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No era mal chico, o eso aparentaba. Caminé por el pasillo y me crucé con Wei, lo saludé y fui a mi habitación. Entré y me tiré en la cama. Así que el príncipe era un niño solitario... Nunca lo habría dicho. No parece una persona sola y triste. Me quité la ropa y me puse a descansar desnudo, qué bien se estaba. Comenzaba a hacer calor y yo no puedo vivir con calor, ojalá pudiera ir desnudo por la vida. Rodé hasta quedarme boca abajo al otro lado de la cama y me dormí. 

Desperté después de unas horas, me incorporé y me estiré, haciendo sonar mi columna vertebral vértebra por vértebra. Dejé caer los brazos y acaricié las sábanas. La imagen del príncipe sonriendo vino a mi mente. Se veía muy guapo, mucho, era....Me parecía... ¿adorable? No. No. Qué haces. Por qué piensas eso. Es un imbécil. Un niñato. Necesita llamar siempre la atención para que le hagan caso. 

Me levanté de la cama y me recogí el cabello en una cola de caballo alta. Escogí unas prendas bastante frescas y me vestí, pensaba entrenar. Miré por la ventana, era de noche. Quizás era de madrugada. Salí en silencio y caminé hasta la sala de entrenamiento de los capitanes, entré y cerré con cuidado la pesada puerta. Encendí unas cuantas velas y para calentar comencé por hacer carreras cortas, para luego pasar a hacer abdominales y flexiones. La imagen del príncipe no desaparecía de mi mente. Cada vez que pensaba en él... me parecía injusto. Injusto que él estuviera en mi lugar, injusto que fuera a heredar el trono. Sin darme cuenta se me hizo tarde, eran las 10:00 AM y yo seguía absorto en mis pensamientos, cultivando aquel desprecio hacia mi protegido por la situación de nuestras familias.

— ¿Qué haces tan temprano?

Me giré y vi a Wei.

—Entrenar. ¿Te sorprende? 

Se acercó y me peinó un poco.

—Ve a practicar con ZiTao.

Levanté una ceja y miré al suelo.

—¿Me podrías dar un poco de dinero?

—¿DINERO? ¿Qué has hecho con tu paga?

—No... no me han pagado 

Wei se rascó la nuca y balbuceó algo.

—De acuerdo, te daré dinero, en cuanto te paguen me lo devuelves. ¿Para qué lo quieres?

—Quiero ir a las fiestas y quizás invitar a alguna chica, no sé, quizás debería de empezar a buscar pareja. ¿No?

Wei me miró con una cálida y paternal mirada. Afirmó con la cabeza y se hizo a un lado para que yo me fuera. Sonreí y me despedí. Subí a la alcoba del príncipe y toqué en la puerta.

—ADELANTE SALVO SI ERES UNA MUJER, SINO FUERA, ESPERA. AH PERO QUE NO MIRES EH.

Contuve una carcajada y entré, estaba desnudo y de espaldas.

—Wei me ha dicho que quiere que entrenemos juntos.

—¿AH SI? —se visitó rápidamente y se dio la vuelta— ¡Genial! 

—Vaya entusiasmo.

Sonrió de oreja a oreja.

—Bueno, eres mi primer amigo.

Suspiré y me senté en una silla, esperando a que terminase. Lo miré de arriba a abajo y luego desvié la mirada a la ventana. Me sentía incómodo mirándolo. No sé porqué.

—¿Vas a ir a las fiestas? —le pregunté desinteresadamente.

Me miró y se acercó.

— No tengo pareja.

—Ni yo, pero no es excusa para no pasárselo bien. ¿Quieres venir conmigo?

Una sonrisa muy pura fue apareciendo en su rostro.

—Me encantaría.

Me levanté y le despeiné. Caminé hacia la puerta y me giré.

—Vamos, ¿a qué esperas? ¿No quieres entrenar conmigo?

Aligeró el paso y se acercó.

—Claro que quiero. Vamos a ver de qué madera estás hecho.

Alcé una ceja y salí al pasillo, él me siguió como si fuera un pollito y yo la mamá. Caminé por el pasillo y bajé las escaleras, él siguiéndome. Notaba su mirada clavada en mi nuca, lo cual era un poco incómodo. ¿Me veía como un modelo a seguir? Me paré y miré hacia atrás, sorprendiéndolo. Se sonrojó y me pidió perdón. Sonreí. Me parecía adorable, sí, mucho. Salimos a los jardines y lo miré.

—¿Prefieres entrenar en los jardines o en la sala?

Se quedó pensativo y se colocó un dedo sobre sus esponjosos labios en forma de bigote.

—Ahora que lo dices... Hace buen tiempo como para estar fuera, y en la sala nos asaremos...

—Entonces en los jardines, donde el otro día.

Se puso a mi altura, notaba su mirada, pero no me hablaba. Llegué a pensar que tenía algo en la cara. ¿Será que debo afeitarme? Seguí caminando hasta legar al lugar que ZiTao me había enseñado.

—Las armas las dejaremos para otro día, ¿vale?

—Oh, tengo mi palo de wushu en el templo. Podríamos entrenar con él. ¿No crees?

Afirmé. No era mala idea. Podríamos probar a entrenar el robar el arma al contrario.

La tarde pasó, y ya estábamos agotados y acalorados. Pero seguíamos entrenando. Tao cayó al suelo, torciéndose un tobillo. Me acerqué y le pregunté qué tal estaba. Me miró con cara de niño pequeño y me dijo que le dolía mucho. Examiné su tobillo, no tenía mala pinta. Pero si le dolía no podíamos seguir. Así que lo llevé a que se lo vendasen. Luego dimos un pequeño paseo y nos sentamos a tomar el té al aire libre. Me sentía cómodo con él, a pesar de tenerle un poco de rencor. No es que fuera mal chico.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora