II

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Las dos hermanas tenían diferentes campos de actuación que, a pesar de parecer demasiado desiguales, se encontraban entrelazados entre sí. Lalisa se encargaba del comercio de drogas y objetos de valor, tanto al exterior como en su propio país. En cambio, Jennie prefería las personas, trata de blancas e información, dos eslabones del imperio de Yongpil Pae indispensables. Pues esos habían sido los primeros ingresos de la asociación en el crimen organizado, las drogas había sido un añadido posterior para ampliar fronteras.

Cada una tenía sus métodos, era sabido que "La Princesa" era asidua a la violencia, dejando rastros de sangre a su paso. Mientras que "Nini" prefería métodos más discretos de obtención de información como eran el uso de su bien formado cuerpo. Para los castigos no se tomaba tanta molestia, un balazo en la cien y asunto resulto. Lo único que las dos chicas tenían en común y que habían aprendido de su padre, era el lema de la organización: "El único castigo que conoce Yongpil Pae para los traidores es la muerte", el cual su padre repetía en cada reunión ya fuera familiar o de trabajo.

Jennie a sus veintiún años sabía manejar tanto a mujeres como a hombres, manipulaba a quien fuera y con un solo susurro en el momento exacto le bastaba para que la mitad de la organización que no era fiel a Lalisa, se lo fuera a ella.

El timbre de su apartamento hizo que se removiera en la cama, provocando que la chica a su lado también se revolviera perezosa.

—Ve a abrir antes que toquen de nuevo —murmuró siendo su voz amortiguada por la almohada en la que hundía la cabeza.

Jennie obedeció de mala gana, sin tomarse la molestia de cubrir la desnudes en la que se encontraba. Avanzó descalza hasta la puerta y miró por la abertura para ver quién había osado molestarla sin llamar antes a su teléfono móvil. No vio a nadie, no obstante, sí pudo notar una caja de tamaño considerable en el suelo.

Cuando abrió la puerta, Roseanne ya se encontraba detrás de ella para cubrir su cuerpo con una manta que pasó por sus hombros.

—No vayas desnuda a abrir a alguien que no soy yo —le reprochó con tono aniñado el cual Jennie ignoró por completo.

Se agachó, la manta cubrió sus piernas en el proceso y con cuidado desgarró el papel de embalar que poseía la caja. En cuanto abrió las solapas, el grito de Roseanne llegó junto al desagradable olor que desprendía el brazo. La chica de cabello rubio se dio la vuelta para vomitar en el suelo y Jennie solo cerró de nuevo la caja para atender a la otra chica.

—Nunca me acostumbraré a estas cosas —murmuró tras limpiarse los restos que hubieran quedado en su boca con el dorso de la mano—. Por favor, dile a quién quiera que haya sido que te mande los paquetes cuando yo no esté.

—La mayoría de las veces tu estas conmigo pequeña —dijo con tono dulce Jennie a la vez que acariciaba la espalda de la chica—. Sin embargo, si quieres puedes intentar decírselo tú misma a mi hermana a ver que te dice.

Roseanne abrió con demasía los ojos y miró a Jennie, al igual que nunca se acostumbraría a la vida que llevaba la otra chica, no entendía como dos hermanas podían tener tan mala relación. Hasta el punto de que, si pudieran se matarían sin ningún remordimiento.

—Será mejor que me vaya, tienes cosas que arreglar.

Se levantó del suelo donde estaba de cuclillas y salió del apartamento, ella a diferencia de Jennie estaba vestida y no tenía nada en aquel apartamento que le hiciera falta llevarse en ese momento. Sabía cuando esta demás permanecer allí y eso era algo que Nini agradecía, y por lo que de vez en cuando aguantaba los berrinches que le hacía la chica por acostarse con otras personas.

Arrastró el paquete hasta el interior del apartamento para cerrar la puerta. Se acomodó en el sofá con las piernas cruzadas y tomó su teléfono móvil. Tras tres timbres, la voz de Lalisa resonó en su oído.

—¿Te gustó la sorpresa? —una carcajada acompañó a la pregunta, delatando el buen animo que tenía la menor de las hermanas Kim—. No sabía si enviarte un brazo o una pierna, pero creo que al final me he decantado por la mejor opción.

—¿Debería llevarle tu regalo a papá?

—Tú fuiste la que empezó Jennie, si quieres involucrar a nuestro padre... —hizo una pausa para dramatizar sus palabras— yo estoy encantada de decirle quién fue el responsable de qué nuestros locales fueran intervenidos.

Jennie sonrió, estaba segura de que Lalisa solo hablaba por hablar, hacer lo que decía sería como terminar la diversión y a "La Princesa" odiaba aburrirse, tanto como odiaba a los soplones.

—Haz lo que quieres, veamos cuanto logras mantenerte en esta familia.

—Ni en tus sueños lograras que yo desaparezca.

La llamada terminó y Jennie alzó su cabeza para mirar el techo, a pesar de que ella era la que había atacado primero, no esperaba una respuesta instantánea por parte de su hermana, lo que solo le provocaba más ganas de derribar a su oponente. 

Yongpil PaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora