manera demasiado salvaje. Un beso así en cualquier momento me hubiera generado una pétrea erección, pero con ese maldito artefacto había una presión que no me dejaba excitar. El espacio era demasiado pequeño y el dolor muy incómodo para una zona tan sensible.

Sin embargo, no quise parar. No quería que sus labios se separaran de los míos.

Pero al final, todo lo bueno acaba.

Alice se alejó de mi boca y se recostó sobre la cama. Con un sutil movimiento de su dedo me ordenó ponerme de rodillas justo al borde, donde ella arrimó su culo y abrió esos deliciosos muslos, dejándome frente a frente con su entrepierna.

Gemí sin poderme contener al sentir el aroma que emanaba su calor y al ver la humedad en el pequeño encaje de su braga.

-Ahora, me vas a servir. -Asentí tragando saliva, ansioso.

-Sí, Ama.

-Lo harás muy bien. Porque mi placer es tu placer y estás para servirme.

-Sí, Mistress. Será un gusto. -Y lo era. Alice no se equivocaba. Estaba muy loco por volverla loca. Darle a su cuerpo placer, satisfacerla y hacerla feliz.

A pesar de que yo no iba a recibir nada.

Pero, sabía que, si ella se mantenía fiel a su trato, y si yo hacía otro tanto portándome bien, pronto estaría recibiendo algo de alivio.

El problema era que cada momento que pasaba, me sentía un poco más al borde, un poco más ansioso y adicto por ella. Por una necesidad que nunca había sentido, por el misterio de todo lo que ella podía darme, aunque nunca había tenido gran oportunidad de saber en qué consistía su pasión.

Pero quería saberlo.

Y me esforzaría como nunca.

Ese fue mi último pensamiento antes de ver por primera vez el coño más perfecto del planeta.

Si antes pasaba saliva, estaba seguro de que en ese momento babeaba como un idiota.

Completamente depilado, los pliegues no eran rosados si no oscuros, con los labios gruesos y la forma más suculenta del planeta... Y tan jodidamente húmedo que cuando mi lengua encontró su lugar más íntimo, me sentí bebiendo de Alice.

Ella gimió y luego gritó cuando succioné con fuerza, dispuesto a llevarla a un frenesí orgásmico que le fuera difícil hasta recordar su nombre.

Ella se sacudió sobre mis labios, halando mi pelo y enterrando mi cara en medio de sus piernas.

Suspiró cuando la penetré con la lengua.

Gruñó cuando la moví en su interior.

Gimió más alto cuando mis dedos la penetraron y mi lengua se concentró en batirse velozmente sobre su pequeño y duro clítoris.

Y mi ego de macho se hincho cuando al par de minutos, Alice estaba gritando, sus pechos no dejándome ver su rostro, pero si podía ver las convulsiones de su abdomen mientras se venía.

Lo hizo tres veces más, y supe que el resto de las mujeres que se vinieron en mis manos y mis brazos jamás podrían compararse al espectáculo jodidamente caliente que Alice me acababa de dar.

No importaba que para mí no hubiese habido nada.

Me encontraba plenamente satisfecho, al ver que después del cuarto y último orgasmo, Alice sólo podía temblar y respirar agitada.

Mistress (Libro I Saga D from Devotion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora