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—Alison.

Me remuevo un poco aun sin abrir los ojos.

—Alison.

Esta vez las sílabas de la palabra suenan con más duración que la vez anterior. Ese es mi nombre, ¿verdad?

—¡Alison!

Levanto la cabeza de golpe, encontrándome a mi profesora de Lengua y a la clase entera observándome; unos pocos con miradas incrédulas no dando crédito a la situación, y otros muchos con una expresión forzada para no soltar la risa que sé que están conteniendo con todas sus fuerzas. De pronto me doy cuenta de que me he quedado dormida en algún momento de la clase con la cabeza apoyada sobre mis brazos. 

—Esta es la segunda vez en la semana —. Dice Violeta,o Verónica, o... la verdad es que no me sé los nombres de mis profesores. Ella está ahí parada a mi lado, mirándome con molestia y ese tan pronunciado entrecejo arrugado.

—Lo siento —Me disculpo avergonzada y bajo mis ojos hasta mi estuche color lila con los nombres de mis canciones favoritas garabateadas en él. Contemplo el título que más destaca sobre los demás escrito en mayúsculas y con una caligrafía bastante descuidada.

PARADISE.

Escrito por mi mejor amigo, quien comenzó mi actividad de escribir títulos de canciones en el estuche. Aún recuerdo lo molesta que me puse con él cuando sin mi permiso ni autorización tuvo el descaro de escribir esa palabra ahí en medio.

—¡Me lo acababa de comprar idiota! —Le grité, y aun así el muy sinvergüenza me sonrió. Fue una de esas sonrisas genuinas que tanto le gustaba mostrarme.

—¿No te trae recuerdos esa canción? —Suelta de repente—. Sonaba en tu habitación a todo volumen el día en el que nos conocimos.

Me sonrojé de la vergüenza. Lo recordaba perfectamente. También el cómo yo estaba bailando apasionadamente sin ninguna preocupación mientras recogía mi cuarto y él estaba siendo un espectador desde la ventana del suyo. No tenía ni idea de que la casa de al lado tenía nuevos dueños, así que imaginen mi sorpresa cuando me di la vuelta para limpiar los cristales y me percato de sus ojos atentos sobre mí y peor aún, su gran sonrisa de satisfacción,  divirtiéndose a mi costa. 

—Que no se repita o tendré que llamar a su madre —Asiento cabizbaja ante la advertencia de mi profesora y después de unos cuantos murmullos y risas burlonas a mi alrededor, la clase queda en total silencio con la excepción de la grave voz de la señora Verónica.

¿Por qué tiene que ser tan gruñona? Sí, me he dormido en clase y sí, esta es la segunda vez que lo hago, pero podría haber una razón importante tras mis repentinos momentos de sueño. ¿Y ella acaso se preocupa? No, le da igual.

Mi atención de repente se centra en un pequeño pedazo de papel rosa que sobresale de mi cuaderno. Arrugo las cejas al darme cuenta de que yo no he puesto eso ahí. 

¿En qué momento...?

Al abrirlo veo un post it  pegado en el interior.

Me gustas, y por esa misma razón voy a ser tu encantador amigo encubierto a partir de hoy.

-A.

PD: La A es de Anónimo, por si piensas que esto es una copia barata de Pretty Little Liars o algo por el estilo.

—¿Pero qué...? —Murmuro por lo bajo. Echo un vistazo a mi alrededor asegurándome de que nadie esté mirando en mi dirección.

 Increíble, ya empiezan las bromas y solo estamos en la segunda semana del curso. Decido ignorar aquella nota botándola al suelo sin piedad. 

Después de un largo día de clases, llego a mi casa exhausta de haber caminado durante media hora. Lo primero que hago es lanzarme sobre la cama como si mi cuerpo pesara trescientos kilos, no sin antes dejar mi mochila en el escritorio. Desde ahí puedo ver a Jayden apoyado en su ventana paralela a la mía. No muestro mayor interés hasta que un avión de papel me pincha un ojo. 

Desgraciado... 

Volteo a verle con cara de pocos amigos. Él se encoje de hombros como si no fuera culpa suya el apuntar y lanzar tan bien. Levanto mi culo de la cama con mucho esfuerzo  y me acerco a la ventana queriendo asesinarle. 

—Hey —Saluda amistosamente.

—No tengo tiempo para ti. Estoy enfadada —Suelto sin dilación.

—¿Conmigo por qué? —Frunce el ceño sin entender.

—¿Cómo que por qué? Por irte sin mí a la salida —Digo con tono acusador.

—Lo siento por eso. Tenía prisa y tú te tardas mil años en salir.

—¿Prisa para qué? —Me cruzo de brazos.

—Oh espera, mi madre me llama. Hablamos más tarde... ¡o mañana! —Y seguidamente cierra la ventana junto con las cortinas.

Emito un gruñido de frustración. ¿Para esto hace que me levante de la cama? 

Mi móvil empieza a vibrar. Probablemente es mi madre avisándome de que llegará en seguida o tal vez Jayden pidiendo disculpas, aunque esto último lo dudo mucho. Me apresuro en cogerlo y ver de quién se trata. 

Número desconocido: Alison Monroe... Hasta tu nombre es bonito. No sé cómo haces para que sienta tanta curiosidad y admiración por ti. ¿Tienes algún poder extraño que te permite manipular a la gente y así hacerlos caer en tus redes?

Inmediatamente le respondo a aquel desconocido. 

Alison: Hola, me alegro de que te guste mi nombre y me siento profundamente halagada por tus palabras, ¿pero se puede saber quién eres?

Número desconocido: ¿Tan rápido te olvidaste de mí?

Alison: Oh no, espero que no seas el del post it. Odio las bromas, que lo sepas.

ND: No se puede bromear con los sentimientos, Allison. 

Alison: ¿Insinúas que de verdad te gusto?

ND: No lo insinúo, lo afirmo completamente.

Alison:  .-. Qué...

ND: ¿Por qué te sorprendes tanto?

Alison: ¿Cómo sé yo que en realidad no eres un psicópata pervertido que planea engatusarme y luego secuestrarme? Me da miedito que me conozcas y yo a ti no.

ND: Estoy en tu mismo instituto, tengo 17 años y no soy ningún psicópata perturbado. Queda en tu mano creerme o no.

Alison: ¿Por qué tanto misterio?

ND: Forma parte de mi encanto.

Alison: ¿Y si te lo pido por favor?

ND: Eso te haría una mujer muy educada, pero me temo que nuestra conversación termina aquí.

Ni si quiera mensajea como un adolescente. ¿Cómo pretende que le crea? 

Pese a los muchos mensajes que le envié a continuación, no volvió a responder. Decidí no darle importancia, porque vamos, era una broma seguro. Ese individuo lo único que pretende es reírse de mí para satisfacer su aburrimiento. ¿Y sabes qué? No le voy a dar el gusto. 

Sin embargo, una sensación de inquietud provocó que no pudiera pegar ojo, hasta que a las tres de la madrugada, logré de una vez por todas fundirme en los brazos de mi almohada.

Querido admirador secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora