Parte 1. La idea

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Todas nos miramos con una sonrisa asintiendo, dando una clara aceptación de que había que llevar a cabo la maravillosa idea que surgió hace unos segundos.

—¡Creo que deberías ir tú! —dijo Julie de repente, sonando algo emocionada.

—¿Yo? —preguntó Nat rápidamente.

La mire confundida.

—¡Sí! —todas asentimos nuevamente y posamos nuestras miradas en la misma dirección; justo en Nat, esperando que nos dijera cómo íbamos a hacerlo y que estaba esperando para comenzar a hablar. Pero estaba asombrada y nos miraba confundida.

La verdad, no tenía idea del porqué.

—¿Coordinamos las excusas para nuestros padres? —pregunté mirándolas a todas.

Fácilmente podría decir cualquier cosa para salir, pero mis amigas no y había que saber muy bien que iban a decir.

—No terminaré en quince minutos —dijo Nat, e ignorando mi pregunta suspiró, acercándose un poco más al centro que habíamos hecho cuando nos sentamos en el suelo—. Es peligroso.

—Claro que no —Bufé.

—Te ayudaremos con el tiempo —le dijo Zoe, y nos miró a todas—. ¿O no chicas?

Tanto Julie como yo asentimos sin dudar, pero Nat volvió a negar y dijo:

—Una cosa es rastrear sus huellas después de la lluvia (larga historia), y otra es: ir al jardín trasero de su casa, tomar una supuesta llave que guarda bajo la alfombra, para luego sacar cuatro copias para nosotras... Y todo eso en quince minutos.

—Una supuesta llave no, vi como la dejaba bajo la alfombra antes de irse a hacer ejercicio —le reclamó Julie—. Es nuestra oportunidad, ya sabemos dónde la guarda.

—Sería una estupidez no aprovechar esto —le dije mirándola.

Teníamos mucha información de él, pero la llave de su casa...

¡Era otro nivel!

—De todas formas, es muy poco tiempo.

Puse los ojos en blanco y me apresuré antes que las demás para decirle:

—Buscaremos la forma para ganar el tiempo que necesites, ni que te subieras a su techo para instalar una cámara, no, solo sacarás unas copias de sus llaves.

Sé que pensarán que sería más fácil tomarla y luego de llevarla a un lugar donde sacan copias; regresarla, pero para nosotras no. Sería más fácil dejarla ahí mismo y que no se dé cuenta.

Lo haríamos en plena luz del día (más o menos) pero no importaba. Incluso era bueno, porque no todas podemos salir en la noche.

—Nos encargaremos de eso. Tú tranquila... —dijo Zoé calmándola.

Podíamos actuar como el efecto mariposa: hacer una cosa y que eso ocasione algo, y que a su vez, eso lleve a otra cosa; y así sucesivamente, hasta que retrase la llegada a su casa; pero por cosas de la vida, se dieron de forma completamente naturales.

—Puedo poner mi perro cerca de la estación por donde pasa su autobús. Sabemos a qué hora lo toma y cuánto tarda en doblar cada esquina —dijo Julie, con un simple encogimiento de hombros—. Si heladito aparece en la calle unos pocos segundos antes, retrasará el chofer; bueno, ya conozco al de ese horario, pero sé que no respeta mucho el semáforo así que no vamos a cortar cables. Rezaremos para que en cuanto vea a mi perro, se detenga.

—No creo que lo haga, es muy pequeño y no lo va a ver —comentó Nat.

—Además, no podemos sacrificar a un animal —dije—. Otra vez no, Dios...

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