uno; lejos, lejos lejos

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El viento sacudía el cabello de ambos muchachos en su camino hacia el sur; los árboles a su alrededor se agitaban; sus hojas verdes, anunciadoras de que la primavera que venía en camino a instalarse definitivamente, crepitaban a la son de la brisa; a lo lejos una ciudad que comenzaba una segunda vida tras las siete de la tarde, y el sol hace tiempo ya había ido hacia alguna parte hacer su trabajo, quedándose la luna y las estrellas como protagonistas.

Para Jungkook, todo esto era un escenario de lo más reconfortante en lo caótico de la vida, de sus preocupaciones. Para Taehyung, en cambio... la tranquilidad le resultaba en esta ocasión sobrecogedora. No podía estar quieto, no podía parar de mover las manos, y todo estos sonidos que resultaban tranquilizantes para Jungkook, a él no hacían más que retorcer sus tripas, y se encontraba desde hace rato esperando y esperando... ¿a qué? No lo sabía realmente. Quizás si continuaba haciendo lo que hacía ahora, es decir, arrancar y arrancar pastitos con sus manos, lo sabría en un punto. Quería creer eso, que las cosas se le presentarían por acción divina. O quizás era que no quería reconocerlo, que se negaba ante la posibilidad de ser tan débil ante los hechos. O ante el muchacho a su lado. No quería pensarlo.

Así y todo, en el fondo de su mente seguía esperando como un perro fiel a que algo, cualquier cosa, sucediera. El viento lo estaba anunciando, las estrellas en el cielo que parecían burlarse de él lo anunciaban también: algo debía (o más bien, tenía que) suceder.

Pensaba en aquello cuando Taehyung notó algo extraño en el cielo. Parpadeó varias veces, pero lo que estaba viendo era completamente real.

—¡Jungkook! —lo sacudió por el hombro, y apuntó hacia el cielo estrellado. Jungkook abrió los ojos en un instante, sobresaltado. —¿Puedes ver eso?

Taehyung estaba señalando una figura de forma extraña que flotaba sobre ellos, avanzando a gran velocidad. Se asemejaba a la forma de un rombo, o quizás de un diamante, pero que se veía de tamaño mediano debido a la gran altura a la que se encontraba el objeto. Brillaba con diferentes colores en las esquinas que parpadeaban continuamente, por lo que se fundía con el cielo cada vez que las luces se apagaban, volviéndose uno con las estrellas. Aparecía, desaparecía, aparecía y desaparecía. Se formó un silencio entre los chicos mientras veían a... lo que fuera volar sobre sus cabezas en dirección a la ciudad.

Si de algo estaban seguros, es que nunca habían visto nada igual.

—¿Qué es? —preguntó Jungkook, arrugando el ceño; el extraño objeto cada vez se iba alejando más y más.

—No lo sé, ¿quizás un OVNI?

El mirador de la ciudad, que en realidad, no era más que un prado cuyo nombre se le había asignado por estar en una cima a las afueras de la ciudad, entregaba una vista total de ésta. Los chicos estuvieron gran parte del otoño e invierno visitando este lugar una y otra vez, tanto que desarrollaron el sentimiento de pertenencia. Este lugar era de ambos; los dos lo habían contemplado por días y días, ya sea sentándose a ver las edificaciones o viendo sus hojas pasar de verde a amarillo, caerse y desvanecerse, y ahora nuevamente nacer verdes. Sin embargo, lo mejor eran las noches en este lugar: quién quiera que fuese durante la noche quedaría ensimismado mirando las luces parpadeantes de una ciudad que no duerme.

Pero la verdad sea dicha, a Taehyung no le podía importar menos la ciudad, o lo que sea que haya visto en el cielo, no ahora, no cuando el otro muchacho se encontraba a tan corta distancia de él. Él seguía esperando, nervioso, avergonzado, sentado junto a Jungkook en el pasto; seguía esperando un suceso, un toque, un encuentro.

Jungkook, por otro lado, no pudo evitar reír por la idea.

—¡Nah! No puedo imaginar algo así ocurriendo, ni aunque quisiera. 

