Capítulo 1: Y entonces te vi

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Raoul mira su reloj de pulsera con inquietud. Aún faltan diez minutos para la hora señalada, pero ha llegado pronto porque no le gusta hacer esperar. Y está nervioso, para qué mentir. No es la primera vez que utiliza el nuevo sistema de emparejamiento, y la anterior fue... complicada. E increíble. Si, esas son las mejores palabras para describir aquellas tres semanas de verano que pasó en una playa junto al chico más atractivo que ha visto en toda su vida. Complicadas, increíbles y se han quedado en el pasado. Porque así funciona el sistema; un pequeño aparato llamado "tutora" que ahora lleva en el bolsillo de su chaqueta te da un tiempo límite con una persona, y después se acabó. Busca a alguien con quien encajes más, y así hasta dar con tu pareja definitiva.

No es nada fácil encontrar aparcamiento un sábado por la noche cerca de uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Pero al final Agoney lo hace y tan sólo llega cinco minutos tarde a la cita. A decir verdad, hoy ha tenido que quedarse más tiempo de lo normal en el trabajo. El fin de semana es cuando más clientela hay en el hotel, y aunque no todo el mundo es lo suficientemente educado como para callarse y escucharlo cantar, debe cumplir con sus horarios.

Así que se alisa la chaqueta cuando entra en el comedor y camina hacia la mesa que le indica uno de los camareros.

El rubio que lo espera se pone en pie en cuanto se acerca. Es insultantemente guapo; con facciones perfectamente esculpidas, un lunar sobre la boca y el pelo engominado. Vaya.

— Hola, soy Raoul. Es un placer.

Le tiende la mano y tarda un par de segundos en reaccionar.

— Lo mismo digo, me llamo Agoney.

— ¿Nos sentamos?

— Claro.

Piden pastar para cenar y el vino es tan exquisito que no tardan en conocerse más.

Raoul descubre que a su cita de hoy le apasiona la música. Que se dedica a ello pero sueña con hacerlo de otra manera: componiendo sus propias canciones, dando sus propios conciertos. Así que el rubio le confiesa, y es algo que sólo su familia conoce, que siempre le ha gustado cantar pero no cree que pueda dedicarse a ello. En verano trabajaba como botones en un hotel. Pero a sus veinte años debería encontrar un empleo duradero, algo realista. El joven moreno con las puntas del pelo teñidas de blanco platino le promete que algún día cantarán juntos. Incluso tiene un piano en casa para ensayar.

También descubre que, pese a lo que el mismo Agoney cree, es una persona insegura que no deja de infravalorarse. Que su fachada de "pasota" no es muy estable y que no ha tardado demasiado en verlo tal y cómo es. Nunca lo ha tenido fácil pero no se rinde, aunque a veces parezca que un problema va a tirar su mundo abajo.

Antes de llegar al postre, Agoney también ha descubierto un par de cosas. La primera es que Raoul no es el niño mimado y rico que parecía. Que tiene un corazón enorme, y cuando habla de sus aspiraciones, el moreno no puede evitar cerrar los ojos, sonreír y perderse en su voz y en sus sueños. Hay tantas cosas que le gustaría hacer, cuenta, que no quiere abandonar el mundo sin haber dejado huella. 

Después de dos horas y media, Agoney se da cuenta de que el hombre que tiene frente a él no es tan frío ni perfecto como pensaba en un principio. Y que, cuando Raoul sopla distraídamente para apartarse un mechón de pelo que le cae sobre la frente, algo se revuelve en su interior.

— ¿Puedo confesarte algo?

La mirada del rubio se levanta del tiramisú de chocolate y se clava en él. Agoney se lo toma como una invitación a hablar.

— Estaba muerto de nervios antes de llegar. Es la primera vez que utilizo el sistema y no sabía cómo iba a ir. —Sonríe después de decirlo, se ha quitado un peso de encima.

— Yo también lo estaba. Lo estoy. Y eso que es mi segunda vez. —La mirada inquisitiva de Agoney lo hace continuar.— La primera fue hace dos meses, pero el sistema decidió que sólo estuviésemos juntos tres semanas. 

— Hablando de eso, ¿qué te parece si descubrimos nuestro tiempo?

El moreno saca su tutora del bolsillo mientras el otro hace lo mismo. 

— ¿Le damos a la vez? —Raoul fuerza una sonrisa. Lo único que tiene claro es que no le importaría compartir bastante tiempo con aquel hombre. Que está deseándolo, en realidad.  

Agoney suspira, aprietan el botón y ambas pantallas se iluminan.

— Cinco semanas. 

— Vaya. Es muy poco.

Raoul asiente con decepción. El sistema es infalible y se supone que tras varias pruebas encuentra a la pareja perfecta. Pero una parte de él realmente desea que Agoney lo sea. No quiere perder ese pelo alborotado ni esa sonrisa de lado dentro de cinco semanas. No quiere verse obligado a alejarse de nuevo de un chico que le gusta.

— Es una mierda.

— Por lo menos tenemos unas semanas con todo pagado, ¿no? 


Salen del restaurante y la tutora les muestra cómo llegar a la casa en la que se quedarán. Está en un barrio residencial a las afueras de la ciudad. 

Es pequeña pero acogedora y cuando llegan la chimenea está encendida. En teoría debe ser su hogar durante las cinco semanas que pasarán juntos, pero a la mañana siguiente tendrán que ir a buscar ropa a sus respectivas casas y Agoney quiere enseñarle su lugar de ensayo.

— Puedes acompañarme si quieres, todavía tenemos un dueto pendiente. 

Se toman la última copa en el sofá. El televisor encendido suena de fondo pero en ningún momento dejan de hablar, de conocerse más. Llegan a la conclusión de que la cita ha ido mejor de lo que ambos pensaban y que sus primeras impresiones no fueron del todo acertadas. Salvo una, porque cuando lo vio llegar, Raoul no podía apartar la vista de sus labios. Y sigue sin poder. Desde hace media hora sólo piensa en besarlo.

Y está a punto de hacerlo cuando Agoney se le adelanta.

Ya están en la habitación, que no es muy grande pero tiene todo lo que necesitan. Uno frente al otro sin nada más que sus respiraciones confundiéndose. Raoul siente la mano del otro hombre en su nuca y coloca la suya sobre su mejilla. 

Cuando Agoney inclina la cabeza, Raoul cierra los ojos. El beso es dulce al principio, agradable, pero después el moreno abre más la boca e inclina la barbilla y Raoul tiene claro que está perdido. Aumenta la intensidad, las manos de uno se pierden en el otro, sus pensamientos racionales se evaporan y son incapaces de dejar de besarse. 

La noche no podría haber ido mejor. 

Hang the Dj: RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora