Luna Llena de Hielo

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Después del baile, Luna le informó a papá que no pretendía quedarse más tiempo; sus calificaciones no podían ir mejor, su belleza no podía ser más infinita... pero para ella no era suficiente, su vida no estaba entre nosotros. Dijo que había conocido a alguien más, alguien en las montañas. Entonces sus largas desapariciones tuvieron sentido. Ella la llamaba su profesora, pues conocía todo acerca de los lobos y de su origen, dijo que se había ofrecido a mostrarle el mundo.

El corazón de papá se encogió y le dijo que era muy joven para partir... que ella aún no estaba lista. La realidad era que Luna había crecido como un lobo, un lobo adulto, y el que no se encontraba listo para dejarla ir era él. Yo tampoco lo estaba.

—¡No puedes dejar el colegio!

—¿Qué sabes tú? —Me contraatacó, mostrando los dientes—. Crees pertenecer a este mundo en el que nadie te acepta. Incluso tienes miedo de que Toby te repudie.

—¡Calla! —Rugí, mirándola con cólera. Ella siempre me había dado envidia, porque tenía todo lo que yo quería y lo desperdiciaba—. ¡Tú eres la que no sabe nada! ¡Estás rompiendo el corazón de papá!

—No me importa.

Me arrojé a ella, escuché el sonido de mi ropa al rasgarse y el suyo también. La mordí, la arañé, y ella hizo lo mismo. Nos golpeamos con paredes, muebles, éramos demasiado grandes para la pequeña habitación. Papá entró, asustado.

Intentó detenernos en vano y ambas chocamos con el gran estante de la sala de estar del despacho de papá. Los libros nos cayeron encima y Luna fue la primera en convertirse en chica de nuevo, llorando.

—¡Te odio!

Corrió a la puerta, donde se transformó de nuevo y desapareció por los corredores. Escuché los gritos de las personas con las que se topó y sentí los brazos de papá a mí alrededor con una manta. Lloré en su hombro penosamente, mientras él intentaba torpemente darme consuelo. Yo amaba a papá más que a nada en el mundo y detestaba a Luna por querer irse, por querer dejarnos solos... por parecerse a mi padre.

Recordar las dificultades que papá tuvo para criarnos no hacía más que poder detestarles más, detestar ser un lobo.

—No quiero ser un lobo —Sollocé a papá, quien me miró de forma culpable. Quizá se culpaba por no poder protegerme o por haberse enamorado de mi padre. Sus lágrimas me rompieron el alma.

Y Luna no volvió después de eso.

* * *

—¿Lily?

Toby estaba al final del pasillo solitario en el que yo había buscado refugio, sentada al pie de la ventana mientras la tormenta de agua nieve mecía mis cabellos. Le miré un momento y luego volví a ver el bosque, a donde seguía esperando que mi hermana volviera. Él se acercó a mí.

—Hay algo que debo decirte —Murmuré.

—¿Es sobre lo del baile...? Porque si es así, lo siento, no quise...

Negué suavemente.

—Es sobre mí... sobre lo que soy...

—¿A qué te...?

Dejé que mi transformación hablara por sí sola, convirtiéndome a la mitad. Las orejas peludas, el hocico prominente y los ojos afilados. Toby guardó silencio y luego miró a la ventana, no sabía descifrar su expresión.

—Ya lo sabía. Todo este tiempo lo supe y decidí no decir nada.

—¿Cómo...?

—Les seguí aquella noche... —Recordé vagamente las pisadas de nieve en el hall que no eran ni de papá, ni de Luna, ni mías—. Vi cómo se transformaron y como Luna derrotó a ese hombre lobo —Volvió la mirada a mí y me sonrió—. No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo.

Asentí y un par de lágrimas escurrieron por mis mejillas. Mi miedo había sido reemplazado por una especie de bienestar incompleto. Toby limpió mis lágrimas con su pulgar y me besó de nuevo, esta vez no me retiré y dejé que me estrechara entre sus brazos. 

PleniluniumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora