El Silencio Oscuro [BaekYeol] PAUSADA

Capítulo 2: Trost

         Los días que siguieron a la caída de la Muralla María fueron bastante caóticos. Las Tropas Estacionarias junto con otros grandes cargos intentaron organizar lo mejor que pudieron a todas las personas que se refugiaron en Trost y en otros Distritos al sur de la Muralla Rose. Sin embargo, con la pérdida del gran territorio entre las dos Murallas, era inevitable que no hubiese grandes consecuencias.

Al principio, la primera semana y quizás la segunda también, el ambiente había sido deprimente. La gente todavía lloraba lo perdido y todavía intentaba asimilar lo que había ocurrido.

ChanYeol, para su más grande alivio, había conseguido encontrar a SeHun. No pudo decir lo mismo de Seulgi, por más que buscó no la encontró. Y rezó para que se la hubieran llevado a otro lugar.

Al día siguiente de haber llegado a Trost, empezó a deambular por la ciudad, visitando los lugares donde había escuchado que habían resguardado a los ciudadanos de Shiganshina. En su camino, había detectado una pequeña mancha de pelo rubio alrededor de unos de los puestos donde estaban repartiendo comida. En un primer momento no estuvo seguro de que pudiera ser su amigo, pero al acercarse un poco más, no hubo duda alguna. Lo sorprendió con un abrazo desde detrás, consiguiendo sacarle un pequeño chillido. Y ChanYeol nunca lo admitiría, pero se puso un poco sentimental y puede que alguna que otra lágrima se le escapara al contarle a SeHun lo contento que estaba de verle y de que estuviera bien.

Los padres de SeHun y él se movieron a la plaza donde estaba la familia de ChanYeol, agradeciendo tener cerca caras tan conocidas. Esos días fueron relativamente bien, tan bien como podrían ir después de una catástrofe como la que había sucedido.

No obstante, con el paso de las primeras semanas y a una velocidad bastante alarmante, la comida empezó a escasear, al igual que otros recursos. Era algo bastante previsible. La Muralla Rose no tenía la capacidad para alimentar y proveer a su gente y a los de fuera. Pronto, las calles empezaron a llenarse de pequeñas peleas o incluso reyertas para conseguir comida, pues con suerte y repartían un pan por persona.

ChanYeol recuerda una vez que él y SeHun esperaban pacientemente en la cola por su ración diaria, cuando unos niños, no mucho mayores que ellos, intentaron tomar algo más de la cuenta. El agente de las Tropas Estacionarias de turno, les gritó unas cuantas cosas antes de darle una patada a uno de los muchachos.

Tanto él como SeHun, igual que mucha otra gente, habían apartado la mirada. ChanYeol entendía un poco por qué lo habían hecho. No le pareció muy justo, los demás estaban igual que ellos, pero tampoco había actuado bien el agente. ChanYeol notaba que todos estaban tensos en estos días.

La situación era muy precaria y los altos cargos decidieron poner en utilidad toda la gente que Trost y otros distritos estaban cobijando. Mandaron trabajar a todas aquellas personas capacitadas (incluidos los niños como ChanYeol y SeHun) en los campos que habían en el interior de la Muralla. Pero por muchos trabajadores que labraran la tierra, los cultivos no iban a crecer más rápido. De todas formas, el trabajo dio su pequeño fruto, después de largos meses encorvados arando la tierra y recogiendo todo aquello que creciera, el escenario mejoró un poco. Solo para empeorar de nuevo a una velocidad drástica. Demasiada bocas que alimentar y tan pocos recursos que utilizar. Si no encontraban una solución pronto, la tasa de mortalidad por hambruna aumentaría.

ChanYeol nunca fue muy dado a rezarle a Dios, mucho menos después de ver cómo la Muralla caía con una facilidad humillante, pero cada noche pedía, simplemente pedía, no ver un cuerpo delgaducho más, tirado en algún rincón de las calles, antes de que alguien de las Tropas Estacionarias se lo llevara.

Si se paraba a pensar, tanto su familia como la de su mejor amigo, habían conseguido durar un año en aquellas condiciones.

—Hoy por la mañana, mientras esperaba a mi turno, escuché a unos agentes hablar entre ellos —murmuró Yoora.