Taehyung sonrió ligeramente observándolo con atención. Observó su nariz pequeña y recta, el brillo nostálgico que parece no querer abandonar sus ojos, la forma en que los mismos se achinaban al reír, y esos (malditos) labios rosas, labios que parecían instigarlo a... en fin, Taehyung se moría una y otra vez por él, por Jungkook, y cada día de salía más de control.

-Sería increíble, como una película. -musitó, saliendo de aquel trance y desviando la vista hacia la dirección por la cual el objeto desapareció.

El silencio se posó sobre ellos, Jungkook de repente mirando el horizonte dubitativo, y se mordió la uña del dedo pulgar.

—Pero... —Jungkook se detuvo. Taehyung apenas tuvo tiempo de preguntarse por qué, ya que segundos después lo descubrió con una sensación electrizante: el chico de cabello castaño había dado un paso más cerca, sus dedos meñiques ahora tocándose tímidamente, como pidiendo permiso por lo que estaba haciendo. Y la verdad, tenía permiso hasta para un millón de cosas más. —¿Y si el mundo se acaba?

El corazón de Taehyung se llenaba una vez más de esa sensación molesta, comenzaba a esperar nuevamente por algo.

—¿Qué harías si se acabase?

La esperanza no se iba, no lo iba a dejar tranquilo jamás.

Y lo peor de todo es que Jungkook era cruel. Aunque Taehyung se repetía a sí mismo dejar de permitir esto, era débil, muy débil. Su mente y sus sentimientos parecían querer trabajar separadamente. Él sabía bien lo que era bueno para él: sabía que, si se alejaba de Jungkook, si dejaba de caer en sus redes, su mente y su corazón estarían bien. Él estaría bien, y al igual que las hojas cayeron en otoño una vez, secas, marchitas, no importaba porque con el tiempo volvería a nacer. Y deseaba ser una hoja, pero no podía, pues cada vez que Jungkook tomaba la delantera y lo tocaba, (o a veces, incluso se besaban, y se besaban, y se besaban), él no hacía más que rendirse. Es difícil no hacerlo, ya que por primera vez, perder se sentía mucho mejor que ganar.

Y ahora sus manos se tocan, el pulgar de Jungkook generando círculos imaginarios en la mano de él, y Taehyung no podía más que molestarse por pensar que le gustaban sus manos; manos cálidas que quieren decir algo, cosas que no son ciertas, que nunca lo han sido.

—¿De verdad quieres saber? —susurró, mirando a los ojos de Taehyung.

Taehyung, en cambio, pensó que estaba cansado.

—No, no quiero saberlo. —contestó tajante. Se esforzó por mantener su voz plana: —Ambos sabemos que hay alguien que espera por ti todos los días, ¿no es cierto?

Jungkook desvió la mirada, sin contestar.

—Lo sabía. —Taehyung sentenció. Se levantó, sacudiéndose. Esperando que sus ojos no lo delataran, no revelaran esas lágrimas entrometidas, lo observó. No obstante, siguió sin recibir respuesta alguna. Jungkook parecía estar un mundo más distanciado que él, se encontraba lejos, lejos, lejos, y a él le dolía, por supuesto que le dolía; así y todo, se sentía tan fatigado que ya no importaba. —Nos vemos, entonces.

Lo observó por última vez, la cara tensa de Jungkook, aquellos labios fruncidos en una expresión que, en cualquier otra ocasión, habría tratado de dilucidar. No ahora.

Suspirando, comenzó a caminar y murmuró para sí mismo:

—Si el mundo no se acaba.

En la distancia, un hogar cualquiera acostumbraba a esa hora ver las noticias de la tarde. Sin embargo, esta vez se encontraban presentando algo inusual, tanto, que toda la familia se reunió a escuchar lo que el periodista trataba de comentar, aunque él mismo se hallase sin palabras: un OVNI (objeto volador no identificado) había caído de improvisto en el sector este, casi saliendo de la ciudad, ocasionando el choque de varios vehículos y el corte de una carretera. Una gran multitud se encontraba rodeándola, pues el estruendo no había sido poca cosa y los agentes policiales, al igual que bomberos, se encontraban en camino a la zona. Habían heridos, pero no se había hecho ningún recuento hasta ahora del total. Por sobretodo, reinaba la incertidumbre.

Más tarde, las noticias serían censuradas por el gobierno.

Ante toda expectativa, algo había pasado.





el día en que llegaron | vkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora