Elena volteó a verla, mientras se quitaba las pequeñas gotas de sudor de su frente. Helen le había ordenado limpiar la casa, que consistía de dos cuartos pequeños, una cocina pequeña, un baño, y una sala. Todo – nítido. Helen jamás limpiaría. Todo debía hacerlo ella.
Ya había pasado un día entero - y aún Elena seguía sufriendo. Pero una parte de ella, como una vez dijo la famosa Ana Frank, sabía que aún había amor en los corazones de las personas. Ella estaba esperanzada que Helen aún tenía amor - aunque no se lo mostrara.
Helen estaba sentada en el sillón, viendo otra novela de las siete que miraba al día. Y estaba fumando de nuevo. Gracias a ella, la casa apestaba a cigarrillo, y con nada se le quitaba.
Terminando de trapear, Elena se fue a lavar el trapeador. Al terminar, regresó a la sala emocionada. Había terminado al fin. Ahora, podría salir un rato a jugar afuera.
“Helen, ya terminé,” dijo orgullosa. “¿Puedo salir a jugar ya?”
Silencio.
Helen se levantó, y le sonrío. “¿Enserio?”
Y dejó caer el cigarrillo al piso. Con una sonrisa en el rostro, lo aplastó con su pie, y su sonrisa desapareció.
“No me vuelvas a molestar, Elena. Cuando terminas, te vas o te pierdes. No soy tu mamá para que me andes siguiendo a todos lados. Limpia eso y te quiero en la casa temprano.”
Y se fue, dejando el televisor encendido y una mancha negra en el suelo.
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El olor a plátano frito le encantaba a Elena.
La verdad, cualquier olor de comida le encantaba.
Era una de las comidas que había aprendido a hacer por sí sola, y ahora es su comida diaria. Elena era una niña inteligente – no había duda de eso.
Al terminar de freír, apagó la estufa y puso todos los plátanos fritos en dos platos. Uno para Helen, y otro para ella. Ya había preparado el último huevo, y lo dividió en dos. Iba a poner los platos en la mesa, cuando –
“¡ELENA!”
Y los platos cayeron al piso.
Oh no, no de nuevo.
Lágrimas empezaron a salir inmediatamente, pero era muy tarde. Helen entró en la cocina.
Esa era la vida de Elena. Algo pasaba – cometía un error y ese error la llevaba al dolor. Y esa fue otra noche dolorosa, donde lo único que Elena deseaba era amor – pero todo lo contrario se le dio.
"¡Sólo f-fue un p-plato!"
Gritaba, pero nadie escuchaba.
Y ese fue el día donde Elena vio a Helen a los ojos y a su alrededor, y se dio cuenta que estaba sola.
Que era fea.
Que era un desperdicio de espacio.
Que realmente no le importaba a nadie.
Que nadie la amaba.
El próximo capítulo será diferente. Espérenlo. -Vanessa.
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Tráeme la Primavera
Teen FictionElena es una niña de ocho años, que vive bajo los mandatos y caprichos de su supuesta madre, Helen Rivas, una mujer drogadicta y alcohólica. El problema no es como o donde vive, oh no, el problema es Helen. La mujer que la maltrata físicamente y la...