Parte 4. El candidato perfecto

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Odio esto.

Me removí incómoda tratando de mantener el lugar, si me distraía fácilmente alguien podría colarse y podría perder el turno. Me encontraba en la fila de la cafetería, o mejor dicho en medio del caos, todos se movían demasiado y era como una competencia de gritos a ver quién lo escuchaban más y lo atendían primero. Empujaban a los demás, y hasta discutían. Algunos se quejaban porque otros le compraban a los demás o se tiraban el jugo "accidentalmente" en el uniforme.

El chico alto volvió a gritar por su jugo mientras pasaba su brazo por encima de mi cabeza, si, así de alto era. Al hacerlo hizo que me tambaleara un poco, por eso le fulminé con la mirada, pero además de estúpido, fue en vano, porque ni se dio cuenta. Estaba muy ocupado restregándome su axila en mi cabello.

Seguí luchando por mi puesto, aunque no sabía si realmente alguien respetaba eso.

—Por favor, sólo quiero una botella de agua —dije algo cansada. Hacía calor y tenía el cabello sudado, encima ya se estaba acabando el recreo—... Tengo sed.

Note como unos cuantos niños estaban siendo empujados, quienes se quejaban molestos.

—¿Saben qué? Ustedes me quitaron el deseo de beber agua —dije molesta, y me moví un paso hacia atrás. Al instante una chica que estaba a mi lado se coló, empujándome. Cuando tomó mi lugar, ni siquiera se volteó a mirarme, solo gritó para que la escucharan.

—¡Quiero una botella de agua! Ofrezco el doble.

—Zoé —la llamé, poniendo una mano sobre mi pecho y mirándola un poco asombrada.

Ella me miró con una sonrisa y se apresuró para tomar el lugar de una niña que estaba saliendo, derramando refresco en el suelo.

Me di la vuelta y volví a la mesa donde estaban las chicas. Sentí el aire fresco del exterior nuevamente y lo inhalé para relajarme. No sabía cuándo tiempo había durado en la cafetería, pero en cuanto me senté en el banco, sonó el timbre. Mis amigas se deshicieron de lo que quedaba de su almuerzo en el basurero, pero antes de qué sucedería tome del agua qué una de ellas iba a arrojar y bebí un poco. Luego, regresamos al salón. Después de dos largas horas de matemáticas y de habernos quemado en el examen, salimos al aula de detención. Allí nos estaría esperando una maestra. Se dieron cuenta de que ayer nos escapamos del colegio y, a mí y a Nat no solo nos dieron el doble del castigo que nos tocaba ayer, si no que a las demás chicas también la castigaron y saldremos muy tarde hoy. Posiblemente sean dos horas, y nos liberen a las seis. Pero no podíamos permitirnos eso, hoy hablaríamos con Matthieu.

—¡Hey! —Cuando capte la atención de las chicas, les dije—: Alguna que llame a su hermano y le diga que venga a buscarnos, porque tenemos que ir al hospital.

—Señorita, ¿Podría hacer silencio? —la profesora se levantó y me miró fijamente.

Yo asentí y me encogí en mi asiento mirándola y de reojo a las chicas. Zoé y Julie estaban delante, en cuanto escucharon a la profesora siguieron coloreando arcoíris y una casa, donde Matthieu estaba adentro. Nat era la única que no estaba haciendo nada, y que al igual que yo queríamos irnos.

—Nat. ¿Tú no tienes un hermano?

—Sabes que no, tonta —murmuró en voz baja, que casi no pude escucharla—. Espera que la profesora se duerma y saldremos por la ventana...

—Está cerrada —le dije una vez que le eché un ojo a esta.

—Ah, no puede ser, ella sigue hablando... —La profesora se puso de pie enfrente a la pizarra y escribió algo rápido. Luego me señaló con la tiza y supe que debía de acercarme. Era una caligrafía.

El candidato perfecto © ✔ EN AMAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora