➤Final

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Los rayos débiles del sol atravesaban las ventanas iluminando levemente el aula, la leve brisa del viento movía las cortinas mientras que algunos pétalos del gran árbol de cerezo se infiltraban en el salón de clases, el reloj colgado en la pared indicaba las seis de la tarde y los latidos de mi corazón se adueñaban del ruido en el vacío salón.

Miedo. Esa palabra describía a la perfección el sentimiento que más se ahogada en mí. Tenía miedo. El ritmo de los latidos de mi corazón aumentaron notablemente y tú todavía no habías llegado.

¿Y si le ocurrió algo? ¿Se le habrá olvidado que lo cite? ¿Qué tal sino quiere verme...?

Sacudí la cabeza tratando de deshacerme de aquellas ideas, aunque no pude evitar sentirme nervioso. El tic tac del reloj comenzaba a desesperarme, por un momento pensé en saltar por la ventarme y escaparme, pero sabía que ibas a llegar, porque tú eras así.

No te gusta abandonar a los demás.

El arrepentimiento cruzaba por mi mente y el valor poco a poco comenzaba a desvanecerse.

¡Maldición! ¿Por qué estoy tan exasperado si se trata de ti?

— ¡Lamento llegar tarde, Todoroki-kun! Tuve algunos problemas con Uraraka-san al venir... — Sonreíste nerviosamente mientras escondías tu mano detrás de tu cuello apenado. Tus cabellos estaban hechos un desastre al igual que tu uniforme y por tu rostro recorrían algunas gotas de sudor.

— No te preocupes por eso, ¿Estas bien? — Me acerque un poco a ti preocupado al ver tu estado. Tus mejillas enrojecieron rápidamente mientras negabas rápidamente con las manos.

— ¡E-estoy bien! No tienes porque preocuparte... — Desviaste un poco la mirada nervioso — ¿Q-qué es lo que necesitabas decirme, Todoroki-kun?

Inhale todo el aire que pude tratando de mantener mi semblante serio.

— Me gustas, Midoriya.

Tus ojos esmeraldas me miraban fijamente, tus manos extendidas a tus costados dejaron de temblar y tus labios se abrieron levemente por la impresión. Cada segundo en silencio parecía eterno, incluso podía sentir como si aquel silencio me ahogara logrando que mi respiración disminuyera y un cosquilleo se insertara en mi estómago.

— ¿E-es una clase de broma? — Desviaste tu mirada hacia el suelo mientras jugabas nervioso con tus dedos. — A-a mi... ¡A mí también me gustas!

Cerraste los ojos y los puños fuertemente. Tus mejillas se sonrojaron mientras que las lágrimas comenzaban a salir por tus bellos ojos. Tus pecas resaltaron notablemente provocando una imagen totalmente adorable ante mis ojos. Me acerque a ti y con cuidado me deshice de algunas lágrimas con las yemas de mis pulgares para después abrazarte fuertemente tomándote por sorpresa.

— Me alegro... — Tus manos temblorosas rodearon mi torso mientras ocultabas tu rostro sobre mi pecho. Totalmente adorable. — Midoriya...

Tome entre mis manos tu rostro recorriendo con las yemas de mis dedos cada peca que adornaba tu rostro. Tus ojos brillaban por haber llorado minutos antes, tus mejillas aun conservaban el color carmesí y tus labios rosados parecían llamarme.

Nuestros rostros comenzaron acercarse como un par de imanes. Como si aquel momento fuera tan anhelado por nuestros corazones. Parecía tan irreal. El que tú correspondieras mis sentimientos y el que ahora te tenga entre mis brazos, parecía algo totalmente fuera de este mundo, pero al mismo tiempo tan bello.

Como si fuera un sueño. Uno del que nunca quisiera despertar.

Nuestros labios se unieron torpemente confirmando los sentimientos por el otro. Después de un par de segundos ambos nos separamos y nos miramos a los ojos.

Tus hermosos ojos me miraban, me miraban detalladamente como si quisieran memorizar todas mis facciones mientras pequeños suspiros salían de tu boca.

Todo parece un sueño, el más hermoso hasta el momento.

Porque solo tú logras estimular todos mis sentidos, es como si no fueras un humano. Incluso el aire se siente peculiar cuando estás cerca y el mundo parece brillar.

Porque solo tú logras todo esto en mí.

Solo tú, mí querido Izuku. 

Los pensamientos de Shoto; TodoDekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora