III

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Lalisa disfrutaba del despilfarro, a pesar de tratar el negocio de manera fría y calculadora, la sensación de inferioridad, que sentía frente a Jennie por culpa de su padre, la compensaba con dinero. Cuando Jennie se compró el elegante Maserati Levante que la llevaba a todos lados, ella buscó un automóvil más caro y días después hizo lucir su lujoso Rolls Royce. Y así había sido con todo, Jennie conseguía algo que lucir y Lisa buscaba algo todavía más espectacular. Por esa razón, cuando Jennie presentó a su "pareja" cantante, ella encontró una modelo que superara la belleza de la delgada rubia que lucía su hermana al lado.

Sin embargo, y de forma totalmente inesperado, aquella modelo llamada Jisoo que en un principio había sido un mero capricho, ahora constituía una debilidad de la que era muy consiente. Aunque, las dos hermanas habían dejado claro, en un pacto de miradas que sus chicas no se tocaban. Lalisa había expresado con algo así como: "si tocas a mi chica yo descuartizo a la tuya", a lo que Jennie solo había asentido de acuerdo en respetar la vida personal de su hermana. Pues, eran enemigas de negocios, lo demás se podía dejar a un lado por el momento.

Jisoo era hija única, acostumbrada a que cumplieran todos sus caprichos y al lado de Lalisa no había cambiado nada. Se regodeaba de su relación con "La Princesa" de la mafia y aprovechaba cualquier escándalo para conseguir publicidad. Porque ella sabía muy bien que para conseguir ser la modelo más solicitada necesitaba llamar la atención, y qué mejor manera que con lo que se consideraba "mala publicidad".

Estaba sentada en un sofá pegado a la pared, donde tenía una panorámica de todo el sótano donde hombres en ropa interior empaquetaban la droga. Todo era rutinario, una cadena perfecta que no se rompía en ningún momento. El producto llegaba cargado por algunos hombres, y el resto que estaba en la mesa, continuaba con el embalaje. Uno empaquetaba, otro cerraba y el último pesaba. Varias mesas con lo que se podría llamar un equipo de trabajo, cada uno desempeñando su función una y otra vez, sin parar. Pues parar significaba perder dinero, y eso podía costarte la vida.

Miraba entretenida las espaldas de cada hombre, algunos musculosos otros delgaduchos. Bajos y altos, pero lo más importante de todo, hermosos, joyas en bruto escondidas de la fama, las cámaras y los focos. Cruzó las piernas, buscando una mejor posición. No sabía cuanto llevaba esperando a que Lalisa saliera de su despacho, lo que tenía claro es que se estaba empezando a aburrir y eso no era bueno.

Por su cabeza se pasó la idea de irrumpir en la reunión de la otra chica y reclamar su atención, aunque eso significara un castigo posterior. Se relamió los labios, imaginando el castigo. Tal vez la amarraría y la azotaría hasta que su trasero quedara rojo. O tal vez, Lalisa se decantaría por algo más violento, como estrangularla hasta casi dejarla sin respiración. Había probado cada uno de los escarmientos y todos le gustaban, una recompensa por su berrinche.

Jisoo y Lalisa congeniaban por una única razón, a pesar de sus dispares personalidades y que a veces ninguna de las dos se aguantaba entre sí, tenían un gusto en común que las unía: el sexo duro, tan duro que dejaba marcas por días.

Suspiró y giró su cabeza hacía la puerta cerrada, llamando mentalmente a las personas en el interior para que salieran. No aguantaría mucho más sin hacer nada y dentro de una hora tenía una sesión de fotos, por lo que no podía permitirse ser castigado en este momento. Formó un mohín con los labios y decidió seguir esperando.



Cada uno de los presentes corroboraba que cuanto más alto hablará, más razón tendría o eso era lo que Lalisa pensaba mientras contemplaba como los dos hombres con los que estaba reunida se gritaban entre sí.

—Debemos poner a Junho al mando para que la producción siga su curso —habló uno o más bien le gritó al otro—. Aceptará quedarse sin beneficios hasta que cubramos la deuda.

—¿Y por qué no colocar a Minki en esa posición? —le contestó el otro en el mismo tono de voz.

Cada uno quería colocar a su hombre en la posición que había quedado al descubierto después de que el anterior distribuidor fuera arrestado. A Lalisa le daba igual cual de los dos chicos ocupara el lugar, y hasta ahora había aguantado la discusión, pero su tiempo se desvanecía y Jisoo la esperaba.

Un fuerte golpe en la mesa de parte de Lalisa hizo que los dos hombres callaran. Sus labios se cerraron en una fina línea y sus ojos se abrieron por la sorpresa. Lalisa no estaba enfadada, más bien le divertía tanto la situación que la había alargado más de lo necesario.

—Pondremos a cada uno en una zona —anunció llevando su mirada desde la izquierda hasta la derecha para que los dos hombres supieran que estaba hablando con ellos—. Después de todo hemos quedado al descubierto en bastante territorio. Minki se ocupará del suroeste y Junho del noreste.

Hizo una pausa dejando a los dos hombres asimilar sus palabras porque, aunque sus expresiones reflejaban el desacuerdo, estaba claro que no se podían negar.

—Quién obtenga más beneficios al terminar el mes, puede ocupar el puesto vacante como mi distribuidor de la zona este.

No se molestó en esperar una afirmación o si quiera despedirse, se levanto de la silla y acomodó de abultado abrigo blanco para salir del despacho. Lo primero que vio al abrir la puerta fue a Jisoo molestando a uno de sus trabajadores. La chica le tocaba la espalda mientras le susurraba al oído, y el pobre chico solo atinaba a asentir intentando que sus dedos no hicieran un estropicio de todo lo que temblaban.

—Ya puedes dejarlo en paz —alzó su voz.

Jisoo dirigió su mirada hasta ella y sonrió satisfecha porque ya podían ir a la cita que tenían planeada. La cual se había reducido a dar un paseó en el Rolls Royce hasta la sesión de fotos de la modelo, pues ya no tenían tiempo para más.

Yongpil PaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora