La Primera Chica...

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... que me gustó (O que yo recuerde) fue Cecilia, una compañerita de la Escuela Primaria; la que se sentaba adelante del escritorio de la maestra. Creo que siempre me gustó, desde que la conocí en 1° o 2° grado; era una chica tan linda (Al menos para mi), de belleza clásica, rubia angelical, estudiosa e inteligente, de ojos claros... ¡La Chica Ideal para mi!

Y como estaba cegado con Ella, no podía ver a Silvina. Silvina era otra compañerita, que además vivía en mi mismo Barrio, y su Padre era Chapista; así que cada vez que mis Padres llevaban el auto, yo la veía. Según mi Madre y un par de compañeritos chismosos: Yo le gustaba a Silvina. Ella era dulce y buena, de oscuros ojos y negros cabellos, pero No me atraía (Yo era un Crío, recuerden eso). Y sentía que Cecilia... ¡Era todo lo que Quería!

Me esforcé en caerle bien, pero nada resultaba (Ni me registraba). Cecilia parecía darle bolilla solamente a su compañerita de banco y amiga; Laura. Pero hubo un factor negativo, que en vez ser castigo como pretendía; fue para mí como un milagro divino. Sucedió que yo hablaba (Demasiado), con mi amiguito compañero de banco, entonces mi maestra para solucionarlo... ¡Nos intercambió de lugar a ambos! Desde ese día, mi amigo se sentaba con Laura ¡Y yo con Cecilia!

Y sepan (O recuerden) que en aquella época éramos casi los únicos que se sentaban juntos, siendo varón y nena, en un mismo banco. Yo admiraba la inteligencia de Cecilia, y tenerla a mi lado, era una suerte de Cupido. Me fui enamorando (Tanto como un chico de esa edad puede enamorarse), y en los recreos le contaba a mi amiguito todo lo que me gustaba de ella... ¡Y cuanto!

Cuando ya sentía que no podía contenerme más; que tenía que decirle a Cecilia la verdad de lo que me pasaba... ¡No encontraba como hacerlo! Me daba mucha vergüenza decírselo abiertamente, y mi amiguito me aconsejó escribírselo en un papel. Y me pareció una buena idea.

Escribí una de esas frases típicas que todos escriben... "Tus ojos son dos luceros..." o algo así, la verdad no recuerdo, estaba muy nervioso y me tembló el pulso de un modo horroroso. El caso es que le escribí una nota confesándole mi amor (Mi primer Amor) y se la dejé dentro de su cartuchera, durante un recreo. Entonces sonó el timbre, todos volvían al aula, y yo estaba que no podía respirar. ¡Sentía esa frenética adrenalina que genera el Incierto, al mezclarse con la Esperanza y la Ansiedad! De repente, sentí que no podía estar ahí, a su lado; cuando ella leyera aquellas dulces palabras... Así que me escapé y me senté con mi amiguito, en otro banco al fondo del aula. Todos tomaron sus asientos, y Cecilia también.

Entró la maestra, y Cecilia encontró mi conmovedora confesión de Amor Sincero.

Ilusionado a más no poder, la observé leer cariñosamente tal devota nota redactada por mi cándida mano; la vi apreciar cuidadosamente, trazo a trazo; aquellas ingenuas palabras, sobre ese frágil recorte de papel encorazonado...

Idolatrada Cecilia; como un ángel puro de blanco delantal en cabal misión de atenta misiva celestial, se paró cual si flotara más allá de su banco... Y se acercó lenta hasta mí. Allí sucedió entonces lo que ningún imaginar jamás pudo haberme anticipado, había yo durante quizás un año sumido en insomnio; soñado con aquel momento ¡Con el ansiado dulce primer encuentro, de nuestros suaves labios!

Y a la vista de toda la sorprendida expectante clase, incluyendo a la reclamante maestra, solicitando a gritos orden para repasar lista; mientras todos la observaban, porque Cecilia era la alumna del banco de adelante ¡Ella nunca iba al fondo del aula! ¡Ni por dictamen de la Directora, ni por exigencia de nadie! Pero por mi lo hizo...

Lo hizo para despedazar en mil partes aquel ridículo papelito que fue fría y amargamente aniquilado, víctima de mi arrojo por decirle lo que sentía; y cuanto de su ser, estaba enamorado.

A modo de fin de la inexistente conversación, como si tal acto sublime en crueldad indicara el cierre abrupto del hiriente telón; me tiró en la cara, sonriente con delicada cordial maldad, cada resto cadavérico de mi confesada auténtica verdad. Y cayó fatal sobre mí como una alegre lluvia de confeti, como si acaso celebrara temprano la llegada del Carnaval.

Me obsequió seria antes de darme la espalda, una calculada mirada de origen incierto, que casi diría expresaba (o intentaba) pretender Indignación; y sin más volvió triunfal, como si nada; a su asiento, a su estudio, a su inmaculado pedestal... A su herir mortal, al decir: " Ehm... ¿En que estaba?".

Cecilia y yo no nos sentamos juntos nunca más. Y creo que busqué a Silvina con la mirada ese día, y al verla me sentí un tarado. La vergüenza que pasé, me grabó con fuego cruel en el alma: "Nunca vuelvas a hacer algo tan osado, si te hubieras quedado en el molde; Nada hubiera pasado".

¿Qué cómo se asimila todo esto a los 7 años? Bueno, pienso que yo me convencí de que esta experiencia decididamente me había traumado; o al menos un par de (o tres) cosas útiles, me había fatalmente enseñado:

1_Que no estaba bien escribir.

2_ Ni anhelar así a la chica linda del grado.

Y 3_Que no debí ignorar a la compañerita de pelo negro largo, que me había querido desde siempre... Y yo jamás la había notado.


El Amor No Ex(ch)isteWhere stories live. Discover now