Capítulo 1

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La pelea se había extendido hasta el punto que Dante no lo soporto más. La habitación era un desastre gracias a los disturbios generados hace no más de una hora, sus ojos se habían empañado hace rato y ahora las lágrimas lo traicionaban, recorría por sus mejillas a pequeños hilos. Descubrir que su novia - de nombre Debora- lo estaba engañando con su único y mejor amigo había sido un golpe fuerte, la sensación que le poseía era casi como si se tratasen de varías apuñaladas que iban derecho a su pecho, no solo se sentía devastado por la traición de parte de Max sino también por tirar por la borda años de amistad, pero lo que más le ha dolido fue pensar que alguna vez moriría junto aquella persona que amaba.
La angustia le recorría por la garganta cerrándose al momento de hablar y su respiración se entre cortaba por el hipo que soltaba de vez en cuando.
— ... Vete Debora — pronunció con seriedad, dando final a la conversación.
Debora salio hecha una furia del cuarto, después de tanto barullo y maldiciones lanzadas por ésta otra solo se escucho un fuerte portazo provenir de la sala principal, puerta que sabía daba a la salida del departamento. Rendido a la tristeza se dejo caer al suelo de su habitación, justo en donde se llevo a cabo la pelea, sollozó hasta que el llanto se volvió mares de lágrimas que parecían ahogarle en su propia miseria.

...

Pasaron las semanas y dentro de la habitación de Dante se encontraba éste recostado sobre la cama con los audífonos puestos y un brazo tapando su vista del techo, sabía que debía empezar otra vez desde cero, perder a Debora y a Max implicaba perder todo lazo con el mundo exterior, nunca fue una persona sociable ni mucho menos amigable, ellos dos eran su mundo y ahora todo se había ido al carajo. Dante tenía una personalidad tranquila y según la situación, que eran bastantes, llegaba a ser tímido. Debora había tomado como ventaja la situación sentimental que tenía su ex-novio hacía ella y con ello lo manipuló, logrando separar a Dante de sus amigos y familia, haciéndolo vivir en un apartamento que, con el dinero de éste, "compraron".
Se levanto determinado a salir de una vez por todas a la calle, debía de ir a trabajar y sabía que cuando llegara su jefe le reprendería por las llegadas tarde. Tomo su uniforme, una camisa blanca y pantalones azules junto con placa que indicaba su nombre "Dante", guardo sus documentos en los bolsillos delanteros de su pantalón y salió de su casa. Ver que el sol radiaba su máximo esplendor lo molestaba, era casi como si se burlaran de él. Su trabajo no quedaba lejos de donde él estaba viviendo, se podría decir que no pasaban los 500 metros, por lo que llegar tarde no se excusa tan fácilmente.
Estaba frente al café "Tres Sueños ", era la primera vez después de semanas que llegaba temprano, tomo el pomo de la puerta, la giro rápidamente y se adentro a lo que posiblemente sería su ultima vez trabajando allí porque sabia que tendría una llamada de su jefe para despedirlo.
No llego al mostrador que una voz desde la puerta de la " oficina" — lugar que estaba ligado con la casa del mismo — le interrumpió el paso, trago duro y se giro en dirección del llamado.
— El jefe te llama — dijo su compañero indicando el camino.
— Si, señor – contestó lo mas formal que pudo para no denotar su nerviosismo.
– Dante, ¿podrías venir un momento?– se escucho la voz seria del hombre de cabello castaño, que volvió a llamarlo para que entre en el despacho.
Dante daba cada paso como si quisiera ralentizar el tiempo, si bien recibía una pequeña cuota mensual solo se trababa de eso, una pequeña cuota que no le bastaba para pagar el lugar donde se alojaba. Escuchaba las voces de sus compañeros de trabajo hablando amena entre ellos, el sonido de las tazas siendo servidas a sus correspondientes mesas y podía jurar sentir que se le colaba el olor de las media lunas recién horneadas, definitivamente extrañaría éste lugar.
La puerta estaba abierta y desde la abertura de ésta se podía ver a su jefe sentado leyendo unos documentos, entró al despacho sin dudar más y se sentó en la silla que daba frente al escritorio.
– He notado que has estado llegando tarde hace varías semanas – seguía usando ese tono serio y sus ojos no se despegaban del papel, su mano libre contorneó el respaldo de la silla para luego jugar con sus dedos dando golpecitos sobre ésta misma –también que tu rendimiento ha bajado – sus ojos ahora se situaron en los suyos, los latidos de su corazón se hacían cada vez mas presentes en Dante que solo logró desviar su vista de aquellos atrayentes pero acusadores ojos café — ¿Quieres renunciar al trabajo o que te despida?... — dijo con ironía y su voz tenía una pizca de enojo, eso Dante lo noto, suspiro al no obtener respuesta pero cuando iba a abrir la boca para seguir con la platica, Dante lo interrumpió —.
– N-no señor, si quiero este trabajo, lamento si eso fue lo que di a entender... – dijo éste, con aire cansado — es solo que... – no tenía idea de que decir, qué contarle, no podía simplemente decir que al amor de su vida la encontró teniendo relaciones con su amigo justo cuando le iba a proponer matrimonio, eso sería una razón más para despedirlo por su debido problema con no poder separar la vida personal con la laboral —.
– No tienes que explicarme nada — el hombre bajo los papeles que tenía en mano como si diera fin a la conversación — se que has estado decaído, y yo no soy una persona que despida a la gente solo porque tuvo un mal día (o varios) o le haya pasado algo personal — hizo una pausa — Dante... Eres uno de mis mejores empleados y uno de los que más tiempo ha estado — ahora se inclinaba sobre su asiento — quiero que trabajes como se debe, que no llegues tarde como has estado haciendo, así que te quedarás – sentenció con la máxima tranquilidad que le era otorgada – pero te quedes a ayudarme a juntar y limpiar el desorden cuando todo el mundo se vaya – la condición no era tal mala o pensaba Dante, solo debía quedarse hasta altas horas de la noche y limpiar, la alegría se hizo presente y el chico de cabellos oscuro y rizado podría jurar que aquella sensación la estaba empezando a extrañar – podría decirse que sera un pequeño castigo por las llegadas tarde – finalizó con una gran sonrisa que hacía sonrojar de felicidad al menor de los presentes.
– Gracias señor, no lo defraudaré — Dante se levantó de su asiento con un humor totalmente cambiado al que tuvo cuando entró al café y se dispuso a empezar con el trabajo –.


Las horas pasaron volando para el de ojos oscuros, todos se habían retirado a sus casas, no se percató que era demasiado tarde hasta que las luces del local estaban encendidas y iluminaban todo el lugar dando un toque llamativo para los transeúntes. Las cortinas estaban corridas y no dejaban ver la calle y viceversa, pero se podía escuchar, desde el otro lado de la tienda, que algún que otro caminaba a pasos acelerados.
Tardó una hora en limpiar el lugar por completo y otros 15 minutos para organizar los itinerarios de sus compañeros y colocar los de éste día en sus respectivos lugares. Su jefe le había dado las llaves de repuesto del café para que cerrara en el momento de retirarse, aún que parecía no ser necesario porque éste mismo estaba todavía en su escritorio con unos papeles que no sabía para que servirían y tampoco le interesaba.
– Jefe – tocaba la puerta con golpes suaves para no interrumpir la concentración del mayor – ya termine, me retiro – aún que para él su voz había sonado clara, para el otro no, por lo que le pregunto si podía volver a repetir lo que dijo anteriormente — me retiro – contesto casi como un susurro lo bastante audible para los dos.
– Ah, bueno – menciono el mayor, que aún seguía con sus ojos puestos en sus hojas.
Dante no le dio mas vuelta al asunto y se retiro lo mas cordialmente que pudo, cerrando la puerta principal con la llave otorgada y caminando lo mas rápido que pudo, pues esa noche el cielo estaba gritando que llovería y parecía anunciar un mal presagio.

Marcas SangrientasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora