Existen muchas teorías que explican el origen del universo: hay quienes lo atribuyen al ámbito científico, otras a algo religioso y también existen a aquellas personas a las cuales sinceramente no les interesa saber.
No hay, a la fecha, una explicac...
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Las cosas marchaban bien.
Lunae había partido a Marte a... resolver una especie de conflictos internos en esa zona, dejando en el Palacio de la Noche a Stella, su fiel conejo Lepus y un puñado de sirvientes que pudieran atenderla. Pequeño detalle, en dicho palacio también estaba el Rey Sol.
Segundo gran detalle, Stella no tenía buena relación con el Rey Sol.
La susodicha no solo eludía a la máxima autoridad, sino que también cuando ya no tenía más alternativa que darle frente, comenzaba a actuar nerviosa y un extraño miedo y frialdad le pasaban por el cuerpo; era irónico, si se lo preguntaban, el Rey Sol no solo era cálido y transpiraba vitalidad, si no también tenía esa especie de fuego la cual podía consumirte cuando menos te dieses cuenta.
Sintiéndose sola, Stella pidió a los sirvientes que colocaran la escalera que la llevaría hasta la luna. Claro, como está ya estaba en órbita, Lunae le había mandando hacer una escalera 'para que disfrutara de la magnificencia de la Luna. El tramo era largo, frio y daba miedo, el riesgo a una caída era alto y más si presenciabas el basto vacío al cual podías caer si resbalabas, sin embargo, Stella siguió subiendo, impulsada por las escasas estrellas en el cielo hasta llegar con cansancio al último escalón de la escalera.
Esta era la parte más difícil, resulta ser que ni siquiera todo el material que existía en el reino de Lunae era suficiente para llegar hasta los pies de la luna, por lo mismo, debía de ponerse de pie en la última plataforma y de ahí, dar un gran salto y comenzar a escalar hasta la cima.
― ¡No! ― El grito de Stella le desgarró la garganta, su fuerza no fue suficiente y ahora las lágrimas brotaban de sus ojos. Estaba al borde del abismo. Sus uñas estaban enterradas en el borde y en cualquier momento ya no podría sostenerse ― ¡Por favor! ¡Ayuda!
Y justo cuando sus fuerzas le fallaron, una calidez la sostuvo, le cargó y la dejó encima de la enorme luna. Cuando la joven miró a quien le había rescatado, grande fue su sorpresa al mirar la frialdad habitual en los ojos de Rey Sol.
― ¡Su majestad! ― Gritó cayendo hacia atrás por la sorpresa.
El Rey le miraba impasible, pero había cierto sentimiento desconocido que parecía pasar por sus ojos.
― Considera esa como mi disculpa ― Dijo el Rey sostenido su cetro ― Sé que no te he tratado bien y eso no ha sido justo de mi parte.
Un silencio incomodo se acentuó entre ellos; Stella ya se había puesto de pie y ahora observaba al Rey.
― Discúlpeme el atrevimiento, majestad... Pero algo me dice que usted no está aquí solamente para... mirarme...
― Y estás en lo correcto: he venido a maldecirte.
La sentencia fue rápida, mordaz y venenosa. Stella sentía como el miedo comenzaba a paralizarle y el sudor frio a formársele en la cien.
― ¿Qué...?
El Rey Sol avanzó hasta quedar frente a ella y apretó con su mano derecha el delgado cuello de la chica. Stella podía ver su propio reflejo en los ojos del Rey, ahora de color naranja oscuro, resplandecer con odio y pasión ardiente. Comenzó a patalear rápidamente, ahogada a cada segundo por el miedo, golpeando con todas sus fuerzas la fuerte mano del Rey. Con su mano izquierda, el Rey Sol giraba su cetro y lo acercó hasta el corazón de Stella, donde lo apoyó y dijo una serie de palabras rápidamente en un idioma antiguo antes de la creación.
El cetro brilló con luz dorada y los ojos del Rey se abrieron con horror.
― Yo... No pude quitar el fragmento del corazón de Lunae que está dentro de ti...
Stella cayó al suelo, tosiendo fuertemente y con la mirada desenfocada.
― Eso es porque...
― ¡Yo amo a Lunae! ― Grito Stella sosteniéndose el pecho― ¡Ella me dijo que si yo la amaba, siempre tendría su corazón conmigo! ¡Yo la amo y ella me ama!
El grito de Stella hizo al Rey dar un par de pasos atrás asustado; la situación había cambiado demasiado rápido para su gusto. Arriba de él, el pequeño cúmulo de estrellas parecían pulular recordándole la razón del por qué estaba ahí. El Rey Sol, no Soleil, seria ahora quien se haría cargo de la situación.
― Entonces ― Anunció Soleil avanzando enojado― si insistes en que tu final sea igual que esos miserables ― Señaló las escasas estrellas arriba de ellos― Quizá pueda hacer tu existencia aún más miserable.
― Yo, Soleil, te condeno a pasar tus días en este lugar...
Stella gritó asustada, su pecho dolía y sentía como si se quemara por dentro.
― Confinada a observar desde este astro a la persona que más amas...
Tenía tanto miedo, todo daba vueltas, los colores se movían y se sentía inútil...
― Tu alimento será la misma luna... y tu guardián ― De su larga capucha sacó a Lepus, el conejo de Lunae que ahora se encontraba dormido― Un ilustre conejo, que será tu sombra...
Las lágrimas ya escapaban de sus ojos...
― Lunae, por favor, perdóname, soy tan débil, tan inútil... Perdóname por no estar a tu lado...
― La causa de tu castigo...
― Perdóname, por favor, perdóname, pero yo...
Y Soleil sonrió, sabiendo que lograría su cometido.