16.Herida Cerrada

1.4K 101 32
                                    

En la obscuridad del calabozo solo sus orbes chispeaban de ira y dolor, el bello vestido escarlata fue raído por el fuete que midió cada centímetro de su piel, que hasta entonces había creído que solo sería acariciada por seda, la peineta que adornaba su pelo desapareció en algún momento y sus cabellos volaban de un lado al otro, libre como ella no podía decirse.

Recibió un castigo ejemplar ante su mirada, eso era lo que más le dolía, ver su rostro incompasivo dando órdenes de cada silbido del látigo, le llamo asesina, le culpo abiertamente. Aquel espectáculo termino con un sanguinario interrogatorio por parte de la princesa Rin, pues su querido Inu se retiró a cuidar de su amada.

Cuando él la acuso negó lo acontecido trato de dar su mejor actuación al hecho para evitar el castigo que le aguardaba, pero ni la cara más linda ni el llanto más lastimero lo convenció de lo contrario y el asunto se puso peor cuando al llegar al palacio atada por los guardias, su padre se encontraba de rodillas suplicando por su vida a costa de la suya, se escudó dejando claro que la idea fue de Kikyo y no de él, se trató de justificar explicando que su única participación fue consiguiendo el veneno, pero que desconocía su uso.

Tuvo una leve luz de esperanza cuando Yonghwa fue encarcelado, por ser el arquero que le prestó ayuda, pues conocía que en fondo aquel desgraciado se hallaba profundamente enamorado de ella y era posible que por amor le exonerara de toda culpa, pero no fue así y los ministros junto a la princesa Rin que tomo el papel de juez principal dieron sentencia definitiva aquella misma tarde.

Se les condeno a recibir 30 y 50 latigazos según sus condiciones, ser apedreados en la vía pública para finalmente ser decapitados al día siguiente.

- ¡¿Por qué?! - grito lamentándose por su destino, golpeo el piso lleno de barro con ambas manos, las cuales un día estuvieron llenas de sortijas pero hoy se encontraban vacías - ¿por qué no me amaste?, ¿por qué me olvidaste? - dijo escondiendo su rostro entre sus manos - si ella moría tenías que volver a mí, no castigarme, te libre de una pesadilla, te libre de un demonio, tu necesitabas eso, así seriamos felices.... Soy tu amor, tu mujer, ella no te ama como yo.... ¿Escuchaste Inuyasha? ¡¡ ella no te ama como yo!! - grito aferrándose a las rejas de su cárcel.

- ¡¡Ella tenía que morirse, si no eres mío no serás de nadie!! - volvió a gritar

- A callar - ordeno el guardia que la vigilaba

- Maldito imbécil, como osas callarme, ¿sabes quién soy? - le amenazó - soy Kikyo, la mujer más bella de Jeju... De Joseon entero, esposa....Única esposa y mujer del general  Inuyasha -

- Cierra la boca, víbora - le dijo el guardia golpeándola en el estómago con una vara de bambú, que la llevo a quedar tendida sobre el barro y moho.

Sus manos temblaban de frio y dolor, se cubrió el rostro con sus manos llenas de lodo y sangre para después jalarse los cabellos como loca esquizofrénica, estaba al borde del delirio, su odio la consumía y la llevaba de la mano a la locura.

Fuera de las mazmorras el general  Inuyasha seguía esperando ansioso los resultados del método utilizado para salvarle la vida a su princesa, mientras a su vez pensaba meticulosamente lo sucedido una parte de si aún se negaba a aceptar que esa buena chica que él conoció se convirtió en un monstruo al que le quitarían la cabeza al salir el sol.

Se sentía culpable por la locura de aquella mujer que por amor enfermizo a su persona la llevo a cometer aquella atrocidad.

Ahora todo concordaba, Ayame le conto toda la información que se recabo en la investigación secreta que se hizo sobre la vida mezquina que llevo, sino hubiera tratado de asesinar a su esposa, estaba seguro que le perdonaría sus pecados pues no tuvo una vida fácil, la cual la llevo a cometer un sin fin de atrocidades como robo, prostitución, asesinatos, estafas, usurpaciones de identidad, etc, obviamente siempre supervisada por aquel viejo al cual un día creyó un hombre admirable por la forma de llevar sus negocios.

Cicatrices...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora