Le costó abrir los ojos, pero con la ayuda del sol que caía directo sobre sus párpados pudo hacerlo. Tuvo que pestañear un poco para acostumbrarse a la iluminación, pero luego de haberse sentado y refregado apenas la cara logró despabilarse por completo.
—Hmm... ¿qué rayos pasó...?—susurró antes de sentir un fuerte y punzante dolor de cabeza que lo obligó a llevar una mano a la zona dolorida. Apretó los dientes soltando a la vez pequeños quejidos de dolor que se fueron apaciguando cuando escuchó el piar de los pájaros. Eso le hizo regresar su atención a la realidad, dándose cuenta de que se encontraba en las afueras.
Ahora estaba más confundido que antes.
Con esfuerzo, pues sus piernas también dolían, se levantó como pudo... o al menos lo intentó, porque sus pies pisaron algo que lo hizo temblar y darse de cara contra el suelo. Contra la tierra llena de ramitas.
Todomatsu se levantó ayudándose con sus brazos, tosiendo y escupiendo las hojas y piedritas que habían entrado a su boca junto a los restos de la tierra. Frunció el ceño, viendo mejor donde estaba y comprendiendo que se encontraba en un bosque. Uno de grandes árboles, que parecía que no hacían nada más que extenderse hacia arriba. Ni siquiera llegaba a ver el final de sus copas.
Tragó saliva, poniéndose de pie, esta vez sin caer.
De repente se sintió como cuando era más pequeño y había descubierto la inmensidad del cielo. En ese instante se había sentido chiquito, insignificante y volvía a sentirse de esa manera ahora.
Lo peor era que no podía recordar nada.
Sabía quien era, donde vivía, que era parte de unos sextillizos peculiares y que era precisamente el número seis de ellos. Pero... no recordaba como había llegado a ese enorme bosque.
Bajó la cabeza aturdido por tantas preguntas que le llegaban a la cabeza y fue por eso que sus ojos chocaron con sus zapatos. Tenía puestas unas medias blancas que llegaban hasta un poco antes de sus rodillas y unos zapatos de charol color rojo. Pero eso no fue lo peor.
Podía ver perfectamente los volados de la falda del vestido que estaba luciendo.
Se sobresaltó, agarrando los bordes y estirándola para verla mejor. No era que él odiara ponerse vestidos, porque en realidad tenía mucha experiencia en eso, pero despertar vestido de mujer en un bosque sin recordar nada no daba buena espina... ¿Acaso lo habían drogado? ¿Secuestrado? ¿Abusado? Al pensar en esa última posibilidad llevó su mano por debajo de la prenda, confirmando con alivio que tenía puesta su ropa interior y que no le dolía nada en ningún lugar extraño.
Suspiró con más tranquilidad... hasta que una ráfaga de viento lo hizo sentir algo extraño en su espalda. Volteó, descubriendo que tenía atada al cuello una capa roja que llegaba casi hasta el suelo y que ahora ondeaba con la brisa. Todomatsu comprendió entonces que al intentar levantarse la primera vez había tropezado con ella y frunciendo el ceño, decidió quitársela para no volver a correr ese riesgo.
Pero no pudo.
Por más que intentó deshacer el lazo que sostenía la capa, éste parecía burlarse de él quedándose tal y como estaba. No importaba cuánto lo estirara o mordiera, el nudo no se deshacía con nada. Pasados unos minutos decidió desistir y pensar en una manera de regresar a casa... aunque primero debía averiguar donde estaba.
Giró la cabeza en todas direcciones, buscando algo o alguien que pudiera darle indicaciones, pero solo encontraba bosque y más bosque a su alrededor. Decidió caminar despacio, ignorando lo adolorido que estaba. Prefería aguantarse el dolor ahora para poder llegar rápido a su hogar antes que esperar a que se le pasara y seguir más tiempo ahí varado como un tonto.
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Con los colmillos en el cuello
FanfictionTodomatsu despierta en un bosque extraño con la típica ropa de Caperucita Roja, pero no logra recordar nada de cómo llegó allí ni encontrar a nadie conocido. Todo esto parece un mundo nuevo del que no sabe cómo salir, pero a medida que explore se ir...