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Mis ojos se acostumbran a la oscuridad rápidamente y sin darme mucha cuenta de lo que pasaba ya estoy corriendo en la oscuridad de la noche, ágilmente, haciendo del asfalto mi selva, de la luna mi guía y las estrellas mis compañeras, la presa no debe estar muy lejos, no corren tan rápido como nosotros, ni escuchan ni ven como nosotros, somos uno con la noche y ellos... el bocadillo.

Dejo que mi manada se adelante un poco mientras observo los alrededores. Algo no está bien, hemos corrido varios kilómetros y aún no puedo oler a los humanos. No parece que siquiera estemos cerca. Veo a los demás buscar, verdaderos lobos que alguna vez fueron hombres, modificados y hechos para ser voraces e imparables. Escucho un leve ruido a lo lejos y me pongo alerta, inmediatamente todos estamos en posición de ataque esperando... ¿Esperando qué?

Soy tacleado desde un costado y el sonido de la lucha se apodera del silencio, intento atacar a mi agresor pero ya no está sobre mi, no sé qué me golpeó y al parecer los otros tampoco, una solitaria farola ilumina la calle y una figura se alza tras ella, indistinguible, imposible. Corro hacia él pero soy golpeado en el pecho antes de siquiera acercarme, lanzo un zarpazo y logro tomar a mi agresor, se confunde con el negro de la noche, no podía ser, ellos... no pueden ser...

Reales. Tanto como yo mismo. Doy un vistazo al rededor y veo con una furia creciente a varios de mis hombres muertos, desangrados. Intento pelear con él, intento hacerle algún tipo de daño, pero es imposible, no hago más que golpear al aire y recibir puñetazos, una patada impacta en mi estómago y luego otra en mi espalda, dejándome sin respiración. No puedo morir así, no puedo dejarme vencer frente a ellos, la última generación de seres desarrollados.

Somos su examen. Su bocadillo.

Me levanto con esfuerzo y veo el pequeño dije que cuelga en mi cuello, una pequeña hoja de plata o al menos... lo que queda de ella, dada al alfa. Levanto la vista y me encuentro con una sonrisa burlona, dirijo mis garras rápidamente a su garganta y el olor a sangre inunda mi nariz, quería devorarlo, deleitarme con el sabor de su sangre en mi lengua y la sensación de mis dientes desgarrando su piel.

Pero en vez de eso corro. Me voy lejos de ahí. Espero que alguno de los otros haya podido escapar también. No los iba a dejar matarme, pero mientras corro sé que este sólo es el inicio.

Experimento 235Donde viven las historias. Descúbrelo ahora