Capítulo 2: Cinco semanas

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Raoul se despierta gracias a la luz que entra por la ventana, bañándolo todo de un bonito color dorado. Tarda unos cuantos segundos en recordar dónde está. Pero, sin lugar a dudas, el brazo de Agoney rodeándolo es de ayuda.

Gira sobre sí mismo despacio, intentando no despertar al otro, y queda frente a él. Todo en la expresión del moreno refleja paz y casi sonríe. Tiene el pelo alborotado y un lunar a la izquierda del tabique nasal que Raoul se muere de ganas de besar. Y lo hace. 

De repente la vida parece muy sencilla. Cualquier cosa que pueda desear está en la palma de su mano, y a veces todo el tiempo del mundo son tan sólo cinco semanas.

Decide que es un buen momento para bajar a la cocina y hacer el desayuno. La nevera está llena y prepara huevos, bacon y café. Espera que a Agoney le guste. 

Cuando regresa, ya se ha despertado. Está terriblemente guapo con el sueño reflejado en el rostro, despeinado y con esa sonrisa tan suya. Lo deja sin aliento.

— Buenos días, dormilón. Te he traído el desayuno.

Se acerca a la cama y deposita sobre ella, con mucho cuidado, la bandeja que lleva en la mano.

— Es sábado y no trabajas hasta el lunes, ¿verdad? —Agoney siente ante su pregunta y el rostro de Raoul se ilumina.— ¿Te apetece hacer algo hoy?

 — Tengo el plan perfecto.

Resulta que el plan perfecto también es agotador: Agoney se lo lleva a comer a un restaurante que le encanta, en el que siempre se había imaginado con alguien especial. Después pasan parte de la tarde en un parque acuático, pasean por la playa y se detienen en un mirador y acaban cenando sushi.

Es en el mirador, mientras el cielo se tiñe de naranja y el sol se esconde poco a poco, donde se besan de nuevo. Y esta vez es diferente, cálido al principio. La mano de Agoney en la nuca de Raoul, atrayéndolo hacia sí. La del rubio, aún tímida, acaricia con suavidad la mejilla del otro. Pero se vuelve más atrevido, hambriento. Las manos de uno acarician el pecho del otro, lo rodean con los brazos, se niegan a dejarlo escapar. Agoney tiene experiencia en esto, hace algo con la lengua que provoca que Raoul olvide sus preocupaciones.

Es el moreno el que se aparta levemente, toma al otro de la mano, y señala hacia donde el mar se confunde con el cielo. El contraste de colores es tan hermoso que ninguno de ellos puede apartar la vista. Y, cuando por fin no queda ni rastro del sol, un sonriente Raoul lo besa de nuevo. Puede, y sólo puede, que esté empezando a enamorarse. 


Pasan los días y ya no le cabe ninguna duda. Al fin y al cabo, el objetivo del sistema es encontrar a tu pareja perfecta, ¿verdad? Pues lo ha hecho, de eso está seguro.

Como ya llevan tres semanas viviendo en la pequeña casa que les han asignado, en parte vuelven a sus anteriores vidas. Agoney canta en el hotel todas las noches, y Raoul no se pierde ni una sola de sus actuaciones. Es increíble ver cómo se mueve en el escenario, su manera de hacer suya cada canción, de llegar a notas imposibles y volver loco al público con sus gorgoritos. Algún día le gustaría compartir escenario con él, pero aún no se lo ha dicho. Porque está seguro de que no será tan bueno como Agoney y porque por ahora se conforma con quedarse junto al público. 

De vez en cuando, cuando el moreno tiene el día libre o sale pronto de trabajar, también cenan con sus familias. 

Álvaro, el hermano de Raoul, es el único que está al tanto de la relación. Y el rubio aprovecha cualquier momento para ponerlo al día con casi todos los detalles. 

 — Me lo vas a presentar pronto, ¿no? 

Ya está oscureciendo y Raoul ha ido a presenciar el entrenamiento de fútbol de su hermano. Antes lo hacía siempre, pero últimamente no encuentra demasiado tiempo. Además, el invierno se va abriendo paso, los días cada vez son más cortos y quedarse en el sofá junto a Agoney demasiado tentador.

El rubio se encoge de hombros ante la pregunta. La idea no le disgusta. Es más, le parece extrañamente atractiva. Dejar que sus dos mundos se conozcan y tal vez encajen. Pero no puede, porque sólo le quedan dos semanas con Ago y después todo se habrá acabado. Evita pensar en ello y prefiere disfrutar del presente. Pero el pensamiento no lo abandona, siempre está en una parte de su mente y, cuando sale a relucir, un peso se instala en el pecho de Raoul.

 — Ya sabes cómo funciona la aplicación, el tiempo es limitado.

 — Por eso me niego a utilizarla. Cuando alguien me quiera, que no sea porque un aparato lo obliga. 

Raoul sonríe ante la broma de Álvaro y le da un codazo amistoso. Sabe que quiere a Agoney de verdad. La tutora simplemente ha hecho que se conozcan; pero han sido las tardes en sus brazos, cómo se pican por cualquier tontería, que siempre le tienda la mano cuando lo necesita, que jueguen como dos niños, que sepa que algo va mal con tan sólo una mirada... lo que hace que su corazón dé brincos cada vez que se besan.

 — Si el sistema cambia de opinión y nos da más tiempo, serás el primero en conocerlo. 


Agoney está ensayado en la habitación libre donde guardan las cosas que no tienen otro lugar cuando Raoul termina de recoger la cocina. Se reparten las tareas equitativamente, aunque siempre acaban revoloteando alrededor del otro cuando quedan libres. Reclamando su atención, robándole un beso de vez en cuando o peleando mientras friegan los platos.

Pero hoy la suave voz de Agoney lo atrae. Es una canción que no había escuchado nunca, en un idioma que desconoce y tan emocionante y bonita que teme interrumpir. Se apoya en la puerta, cierra los ojos y se deja llevar.

 — Eh, no te he escuchado llegar. 

Cuando los abre de nuevo, un sonriente Agoney lo mira y le tiende la mano.

 — ¿Te gusta? No es de mi estilo y mi francés es horrible, pero tenía ganas de cantarla.

 — ¿Que si me gusta? —El rubio toma la mano del otro y la besa con suavidad.— Es preciosa, ¿puedes cantarla de nuevo?

Agoney niega con la cabeza. Si ya le cuesta cantar je suis venu te dire que je m'en vais normalmente, está seguro de que se echará a llorar si lo hace ante la atenta y mirada de Raoul

 — En otro momento. ¿Por qué no me acompañas ahora con algún tema? Me lo prometiste el día que nos conocimos.

 — Ago... —Pero la mirada del moreno es irresistible y no puede negarle nada. Acaba asintiendo con nerviosismo y mordiéndose el labio. Tiene la canción perfecta para ellos, una que lleva mucho tiempo en su mente y conoce a la perfección.

You're giving me a million reasons to let you go
You're giving me a million reasons to quit the show
You're givin' me a million reasons
Give me a million reasons
Givin' me a million reasons

About a million reasons

Su voz es potente, llena de energía y tranquilizante. Agoney se queda con la boca abierta, podría pasarse el resto de su vida escuchándolo. Lo transporta a otro lugar, uno en el que no tengan, que decirse adiós, donde todo sea más fácil y pueda quedarse para siempre.

Lo acompaña cuando Raoul le hace un gesto, y llegan juntos al final de la canción, de la mano y admirándose el uno al otro mucho más de lo que lo ha hecho nadie nunca. 

When I bow down to pray
I try to make the worst seem better
Lord, show me the way
To cut through all his worn out leather
I've got a hundred million reasons to walk away
But baby, I just need one good one, good one
Tell me that you'll be the good one, good one

Baby, I just need one good one to stay

— ¿Qué te ha parecido? —El rubio está rojo por el esfuerzo y la emoción, algo adorable ante los ojos de Agoney y que sin duda utilizará más tarde para meterse con él.

El moreno lo rodea con los brazos y deposita un beso sobre su mejilla. Apenas puede creerse la maravillosa voz de Raoul, cómo la rompe, cuánto transmite...

— Ha sido espectacular. —Tiene los ojos llenos de lágrimas y entierra el rostro en el cuello de su novio con tanta fuerza que podría desaparecer en él.— No quiero perderte.



Hang the Dj: RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora