⚠️ Fifteen ⚠️

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Por impulso, y a última hora, Isabel decidió entrar en una peluquería.

O quizá era una forma de intentar evitar lo inevitable.

Porque sabía que en cuanto volviera a casa, sería suya durante el tiempo que Manuel quisiera. Daba igual que intentara resistirse, que intentara disimular, que se dijera a sí misma que, al final, acabaría con el corazón roto.

Sólo podía pensar en él, en cuánto lo amaba, en cuánto lo había amado siempre.

Manuel la completaba como no podía completarla ningún otro ser humano.

Sí, eran tan diferentes como podían serlo dos personas, pero ¿no era eso precisamente lo que creaba una química irresistible?

Sólo se sentía viva a medias cuando no estaba con él y ya no tenía sentido negárselo a sí misma.
Después de arreglarse el pelo, Isabel decidió ir a tomar un café, pero tuvo que cruzar las piernas, casi sintiendo a Manuel entre ellas.

Media hora después llegaba a casa, pero antes de que pudiera sacar la llave del bolso la puerta se abrió.

—¿Para qué tienes un móvil si no lo llevas nunca?

Isabel pasó a su lado y dejó las bolsas sobre una mesita.

—Lo llevo... apagado.

—Ah, qué bien.

—¿Le has dicho a Antonio que espere un poco antes de pedir el divorcio?

—He sacado el tema, pero él no parecía tener ganas de hablar. Supongo que, en su opinión, esto ya no es asunto mío. Como no voy a representarlo.

—¿De verdad has dejado el caso? —preguntó Isabel.

—¿No me pediste que lo hiciera?

—Sí, claro.

—Pero pensabas que no iba a hacerlo, ¿verdad?

—No estaba segura.

—¿Qué tengo que hacer para que confíes en mí?

—No lo sé —contestó ella.

—Le he dado el caso a un compañero del bufete. Y a Antonio no le ha hecho ninguna gracia, claro. 

—¿Qué le has dicho, le has dado alguna explicación?

—No, pero sabe que estoy contigo, así que supongo que ha sumado dos y dos.
«Sabe que estoy contigo». Eso sonaba tan... informal.

—¿Qué has comprado? —preguntó Manuel entonces.

—Un par de cosas para el niño.

—A ver, enséñamelas.

Isabel sacó la chaquetita azul.

—Muy mona. ¿Crees que es un niño?

Como respuesta, Isa le mostró el vestidito rosa.

—Ah, no, ya veo que no.

—Aún no estoy decidida.

—Ya. ¿Y sobre la cena? ¿Has decidido si quieres cenar conmigo? —preguntó Manuel.

La verdad era que quería cenar con él, que quería pasar el resto de su vida con él. Pero, ¿cómo iba a decírselo?

—¿Dónde has pensado ir?

—¿Qué tal si te doy una sorpresa?

Maria Isabel se dirigió hacia la escalera, bolsas en mano.

—Muy bien. Dame diez minutos.

—Cinco.

—Siete.

Donde Hubo Fuego... Una Aventura Queda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora