cinco; la calma

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No supo en qué momento, ni debido a qué, pero estaba despierto y miraba el techo, que estaba aún sumido en ese azul grisáceo tan característico de las mañanas, justo antes del amanecer. Aproximaba, entonces, que probablemente era alrededor de las seis o siete de la mañana. El silencio en la habitación era casi absoluto, siendo interrumpido sólo por la respiración de Taehyung a su lado: lenta, constante, reconfortante. Sentir su calor, su cálida respiración a su lado, ese suave silbido que salía de entre sus labios, y también el silencio de una ciudad que parecía dormir en estas horas; todo aquello lo hacía sentir extrañamente pleno.

Se volteó, quedando frente a frente del muchacho que dormía con su boca entre abierta ligeramente, en una pose casi como si se estuviera acurrucando. Su piel acaramelada, sus labios gruesos y rojos, o sus largas y tiernas pestañas, Jungkook lo observaba todo detalladamente, como si nunca antes lo hubiera hecho. No sabía por qué (¿o quizás era que no quería pensar en el por qué?), pero le parecía importante atesorar un momento como este en su corazón, y le pedía a cualquier cosa, a quién sea que se encontrase escuchando sus pensamientos, que por favor, por favor, nunca le quitasen este momento de su memoria. Era importante, más que importante: sentía que nunca había estado tan unido, tan en casa, como se encontraba ahora, frente a Taehyung.

Pensaba que había algo místico en dormir con alguien, de la forma en que Taehyung y él lo hacían: no se trataba de cualquier acto banal de dormir con alguien, de compartir lecho con el fin de descansar el cuerpo, no, sino que era algo más profundo que eso. Es algo que trasciende cualquier barrera de desconfianza, de temor ante el mundo. Pensaba en que, cuando ellos dormían juntos, cuando él se dormía sin darse cuenta en el regazo de Taehyung, o incluso el mismo de hecho verlo frente a él, su piel tersa y libre de cualquier arruga de preocupación, era lo más precioso del mundo, pues significaba que comprendían que estaban libres de cualquier inseguridad o miedo que pudiera haber entre ellos. Pensaba que se entregaban completamente, siendo esto como poner las manos al fuego, o caminar por una cuerda a gran altura, confiando en que todo estaría bien, aun si no tenía certeza de aquello.

Sí, tenerlo a su lado le hacía pensar que todo estaría bien, incluso aunque ahora fuera Taehyung quién dormía tan apaciblemente, tan vulnerable... Jungkook sintió que su estómago se contraía de amor por él, tanto que resultó hasta alarmante.

Acercó su mano tímidamente a su rostro, tocando su mejilla suavemente con sus dedos. El muchacho suspiró profundamente, por lo que en reflejo, retiró su mano rápidamente. No quería despertarlo realmente, sino que quería observarlo un poquito más, quería disfrutarlo de la forma egoísta en que ahora lo hacía, quería contemplar el arte de la obra que estaba junto a él. Aunque suponía que las obras de artes no deberían ser tocadas, de la forma en que él ahora pasaba sus dedos ahora suavemente por su pelo: lacio y suave, y que siempre tenía ese aroma tan característico entre champú y su propia esencia.

El silencio se vio tenuemente interrumpido por una sirena, lo suficientemente lejos como para no acabar con el sueño de Taehyung, pero lo suficientemente cerca para que Jungkook contuviera la respiración ligeramente, y congelara todos sus movimientos. Por unos segundos, se vio absorbido por el fascinante, y a la vez, terrible sonido: un sonido que ponía los pelos de punta, un sonido que recordaba la gravedad de los sucesos que pasaban, un sonido que hacía a toda la humanidad estremecerse.

No era lo que quería, pero se vio obligado a despertar a Taehyung cuando se aferró a él, apretujando su cara entre su pecho. Respiró hondamente su aroma, cerrando los ojos, mientras que Taehyung se incorporaba para hacerle un hueco más cómodo entre sus brazos. Gruñó somnoliento, y murmuró roncamente: —¿Qué sucede?

  —Sólo quería estar más cerca de ti.

Taehyung presionó suavemente sus labios en su cien, antes de respirar hondamente y sumergirse en su sueño nuevamente. No parecía oír la sirena, o quizás, la ignoró. Jungkook no podía saberlo con exactitud, y deseó, por su parte, poder tener esa habilidad de dormirse fácil, de la misma forma en que lo había hecho él. Por lo menos, pensó, estaban juntos allí, acurrucados, compartiendo y sintiendo el calor que emitían ambos cuerpos, y si cerraba los ojos y se enfocaba en ello, dejaba de escuchar la exasperante sirena, para dar paso al sonido de los latidos del corazón de Taehyung.

Imaginaba a todos esos hombres armados marchando a un futuro del cual nadie tenía certeza alguna; un futuro que, esperaban, albergase alguna esperanza incluso para los más desesperanzados; un futuro para cientos de familias, de amantes, de personas que de repente se sentían chiquititas en lo vasto del Universo, que se daban cuenta de lo frágil que era el orden en su vida; o por lo menos, un futuro y ya. Nada más, ni nada menos. ¿Habría alguno? Seguro que sí, incluso si fuese un futuro sin la humanidad, habría algún futuro para los Visitantes, pese a que él no podía imaginarlo. De todas formas, deseaba que fuese el caso contrario lo que sucediera: que los hombres marchantes fueran valientes y dieran lo mejor de sí, al igual como lo habían sido los días anteriores cada vez que la sirena anunciaba un posible avistamiento de Visitantes cerca, y no tuvieran más opción que tragarse el miedo, y caminar, caminar, caminar.

Su estómago se hacía nudo cada vez que pensaba que podría ser él quien estuviese marchando, por lo que sacudió su cabeza, aspirando hondo y enfocándose nuevamente en los latidos de Taehyung, y aun más, su aroma. Se daba cuenta que no tenía ningún sentido reflexionar en torno a estas cosas, o esperar cosas que sabría alguien si ocurrirían, por lo que decidió relajarse y disfrutar el ahora. Trataría, al menos.

En días como esto, de lo único que podía aferrarse era del presente, y en este presente existía Taehyung.

  —Oye... —murmuró el muchacho repentinamente, su voz adormilada y ronca, enterrando la nariz en su cabello. Sus manos comenzaron a acariciar su espalda, lento.—Está todo bien.

Jungkook asintió ligeramente, cerrando aún más el nulo espacio entre ellos.

  —Sé que pasa por tu cabeza, pero confía en mí, ¿sí? —continuó junto con una voz suave. —Está todo bien. Estamos bien.

Se incorporó como pudo, buscando la cara del muchacho. Jungkook observó su cara adormilada, y se sonrojó al darse cuenta que actuaba como un niño asustado que necesitaba consuelo, por lo que rehuyó su mirada. Sin embargo, Taehyung era insistente y no tuvo más opción que devolverle la mirada, sintiendo el calor esparcirse por sus mejillas. El muchacho lo observaba atentamente, casi como si quisiera esclarecer su corazón, depurarlo de cualquier contaminación, de cualquier miedo que haya tratado de apoderarse de él, y de alguna manera, funcionó. Aquellos ojos marrones que siempre lo miraban con atención, pero por sobretodo, con cariño, siempre eran capaces de calmar la tormenta dentro de sí.

Lo besó suavemente en los labios, queriendo abstraerse en el acto. Lo besó, y fue como una promesa que trataba de deshacerse de cualquier miedo, una promesa que esperaban, los mantendría a salvo. Ya no sólo se tenían a sí mismos, sino que la promesa viviría a su vez con ellos, y les daría esperanzas cuando se sintieran inseguros, cuando la lluvia arreciara, y titubearan sobre dar un paso más. 

Un paso más daban a su vez, no tan lejos de allí, los miembros del ejercito de Corea. Se dirigirían prontamente a lo que esperaban no fuera más que otra falsa alarma de avistamiento, y al igual que ellos, cada uno tenía su propia promesa en su mente y corazón, aferrándose tercamente a ella. En cada paso de la interminable marcha necesitaban asegurarse de que estuviera allí, con el fin de no desfallecer en lo que es esta guerra de probabilidades, que gira en torno al todo o nada. La necesitaban, más que cualquier cosa, necesitaban aquella promesa.  

Un paso más, y otro, y otro, y aquello recién comenzaba.

Ojalá pudieran saber, por lo menos, si era el principio del fin.





el día en que llegaron | vkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora