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(AV)

Me miro al espejo, detallo mis ojeras, pensando que esta falta de sueño acabará matándome si no hago algo pronto. Lo que ocurrió aquel domingo es algo que quisiera olvidar por siempre, esa rubia llorando por mí con sus reclamos injustos. Encima, había dado justo en el punto que la haría derrumbarse, pude ver el dolor en sus ojos antes de irme.

Hago lo habitual para un viernes por la noche con Nicky, lo cual casi siempre significa ir al bar, y hoy es una de esas ocasiones. Empiezo con la ducha, el cepillado de dientes, el peinado, un poco de maquillaje y ropa cómoda, casual y sencilla. Camiseta de tirantes, camisa a cuadros y vaqueros, suficiente por hoy.

El sonido de las manecillas que se desenvuelven en el estampado blanco del reloj de pared, me tiene cansada, pero a juzgar por la poca energía que reúne mi cuerpo cada noche, me abstengo de retirarle las baterías. Verifico mi aspecto frente al armario, acomodo cada prenda y noto lo flojos que quedan los vaqueros en mi cuerpo. Me observo extrañada, viéndome obligada a tomar un cinturón. Nada estaba funcionando bien, todos los días podía notar consecuencias de aquella pelea, preguntándome si ella se sentiría igual o si habría encontrado algo de paz en los brazos de ese tipo. Cada día del último mes, era lo mismo en mi cabeza.

Un pequeño rayo de felicidad logró penetrar ante la noticia de Nicky, al menos a ella le estaba yendo bien después de todo. Llamó a primera hora en la mañana, invitándome a su casa a eso del mediodía. Intentaba no parecer un despojo frente a ella, me ayudaba a no sentirme tan mal, al menos una parte de mi vida podía funcionar como siempre, sin tener que sacar a Piper a la superficie. Inventé una buena historia para justificar mi ausencia en la clínica, y me la creí yo misma antes de hacerla creer a ella, porque así funcionan las mentiras. No hizo preguntas, ni una sola palabra sobre el estado físico tan deplorable que he llevado a cuestas en las últimas semanas, ni una sola sílaba para ahondar en mi estado emocional.

Las manos de Nicky buscaron entre los bolsillos de su chaqueta, hasta que finalmente, encontraron el pequeño estuche de madera, y al abrirlo, un precioso anillo de oro rosa. Un diamante de la misma tonalidad, con otras cuantas piedras preciosas alrededor, totalmente perfecto. De inmediato lo supe, esa era mi mejor amiga avanzando, en la dirección que la mayoría anhela y pocos consiguen. Logró arrebatarme una sonrisa genuina, una de pocas, de aquellas que tengo perfectamente contabilizadas, como si las racionara, como si tuviese miedo de agotarlas.

"He decidido proponerle matrimonio a Hazel esta noche"

Desde que la conozco, no la había visto tan comprometida, no me parecía extraño. La propuesta sería en un bar de karaoke, eso sí es novedad. He oído de personas que van a cruceros por el Caribe en busca de una propuesta romántica en la proa a la luz de la luna, otros más prefieren el clásico anillo en la copa, algunos más lo hacen en juegos de hockey, otros prefieren el baloncesto, y algunos más, al parecer, prefieren hacerlo en medio de un pequeño local repleto de gente desafinada. Nicky siempre había sido sencilla, y a la vez, fuera de lo común.

Mi asistencia, por supuesto, es obligatoria. La de Piper, no tanto como la mía, pero necesaria, porque he pasado una semana escuchando, en voz de mi mejor amiga: "Entiendo que no estén juntas, pero ambas son mis amigas, y no van a obligarme a elegir un bando". Y lo comprendo, a nadie le gusta ese dilema.

Las zapatillas se deslizan suaves sobre mis pies. Diez minutos, es lo que queda, así que no espero más y subo al auto.

Los nervios pueden ser tan desesperantes como estar atada de manos y pies en el fondo de un estanque, te falta el aire, tus músculos se contraen y estiran mientras buscas algún movimiento que logre llevarte a flote, tu corazón late al ritmo de un taladro y la adrenalina te corre por las venas. Y sí, también están esas ganas de echar fuera todo lo que contiene el estómago. ¿Ganas de llorar? Sí, porque siempre se dice que es bueno vivir en el presente, pero nunca se dice cuán difícil es.

Tan inevitable para mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora