dos.

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Gerard había despertado en su oficina completamente desnudo y con el traje de Frank sobre su cuerpo como una manta. Lo tomó entre sus delgadas manos y aspiró el perfume del castaño, tan varonil y tan adictivo.

Se incorporó del sofá y tomó sus prendas, que estaban al lado de su sillón. Se las colocó y se dispuso a ir a la cafetería por algo de comer cuando se dió cuenta que su puerta tenía seguro.

Chasqueó la lengua pero no se molestó, según Frank, el seguro evitaba que entrara alguien y lo viera desnudo sobre el escritorio o sobre el sillón (o cualquier otra parte) donde habían estado follando.

Tocó la puerta repetidas veces hasta que escuchó pasos que venían hacia él. Se arregló el cabello y se aseguró de no tener semen en la ropa o algo así.

La puerta se abrió revelando el rostro risueño de Frank.

—¿Medidas de seguridad nivel Daddy?—preguntó Gerard al pasar por su lado.

—Ajá. Deberías agradecerme, probablemente Jared pudo entrar y violarte.—el mayor lo miró divertido pero se abstuvo de decir algo; no quería cagarla.

Frank por su parte trataba de no tirárselo ahí mismo. Su aspecto era realmente sexy, con su cabello alborotado y sus mejillas rojas junto con unos ojos verdes y brillantes. Gerard se miraba apetecible, a cualquier hora del día.

—Bueno, Daddy, iré a comprar algo a la cafetería. ¿Me acompañas?—lo invitó Gerard, rogando porque dijera que sí.

Frank hizo una mueca y dijo:

—Lo siento bebé, pero mi jefe es un tirano que me deja mucho trabajo.—Gerard soltó una carcajada.

—¿Acaso me dices tirano, Daddy?—hizo un puchero y lentamente se acercó al castaño, rodeando sus brazos al rededor del cuello del menor y suspirando cuando sintió que sus caderas eran sostenidas por unas fuertes manos.

—Sí, eres un tirano.—Frank le dió un beso en la nariz y Gerard como la caliente que era, bajó uno de sus brazos y presionó el bulto de Frank, quien gruñó.

Y con lentitud se alejó de él guiñándole un ojo, caminando en dirección a la cafetería. Tendría un castigo, estaba seguro.

Al entrar al comedor todos lo saludaron con respeto. Gerard a la vista de todos era intimidante. Un hombre apuesto, poderoso y exitoso a los ojos de las chicas y de hombres también. Alguien así de guapo no podía estar soltero ¡Claro que no! Pues los empleados contaban que al caminar al frente de la oficina, pueden escuchar a una mujer gemir. Si supieran que su "varonil" jefe es el que suelta esos gemidos de puta.

Gerard se decidió a ir a la barra de comida y tomó una dona junto con un café con azúcar y crema.
Creo que no hace falta decir que Gerard no es gran fan de la sana alimentación, más sin embargo no se excede demasiado, le gusta ser rellenito. Y a su Daddy le gusta tener de dónde agarrar.

(N/a: no piensen en el capricho de Gerard:'v (yo sigo teniendo pesadillas)

Pero básicamente no quería llegar a ser gordo. Con un suspiro fue a sentarse a una de las mesas y tomó un poco de su café sintiendo su lengua quemarse un poco. Dió un mordisco a su dona y dejó de masticar cuando unos ojos completamente azules captaron su atención.

Era Robert.

Gerard se puso rojo en seguida. Intentó limpiar la azúcar que estaba en las comisuras de sus labios y se sentó, erguido. Tratando de mostrar actitud desinteresada.

Bert le sonrió y se acomodó un poco su cabello rubio. Se encontraba sentado frente a él en el otro lado de la mesa.

—Hola Bertie, ¿Qué haces por acá?—saludó Gerard.

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2018 ⏰

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Little whore |frerard|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora