Me llamo Alejandro, y les voy a contar la historia de como descubrí mi homosexualidad.
Todo comenzó un día.
Me encontraba durmiendo profundamente, escuchando sonidos molestos emitidos de la boca de mi madre, gritando una y otra vez.
-Alejandro. Te me despiertas ya mismo, es tu primer día de clases.
-Agh–gruño molesto, para luego echar una mala mirada y alistarme.
-
Los pasillos del nuevo colegio parecían interminables, y sólo me guiaba por una luz que conducía al final del pasillo. Y no, no es que este muerto, es que esa luz llevaba a la puerta del salón de clases que desconocía.
Abrí esa puerta, nervioso y confundido por lo que fuera a encontrar.
Y wow, con lo que me encontré.
Siempre estuve seguro de mis preferencias sexuales, hasta que él se interpuso en mi camino.
Literalmente, se interpuso en mi camino, chocándome y haciendo caer.
-Oh perdona! Ando un poco distraído. Me llamo Raul– ríe pasándome una mano, ayudándome a subir.
Es morocho, un poco bajo y con los ojos marrones caca.
Además de tener los dientes perfectos, es tan tierno que fácilmente lo confundiría con winnieh de pooh.
¿Cómo puede ser tan jodidamente sexy?
-Soy Alejandro, un gusto.– respondí acomodándome los lentes.
Tengo que admitir que sentir su cálida mano sujetando la mía mientras me ayudaba a subir hizo que me sonrojara un poco.
Supongo que pensar que un hombre es súper sexy, no te convierte en gay. Pero lo mejor viene después.
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Raulandro
RomansaSi. Esta es una típica historia cliché, pero en este caso gay. Todo comenzó cuando lo conocí. Esa misma tarde ya tenía corazones de todos los colores rodeando su nombre en todos mis cuadernos. Y no, no es que sea un inmaduro con 15 años. Es que reco...
