Capítulo 1: Agoney Hernández

4K 88 35
                                    

Aquí estaba una noche más.
Las luces iluminaban mi cara, y mi cuerpo se movía al son de la música, y como casi siempre, me había quitado la camisa y había dejado que todos los gays de la discoteca cayeran a mis pies, anonadados por mis músculos.

Me gustaba.

Todos venían a mí, todos deseaban lo mismo: follarse a Agoney Hernández. Y yo deseaba siempre lo mismo: que me la chuparan y después mandarles a la mierda.

Aquella era una noche más porque siempre pasaba lo mismo.
Entrábamos yo y unos gilipollas a los que debería llamar amigos pero a los cuales prefería seguir llamando gilipollas (Alfred, Ricky y Juan Antonio) a Ibisa Club, todos los gays de la discoteca me miraban, nos acercábamos a la barra, pedíamos algo, y nos quedábamos un rato charlando y observando a los demás hombres.

Las conversaciones siempre eran lo mismo, Alfred buscando a su príncipe azul, Juan Antonio lloriqueando por su asqueroso físico, y Ricky... bueno, Ricky vivía en su propio mundo de maricones.

- ¿No te cansa que todos los tíos te desgasten con la mirada? – me decía Alfred.

Alfred tenía razón, todos me miraban. Y no dejaban de hacerlo, pero yo tampoco dejaría de mirarme si no fuera yo mismo, porque era alguien a quien no podías parar de mirar.

- Te acabas acostumbrando. – le contesté esa noche, con media sonrisa.
- Podrías compartir un poco. – me dijo Juan Antonio.

| Juan Antonio no tenía un ápice de autoestima, y mientras Alfred y Ricky intentaban animarle, yo siempre le decía la verdad, y es que era feo. Era muy feo. Pero tenía buen corazón, tanto que parecía tonto. Sin el ''parecía''. Vivía continuamente acomplejado y cada vez que conocía a un chico rápidamente le daban la patada. |

- ¿Agoney?, ¿compartiendo?, ¿te has vuelto loco querido Juan Antonio? – contestó Ricky, dándole un toquecito en la nariz, y ambos comenzaron a reírse.
Yo me limité a hacer lo mismo.

| Ricky tenía razón. Ricky siempre tenía razón.
Vivía en su mundo, era dependiente en una tienda y vestía de tal manera que era imposible no quedarte mirándole. Era excéntrico, hablador, y asquerosamente cursi cuando quería. |

Mientras tanto Alfred escuchaba toda la conversación y ponía cara de circunstancia. Me dirigí hacia él y pasé mi brazo sobre sus hombros.

- ¿Qué te pasa gatito? – le dije, sarcásticamente.
- Nada. – me contestó, serio. – Mira, ahí tienes a un nuevo cebo. – me dijo, señalando a un chico que se acercaba a mí.

Miré a Alfred y le sonreí, apenado por su amor (el amor que sentía hacia mí).

* * *

Me desquiciaba. Me desquiciaba cada vez que abría la boca e incluso cada vez que respiraba, o cada vez que pestañeaba. No podía soportarle. ''¿Qué te pasa gatito?'', ¿que qué me pasa?

Joder, Agoney lo sabía perfectamente.

Llevaba colado por él desde hacía años, desde que teníamos 14 y me empezó a hacer una paja en mi habitación mientras mirábamos a John Travolta en una revista que me había comprado ese día.
Me gustaba sin pretenderlo y por eso deseaba con todas mis fuerzas encontrar a un chico del que enamorarme, un chico que me quisiera y me tratara bien, no como él, que jugaba conmigo a su antojo y cuando le daba la gana.

* * *

Entonces me dirigí al chico.
Siempre era lo mismo, se acercaba un tío, y si me gustaba físicamente íbamos al cuarto oscuro de la discoteca y me la chupaba, y si tenía un día de suerte, le follaba.
Muchas veces, al terminar, me daban su número y me decían que teníamos que repetirlo, pero no contaban con que Agoney Hernández no repetía con nadie, nunca lo había hecho y nunca lo iba a hacer.

Me había follado casi a media Barcelona y cada vez que venía un tío nuevo a Ibisa Club tenía que tirármelo, para darle la bienvenida.

El tío que se había acercado a mí empezó a chupármela y mientras tanto veía como otros follaban de todas las maneras posibles, después apoyaba mi cabeza en la pared, miraba al techo e intentaba excitarme, pero no lo conseguía. Este tío no ponía a nadie, ni si quiera creo que pusiera cachondo a Juan Antonio, que estaba desesperado por una polla.

Más tarde vi entrar a Alfred al cuarto oscuro y se dirigió hacia mí.

- Nos vamos. – me dijo.

Miré para abajo, hacia el chico que me la estaba chupando, y Alfred mientras miraba para arriba.

- ¿Te queda mucho? – le pregunté.
El chaval me dijo que no, aún con mi polla en su boca.

Le hice un gesto a Alfred de que me esperaran unos minutos y Alfred puso los ojos en blanco y se fue resoplando.

One night in Ibisa. [RAGONEY].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora