El tintineo de dos cristales al chocar fue lo que lo hizo abrir sus ojos de a poco. Le dolía mucho la cabeza, pero aún así se esforzó por despertar. Se encontró con un techo de madera y pudo percibir lentamente como su espalda era acogida por una textura suave y mullida. Estaba en una cama, eso era seguro. Había terminado de confirmarlo gracias a la placentera sensación de estar cobijado bajo una manta.
—Oh, ya despertó—dijo una voz femenina. Todomatsu se dio cuenta de que era la misma de antes, aunque no debió seguir hipotetizando: La mujer que lo había encontrado, luego de haber caído al arroyo, se le acercó de manera tal que pudo volver a ver sus curiosos ojos violáceos—. ¿Estás bien, pequeño? Tenías unas heridas muy feas, pero no te preocupes: ya te coloqué el ungüento—explicó, sonriéndole. Totty pestañeó, intentando captar lo que decía e incluso queriendo agradecer, pero solo pudo emitir un pequeño quejido—. Ay, pobre niño, debes estar muy adolorido... No te esfuerces, ¿sí? Estás a salvo conmigo y con Kara, no te haremos daño. Puedes dormir un rato más—susurró, acariciando su cabello.
Las caricias lo sumieron en un sueño nuevo.
Corría por el bosque. Corría, corría y corría. Los árboles parecían crecer a medida que aceleraba el ritmo de su huida. Las ramas que poseían se pelaron de hojas y se extendieron al cielo nocturno en el que las lechuzas no dejaban de cruzar, emitiendo a la vez alaridos que no eran propios de su especie. Los troncos que lograba ver, con la poca luz que la luna emitía, le empezaron a parecer aterradores pues se deformaban en rostros de agonía.
El aullido de un lobo. Un par de colmillos.
Plumas negras comenzaron a caer a su alrededor. No tenían freno, por más que corriera, por más que buscara esconderse. Intentó gritar por auxilio, pero de su boca solo salieron arañas que caminaron por todo su rostro y se le metieron por los ojos.
Se despertó de golpe, sentándose en la cama -consiguiendo un gran dolor por eso, debido a sus heridas- mientras gritaba todo lo que no había podido en el sueño. Respiraba agitado, las lágrimas caían por su rostro e intentaba darle la orden a su cerebro de que cerrara su boca, pero éste no parecía querer colaborar.
La habitación que hasta entonces había estado a oscuras se iluminó tenuemente con la luz de una vela. Todomatsu miró en esa dirección, encontrándose de nuevo con la mujer que lo había encontrado. Al parecer la había despertado -ella dormía en el suelo- y ahora se dirigía a él.
—Tranquilo, tranquilo—Aunque no dejaba de gritar, pudo escuchar a la perfección la voz de la fémina. Incluso sus músculos se relajaron cuando vio como estiraba su brazo para frotar delicadamente su espalda—. Solo fue una pesadilla, calma. Puedes dejar de gritar. Nada de lo que viste o sentiste fue real.
Todomatsu empezó a serenarse, dejando de gritar en el proceso.
Cuando todo quedó en silencio, pudo oír el fuerte aullido de un lobo.
Se sobresaltó, recordando a aquel licántropo que parecía ser su hermano mayor pero que no lo era ¿Sería él el que estaba aullando en ese instante? ¿Habría venido para comérselo?
—No te asustes, solo es Kara—La mujer le palmeó el hombro un par de veces, llamando su atención. Desde que había oído al lobo no había dejado de mirar por la ventana. Al ver su cara de confusión, ella pareció recordar algo—. Oh. Es verdad. No me he presentado. Es normal que estés asustado, entonces. Lo lamento mucho. Vivir sola en este bosque me hace olvidar muchas cosas como la cordialidad—Se disculpó, terminando por sonreírle—. Mi nombre es Ichiko, soy una... bueno, creo que es mejor que te lo diga ahora, para que no te lleves otro susto cuando logres salir de la cama y ver mis estanterías llenas de pócimas y brebajes. Soy una bruja—confesó, logrando que Todomatsu abriera los ojos sorprendido.
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Con los colmillos en el cuello
ФанфикTodomatsu despierta en un bosque extraño con la típica ropa de Caperucita Roja, pero no logra recordar nada de cómo llegó allí ni encontrar a nadie conocido. Todo esto parece un mundo nuevo del que no sabe cómo salir, pero a medida que explore se ir...