Luces. Luces blancas, brillantes, cegantes. Ruidos, bocinas, muchedumbre. Mis pies, mi cuerpo, están débiles pero algo, alguien, me arrastra hacia la oscuridad y me obliga a poner fuerza para seguir corriendo. Mis pies se enredan y caigo de manos y rodillas al cemento duro de lo que parece ser una callejón. Aprieto los ojos y vuelvo a abrirlos para notar a un hombre acuclillado frente a mí.
―Vamos, debemos seguir ―me urge. Miro cada una de mis manos, sintiendo el ardor de las raspaduras causadas por la caída. Él me ayuda a levantarme y me carga en sus brazos.
* * *
―¿Me oyes, Nuria? ―dice el hombre que tengo en frente. Noto que estoy sentada en una cama, rodeada de gente.
El hombre tiene su ceño fruncido, sus ojos preocupados y sus manos en mis brazos como si quisiera sostenerme por precaución. Ahora que lo miro bien, lo conozco. Sé quién es y, a la vez, me es diferente. Es mi novio, el hombre con el que he estado por más de cinco años y con quien me veo por primera vez.
Cierro los ojos, aprieto los dientes y me tapo la cara con una mano. Siento un dolor de cabeza punzante, como si me estuvieran clavando un cuchillo en los sesos. El querer recordar, unir los hilos de mi vida, tratar de asimilar mis memorias, me genera una confusión tan grande que mi cerebro parece querer colapsar de tanto esfuerzo. Sé quienes son aquellos que me rodean e incluso la habitación en la que estoy me es familiar... pero a la vez todo es nuevo y no conozco a nadie.
¿Nuria? ¿Quién es Nuria?
―Debemos llamar a un doctor ―dice una mujer, y su voz me hace pensar que es mi amiga.
―No ―responde mi supuesto novio―. Es normal, solo necesita tiempo y descansar un poco más.
―Hay que meterla en el tanque, eso le hará bien ―dice un hombre, de voz más relajada.
―Necesita espacio, también ―comenta otro―. Dejemosla sola un momento.
No veo sus rostros, pero creo sé quién es cada uno por sus voces. Aunque... algo es diferente.
La puerta de la habitación se abre y se vuelve a cerrar, y me animo a abrir los ojos. Las cortinas de mi habitación están cerradas, la luz del velador está encendida y tengo la sensación que es de noche. Aún así, no tengo idea de cuanto tiempo ha pasado. O qué me ha pasado. No recuerdo nada de los últimos días y si lo intento ese dolor de cabeza punzante amenaza con aparecer.
Mi novio ya no me sostiene de los brazos, simplemente está sentado junto a mí en la cama, con esa misma expresión de preocupación.
―¿Tuve un accidente? ―pregunto y aclaro mi garganta. Siento la garganta seca, como si no hubiera hablado por mucho tiempo, ni tomado líquido.
―Te fusionaste ―contesta él―. Tu nombre es Nuria.
―Ese no es mi nombre. ―Él abre en grande sus ojos, como si mi contestación lo asustara―. Aunque tampoco sé mi nombre, solo... sé que ese no lo es, ¿o si?
―Sabía que algo estaba mal ―dice, levantándose de la cama, rascandose la barba―. Algo está muy mal. ¿Qué es lo último que recuerdas? ―pregunta, mirándome nuevamente.
―No lo sé.
―Vas a tener que hacer un esfuerzo.
―Estoy confundida.
Él suspira.
―Te encontré herida en un callejón, tuve que llevarte a mi casa y dejarte unas horas en el tanque para que pudieras sanar más rápido. No les he contado eso a tus amigos, ni he llamado a las autoridades ―confiesa, sentandose a mi lado nuevamente―. ¿Quieres decirme qué hacías en la calle? ¿Cómo llegaste ahí?
Mi corazón comienza a acelerarse, siento mis manos sudadas y me corre un escalofrío por todo el cuerpo. ¿En un callejón? ¿Herida? ¿Cómo pasó eso? ¿Qué... me hicieron? ¿Qué pasó?
―¿Soy una fusión? ―pregunto otra vez, sintiendome perdida. Él se toma un tiempo para contestar.
―Sí.
―¿Cómo ha de ser posible? ¿Cómo pude haberlo decidido? Tú me conoces, tú sabías que no quería, ¿cómo pasó esto?
―No lo sé pero, aunque seas una fusión, creo que no has perdido a tu original. Tú no eres completamente Nuria.
―Emma ―respondo. El nombre sale de mis labios sin siquiera haberlo pensado.
―Ni completamente Emma. Ella ya no debería existir.
![](https://img.wattpad.com/cover/143524415-288-k104553.jpg)
YOU ARE READING
Ciudad de Mariposas
Science FictionLa tierra estaba dando sus últimos respiros y todos lo sabíamos, aunque la mayoría decidía no admitirlo. Habíamos abusado de sus recursos por miles de años sin retribuirle nada, como si el fin fuera algo distante o imposible, de película. Poco sabía...