Cap 4: Bésame

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El hospital parecía extrañamente tranquilo mientras Dulce se dirigía hacia la habitación. Se paró en el umbral mirando la habitación a oscuras, excepto por un círculo de luz de la lámpara que había sobre la cama de Chris. Era tarde y sus padres debían de haber vuelto al hotel hacía horas.

Se acercó a la cama y se permitió el lujo de mirarlo. Se había convertido en alguien tan importante para ella en un período de tiempo tan corto que daba miedo. Suspirando, extendió la mano para apartar un mechón de pelo de su frente y, antes de que pudiera apartarla, Chris abrió los ojos y la miró.

-Sabía que vendrías -dijo suavemente. Incapaz de apartar la mirada de esos ojos magnéticos tan cerca de los suyos, Dulce contuvo el aliento.

- ¿Lo sabías? -susurró ella.

Estaban tan cerca, que podía sentir el calor que desprendía y su aroma de hombre la hizo sentir un poco mareada. Nunca en toda su vida había sentido algo tan intenso, tan poderoso como lo que sentía cuando estaba con él.

-Sí. Desde el accidente hay como una carga de electricidad entre nosotros, Dul. Yo lo he sentido y sé que tú también.

Desde luego que lo había sentido. Lo estaba sintiendo en ese mismo instante, pero sabía que no debía dejarse arrastrar.

-Chris... -protestó ella, aunque incluso a ella misma le sonara falso.

- ¿No me vas a besar? Sabes que lo estás deseando y yo me estoy volviendo loco sólo de pensarlo.

Sus palabras eran una tentación y ella se quedó temblando cuando miró la boca a unos centímetros de la suya. Chris quería que lo besara y ella lo deseaba tanto que era una agonía negárselo.

Pero Dulce sabía que besar a ese hombre sería un error. Un grave error. Por el momento lo único que había hecho era preguntarse cómo sería si lo hiciera. Si aceptaba su invitación, lo sabría y, dado que tendrían que separarse pronto, podría convertirse en un recuerdo insoportable. Si había un momento en el que tenía que ser sensata, aquél era ese momento.
Usando lo que quedaba de su sentido común, Dulce comenzó a formular una negativa, pero las palabras murieron en sus labios cuando sus miradas se cruzaron de nuevo.

-Dul.

Su nombre no era más que un suspiro, pero a Dulce le pareció que lo oía en cada fibra de su ser. No habría podido moverse aunque hubiera querido. La razón se desvaneció bajo el peso del deseo. Su único pensamiento era que tenía que saber, que necesitaba saber cómo eran esos labios, cómo sabían. Su vida entera parecía depender de ello y, prendida en una red tan fina como una tela de araña pero tan fuerte como el acero, lenta pero firmemente empezó a acercar su cara a la de Chris.

El roce de sus labios con los suyos fue como una llama y tuvo que contener el aliento. Miró a Chris para comprobar que ambos habían sentido la misma sensación increíble. Sin sonido, sus labios formaron su nombre y, empujada por una fuerza más fuerte que su voluntad, apretó su boca contra la de él.

Chris levantó la mano para presionar su cabeza y sostenerla allí y el beso fue como un incendio. Nada en el mundo le importaba salvo que ese beso no terminara. Cayó sobre el borde de la cama, olvidándose de todo excepto de que la boca apretada contra la suya le daba un placer que no había conocido nunca. Su corazón latía con violencia. Se sintió enfebrecida, caliente y fría a la vez.

Sólo se apartó, respirando con dificultad, cuando oyó a Chris gemir de dolor.

- ¿Qué ocurre?

¿Era su voz la que sonaba entrecortada y embriagada de pasión?

- ¡Se me había olvidado que estaba encadenado a esta maldita cama y he intentado moverme! -Chris dijo entre dientes.

Dulce se mordió los labios. ¿En qué demonios estaba pensando para hacer algo tan poco sensato? Ese hombre tenía las costillas rotas y ella se había echado sobre él.

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