'El hijo de Jules'

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-Oh vamos.- Suspiré con mala gana. Aplisé mi vestido hacia abajo y corrí a abrir la puerta. Un hombre musculoso, alto y moreno habitaba bajo el lumbral de mi puerta.- Puedes pasar eh, hombre de las tinieblas.

-Soy Al.- Rió.- Debes de ser Holly Evans. Encantado de conocerte.- Se acercó y me tendió la mano.- Siento esto de meterme en tu casa por obligación, pero estoy comenzando mi carrera de cirujano y justo trabajo en el hospital que está a dos manzanas de aquí. Lo siento de veras, un par de días y me voy.- Se volvió a disculpar agachando la cabeza.

Me había dejado sin palabras, no sólo por como hablaba si no, por lo guapísimo que era. Con un cabello castaño que era medio láceo, medio ondulado.- Sí, esto... mm.- Me lleve la mano a la frente.- Te enseñaré tu habitación.- Dije riendo para disimular mi satisfacción.- A proposito, no me vendría nada mal un compañero de piso, si te quieres quedar, tengo una habitación y todo sería hablarlo.

-¿Ah sí? Pensaba que sería un estorbo, ya sabes, una chica guapa como tú tendría novio y esas cosas y no es muy agradable estar en medio de una relación.- Se llevó la mano a la nuca y sonrió.

-Por eso no te preocupes, en la única relación en la que te puedes meter es entre mi adicción con los zumos y yo, y no creo que cause ningún problema.- Me empecé a reír mientras abría la puerta de la habitación que actualmente utilizaba como despacho.- Y bien, aquí está, tienes una cama justo ahí, no es muy grande pero... No esperaba tener un hijo ni invitado ni nada de eso.- Reí.- Este escritorio lo desmontaré hoy en cuanto llegue de trabajar y lo pondré en el salón. Así tendrás espacio para poder trabajar. El armario es grande, pero de todos modos, el mio es enorme, si quieres dejar algo allí, puedes. Y nada más, el baño lo tienes en frente.- Sonreí y me acerqué a la salida de la habitación.- Ahora te dejo para que te instales.

-Oye Holly, enserio muchas gracias.- Sonrió y cerré la puerta.

Corrí a mi habitación para quitarme el maldito vestido que se pegaba a mi piel para ponerme unos pantalones cortos y una camiseta ancha, salí de la habitación con el iPhone en la mano y llamé a Leslie una y otra vez. Pero nada, no lo cogía.- Maldita sea, Leslie, ¿qué ocurre?- Dejaba como mensaje de voz.

-¿Problemas con tu mejor amiga?- Una voz masculina salía de mis espaldas.

-Sí, has acertado. Últimamente no doy pie con bola.- Solté una carcajada y caminé hasta la cocina.- ¿Qué quieres para cenar? He de decir que soy muy mala en tema culinario, lo mio es llamar al chino.- Ahora fue él, el que estalló en una carcajada mientras yo me mantenía seria.

-Yo si sé... ¿Qué quieres de comer?- Se puso un delantal de cocina que tenía de adorno y muy serio abrió un libro de recetas con la misma utilidad que el delantal.

-Está bien.- Reí esta vez.- Quiero una ensalada de pasta.- Seguí el pasillo hasta llegar a su habitación  y chasqueé la lengua para desmontar el ordenador. Quizá lo mejor sería ir al IKEA a por una mesa para el salón. Dejé el ordenador encima y me calcé unas converse blancas.- Vuelvo ahora.- Cerré la puerta con la cartera y las llaves en la mano.- Tengo que plantearme eso de comprarme un coche.

-¡HOLLY!- Gritó desde arriba.- Tengo un Audi aparcado delante de casa, es plateado. Llévatelo.- Me tiro las llaves desde el corredor de mi ático y al bajar al portal no tuvo pérdida estaba en frente. Un deportivo plateado. Me metí y me sentí como una súper famosa fuera de Inglaterra. Conduje temerariamente y llegué viva a la tienda. 

Recorrí todos y cada uno de los pasillos en busca de una mesa de trabajo blanca, hasta que dí con ella. Con la misma precaución llegué a casa y TARAAAAAAAN. Una mesa puesta y velas alumbraban la ensalada de pasta que ese maravilloso hombre me había preparado. Sonreí y la mesa de trabajo, con mis bragas incluídas, casi se me caen al suelo.

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2014 ⏰

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