Nacimiento del amor.

De ida y vuelta.

Mientras Tails corría a la selva, Amy y Sticks se dirigían a casa del zorro, cotilleando sobre cómo podría la tejón decir sus sentimientos sin golpear al muchacho o acusarlo sobre ser un agente del gobierno.

—¿Qué voy a decir?, ¿Qué hago?, ¿Y si en verdad es un triple agente?, no podría amarrarlo para venderlo al mercado negro ahora —farfulló Sticks quien, entre otras cosas, trataba de buscar un escape, para no tener que decirle en persona a Tails lo que ella creía sentir.

—Tranquila Sticks, solo deja que la situación te lleve y listo —respondió Amy con mucha confianza, aunque la erizo jamás le había dicho a Sonic que le gustaba, e inclusive negaba muchas veces que pasara, pero por eso trataba tan desesperadamente de hacer que Sticks lograra decirle a Tails lo que sentía.

—A mí nadie me va a llevar a ningún lado, primero hablare con Tails —contestó una confundida tejón.

Una vez llegadas al taller de Tails, y con Sticks teniendo su pelaje encrespado, tocaron la puerta unas cuantas ocasiones, pero no había nadie dentro. Las chicas intentaron probar suerte en la casa que estaba justo a un lado, más nada pasó igualmente.

—¿Dónde estará?, no es usual que Tails no esté en casa a esta hora —se inquietó Amy, tratando de mirar por una ventana cubierta por una persiana.

—¿Y si en realidad era un robot y regresó con sus malévolos amos? —murmuró Sticks, entrecerrando los ojos mientras Amy intentaba abrir la ventana.

—No lo creo Sticks, sabes que no es normal que él no esté, tal vez con los otros chicos podría estar, vamos a mirar —propuso la erizo, algo consternada por que el zorro no se encontraba en su taller u hogar.

En lo que las chicas buscaban a Tails, este se adentró en la selva haciendo movimientos extraños entre los árboles, saltando de rama en rama y tratando de balancearse entre las lianas imitando a Sticks, pero cayendo constantemente. Tails parecía tratar de asemejar los movimientos que miró de la joven tejón en tantas misiones que habían hecho, imitando una suerte de acrobacias que la mayoría de los intentos terminaban con él mordiendo el suelo, llenándose de barro.

—Esto es más difícil de lo que pensé, sin volar es complicado moverse, pero debo hacerlo —murmuró el zorro para si mismo en el suelo, levantándose una y otra vez.

Los intentos del muchacho por moverse naturalmente a través de la selva eran encaminados a impresionar a esa chica; o hacerse notar como mínimo para que ella pudiera sentir algo por él, creyendo que seguía una idea, cuando en realidad seguía a sus instintos.

Amy y Sticks buscaron a Tails por todas partes junto con los chicos por varias horas, el que no estuviera con ellos los preocupó demasiado. Buscaron en el pueblo, en las cercanías del volcán, en la playa, en todos lados que pudieron, pero su amigo no aparecía. Todo el día pasó, más la búsqueda había sido infructífera, Tails no se encontraba por ningún lado.

Aun cuando todos se habían separado para abarcar más terreno, solo Sticks tenía ventaja, ella podía seguir el aroma a aceite del pequeño zorro. Pasó horas en la selva siguiendo aquella esencia que estaba regada casi por todos lados, en los árboles y suelo, hasta que un sonido tenue y sibilante sacudió sus sentidos.

—¡¿Quién anda ahí?! —gritó alertada la tejón, mirando en todas direcciones a velocidad vertiginosa. Sticks se puso en guardia ante el extraño sonido que nuevamente llegó a oídos de la chica, quien se dio cuenta que provenía de los árboles.

Con gran agilidad, Sticks escaló hasta la cima de un árbol, encontrando a un muy sucio zorro, estaba durmiendo en una de las ramas más altas del árbol contiguo al que había trepado. Su pelaje estaba cubierto de lodo y hojas secas, rasguños inclusive y algunas ramitas que se alojaban en su pelaje.