LA RATONERA

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Ya empezaba a clarecer cuando Zhou cargando una bolsa llena de baterías abrió la puerta tras la gran catedral, aquel edificio de antiguos ladrillos había sido de los pocos patrimonios respetado por los rebeldes durante la guerra. Sobre sus muros descansaban lustros de historia, aunque hacía años que había dejado de utilizar-se cómo templo sagrado, los daños causados por la lluvia acida y las grandes tormentas provocadas por el cambio climático hicieron que gran parte de la azotea se viniera abajo e imposibilitara el acceso al campanario. En su interior ahora solo quedaba un altar medio destruido y no había rastro de la cruz.

Aun así, en la ciudad no había palmo que no se aprovechara, las ratas y las cucarachas plagaban el lugar alimentándose las unas de las otras, aunque otro tipo de ratas plagaban bajo la catedral en las viejas catacumbas se encontraba el subsuelo o como la gente de la superficie lo conocía, la ratonera.

Magnus pasó por delante de Zhou, pocos conocían aquella entrada a la ratonera, también eran pocos lo que se atrevían a entrar a aquel lugar, pero después de estar toda la noche dando tumbos por las estrechas calles de la ciudad, ambos decidieron que no podían volver a sus casas no podían llamar a nadie, fuera quien fuese que los estaba buscando tenía que pertenecer a la mafia y la ratonera era el mejor lugar para encontrar información de los bajos fondos de la ciudad, el lugar perfecto para encontrar todo aquello que en la superficie estaba mal visto o terminalmente prohibido.

Cruzaron un pequeño pasillo y trataron de no tropezar con los estrechos escalones de la escalinata de caracol que excavaba la tierra bajo los pies de la catedral hasta el osario bajo el altar. Una vez en las catacumbas giraron en el primer pasillo, curiosamente en aquella zona de la cátedras no habían ratas, todas las tumbas habían estado mancilladas, abiertas para desbalijar a los muertos, al cruzar una luz negra iluminó toda la habitación que resplandeció en tonos morados, había un camino señalado hasta una tumba.

- Metete ahí dentro – dijo Magnus señalando un viejo ataúd.

- Te lo crees tu que me voy a meter ahí – Zhou estaba tiritando, las frías piedras de la sala le producían escalofríos.

- Ya lo hemos hablado antes, si hay alguien siguiéndonos tengo un contacto en la ratonera que nos puede ayudar – Magnus conocía a gente muy rara, durante la mayor parte de su infancia había vivido en una pequeña ciudad de mala muerte a las afueras de la gran capital, un lugar donde los maleantes se escondían de la ley y manejaban las grandes esferas de la sociedad, conocía a ese tipo de gente muy de cerca y sabía que siempre devolvían sus favores.

- Y porque no podemos entrar por una de las bocas de metro? – Zhou odiaba los sitios cerrados, una de las razones por las cuales detestaba Tokio y prefería vivir en el pueblo de su madre.

- Lo último que sabemos es que un tipo ha matado a sangre fría a Goile i nosotros hemos sido testigos i no hemos dicho nada, ara eres cómplice de delito mayor, los civiles seguro que saben que estuvimos allí, deben tener todas las bocas de metro protegidas – tal vez la policía se había tomado aquel incidente como un simple altercado, eran comunes los asaltos en la zona del almacén, más de una vez se las habían visto con algún exoadicto, pero ambos sabían que aquello no era un delito normal, al igual que esos resplandores anaranjados.

- Porque conoces estos sitios tío? Tienes una vida secreta que no me cuentas o qué? Espero que tu contacto nos ayude, porque en estos momentos te estoy odiando muchísimo...- Zhou entro en el ataúd a mala gana, una vez dentro a duras penas puedo leer un pequeño mensaje tallado en la piedra en uno de los costados de la tumba. – Tío aquí pone cuidado con el abismo y algo de una barandilla.

Magnus entro con parsimonia dentro del ataúd, haciéndose a un lado apretando a Zhou, por suerte su amigo era delgado como un mondadientes, Ambos estaban mirando a la pared que tenían delante, cuando algo hizo clic.

- No te preocupes por la barandilla...esta entrada hace años que nadie la usa...debe de estar rota – Se acomodó a un lado y la parte trasera del ataúd de piedra volvió a cerrar-se.

Acto seguido oyeron el ruido de los engranajes viejos girando haciendo fuerza los unos sobre los otros y el suelo se movió bajo sus pies, el mundo entero les daba vueltas, estaban bajando por un tornillo gigante vacío, todo fue oscuridad hasta que una extraña luz azulada empezó a dejarles ver una gran cueva, aquella era la plaza mayor del subsuelo, hacia siglos aquella caverna había sido un pozo, después de secar-se fue descubierta por las ampliaciones del metro, los constructores no se habían atrevido a adentrar-se mas en el agujero, era demasiada responsabilidad si se hundía toda la catedral e hicieron pasar el metro por algunas manzanas más alejadas. Cuando empezó la guerra los catastrofistas decidieron resguardar-se en el metro y finalmente redescubrieron la cueva. La gente del subsuelo la llamaban la matriz, aquel lugar fue vital para la supervivencia de la ciudad que por suerte no quedo demasiado afectada. Aun así había gente que una vez acabada la guerra decidieron quedar-se bajó la ciudad, en la superficie no eran nadie y bajo la catedral tenían la oportunidad de ser alguien, todos aquellos que vivían en el subsuelo eran llamados ratas, de aquí la ratonera.

Unas cuantas calles se extendían de izquierda a derecha, había algún edificio enano entre todas las chabolas que conformaban las calles, el aire que se respiraba era caliente con olor a picante, las fraguas del subsuelo eran conocidas por alimentar el metro cuando había escasez energética, pero la gente de la superficie hacía años que se había olvidado del subsuelo.

El ascensor llego a tocar suelo y se encontraron en un callejón cubierto de telas tendidas sobre sus cabezas, todos los ropajes eran de colores claros, el callejón estaba cerrado por un montón de chatarra, muebles rotos y alguna que otra colonia de ratas. No había ninguna salida aparente aparte de una pequeña puerta abierta a un lado de la callejuela por la cual asomaba una pequeña niña de ojos grandes y azules, pelo negro y tez blanca.

La pequeña al verlos atravesó corriendo la puerta y retiró las cortinas que cubrían la entrada.

- Es justo aquí – dijo Magnus mientras observaba el callejón – pase lo que pase aquí dentro recuerda que a esta gente no le gustamos y por favor por nada en el mundo sueltes esa bolsa, vamos a necesitar algo de lo que hay allí dentro a cambio de la información.

- De la información y de que no nos maten – dijo Zhou con su característico humor nervioso, las piernas le temblaban, a Magnus le hubiese pasado lo mismo si aquella hubiera sido la primera vez que pisaba la ratonera, por desgracia no era así.

- Tranquilo a quien vamos a visitar le caigo bien, por lo menos la ultima vez que estuve aquí nadie perdió la cabeza

- Y cuando fue exactamente eso? – Zhou seguía extrañado de la facilidad que tenía Magnus para sorprenderle, acaso no sabia nada sobre su mejor amigo?

- Hace unos 9 años...- Magnus entro por la puerta sin avisar previamente, estaba claro que aquella niña ya habría avisado a los inquilinos.

El interior del habitáculo era de un color totalmente diferente al de fuera, por dentro resplandecían los objetos de toda la habitación, todos parecían estar pulidos con una especie de brillo cálido que relajaba el ambiente, algo muy diferente a lo que habían visto al bajar por el ascensor de las calles de la ciudad. Se encontraban en una habitación bastante grande, parecía el salón principal del lugar, tenia una extraña forma ovalada con una cúpula por la cual colgaban infinitud de cables pelados, enchufes pero sin embargo no había una sola luz tan solo un pequeño boquete en la parte superior de la cúpula que dejaba entrar unos tímidos rayos de luz de las plantas que iluminaban toda la caverna subterránea. Bajo la cúpula habían unos grandes sofás todos mirando hacia una butaca grande, que antaño debería haber sido muy lujos pero ahora con el cuero descolorido y llena de agujeros y estrías se habría camuflado perfectamente en cualquier vertedero de las afueras de la ciudad.

Zhou entro acto seguido y sus ojos tardaron unos segundos a adaptarse a la luz tenue de la habitación. Aunque no había alfombra hizo amago de limpiarse las suelas y se plantó detrás de Magnus.

- Tío esto es allanamiento no deberíamos avisar? – Zhou estaba inquieto, normalmente las cosas nuevas no le gustaban pero sin duda aquello empezaba a superarle.

- No es allanamiento si ya nos están esperando 

ANDROMEDA (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora