Capítulo 7

183 16 19
                                    

Una semana... Llevaba una semana sin verla. Siete días ponsando en ella, encerrada en esta habitación. No quiero hacerme la víctima ni nada por el estilo, además, aquí la que más sufre es ella y yo lo reconozco, pero yo también lo estoy pasando mal. Sus palabras me dolieron. Y me hicieron recapacitar y pensar mucho. Ana tenía razón. Estaba acostumbrada a estar por encima de cualquiera, había sido criada engre diamantes como quien dice. Mi padre me ha consentido desde pequeña y por eso soy así. Pero no es mi culpa. Me han educado así. Sé que no soy la mejor persona del mundo ni de este hotel si quiera, pero tengo sentimientos y las cosas también me causan dolor. Y lo que me dijo provocó mucho dolor en mí, sobre todo cuando vi las lágrimas salir de sus ojos. De eso ojos tan mágicos. Estaban apagados cuando me miró. Y a mí me gustaban cuando desprendían luz. Ella era luz. Suena cursi pero me siento así. No sé qué me está haciendo esta mujer pero en cuestión de días me ha cambiado totalmente. Nunca llegué a imaginar que podría pasarme algo así. Bueno, supongo que ya con ella no pasará nada. La he cagado. Y por eso llevo una semana atormentándome y haciéndome preguntas a cada minuto. Y siempre volvía a mí esa pregunta... ¿Por qué no vas a por ella? Tenía unas ganas infinitas de verla. Y de besarla. ¿Y por qué no? Claro que sí, iré a por ella. Y tengo la escusa perfecta, todavía quiero aprender surf. Y ella es la mejor profesora.

Me pongo el bikini y me preparo mentalmente. Voy a ir a la playa. Pero esta vez de día, nada de ocultarme en medio de la oscuridad de la noche. Sabía que estaban mis amigas allí pero me daba igual, esta vez no iban a influir en mis decisiones.

- Hola - la saludo cuando llego a su altura. Ella se gira y me mira entre alegre, dolida y sorprendida - Vengo a hacer surf.

- Están tus amigas ahí...

- ¿Y qué? La que quiere aprender soy yo, ellas no importan. - cojo una tabla y la coloco en la arena. Ella no tiene más remedio de ceder a mis peticiones. -

- Bueno, colócate entonces.

- Es que se me ha olvidado cómo colocarme, ¿me ayudas? -

- ¿Seguro que no te acuerdas? - arquea las cejas.

- No me acuerdo de nada.

Entonces, como el primer día, coloca sus manos en mi cintura y ma ayuda a colocarme bien. En verdad sí que me acordaba pero quería sentir su tacto. Estaba tan agusto. Sentaba muy bien eso de poder estar con ella sin tener que esconderme. Además, hoy por fin había entrado en el agua con la tabla y estaba muy contenta.

- ¿Me has visto? Ya me pongo de pie. - sonrío -

- Sí, muy bien - me sonríe de vuelta -

- Eres la mejor profesora - le beso la mejilla y ella se muestra incómoda. -

- Anna...

- ¿Qué?

- ¿Qué haces?

- Nada... ¿No puedo darte un beso en la mejilla?

- No, tus amigas están mirando...

- Me da igual lo que piensen. 

《 Ana 》

Qué mujer. Me está volviendo loca. No sé qué le ha dado que se ha presentado una semana después en la clase. Y me ha besado en la mejilla. Me ha parecido tan dulce. Pero no me puedo hacer ilusiones. ¿Quién no me dice a mí que está jugando conmigo y que mañana se me mandará a la mierda otra vez? Pero no le ha importado que estuvieran sus amigas delante, eso es bueno, ¿no? No sé, yo ya no sé qué pensar. Esta mujer me descoloca por completo.

Es impredecible. Nunca sabes por dónde te va a venir ni lo que va a hacer. Puede tanto reírse de ti como plantarte un beso sin que te lo esperes. Es fabtástica. Nunca había conocido a alguien como ella. A veces me saca de quicio y me hace enfadar pero cuando está de buenas me derrito con ella. Se la ve una chica cariñosa. Yo pensaba que nunca podría verla de esa manera, que nunca podría acercarme a ella, pero veo que no tenía razón. Y me alegro de no haberla tenido. Porque tengo muchas ganas de conocerla. Aunqie me haga enfadar y me haga sentir mal en algunas ocasiones.

Estoy recogiendo la última tabla de surf cuando alguien pone su mano encima de la mía. - ¿Te ayudo? - La miro y sonrío -

- ¿Qué haces aquí? - coloco la tabla.

- Me he dejado algo -

- ¿El qué? - me agarra de la cintura y me besa. Esta vez no es un beso tímido ni corto, ahora me besa apasionadamente. - Anna...

- ¿Si? - pasa el dedo por mi labio inferior mientras ella se muerde el suyo -

- Nada. - la miro fijamente y sonrío -

- Pues si no vas a hablar dame un beso, ¿no?

- Te lo daría si te lo merecieras - bromeo para picarla -

- ¿No me lo merezco? - niego con la cabeza - ¿Ah no? Tú te lo has ganado - me coge en brazos y se mete conmigo en el agua. -

- ¡Anna! ¡Está fría!

- Te aguantas, que cuando haces surf bien que te metes.

- Eres mala - me río

- ¿Yo? Para nada.

- Ya.. - se queda mirándome - ¿Qué pasa? ¿Qué miras?

- Nada, que estás muy fea con el pelo mojado.

- Mientes muy mal - salgo del agua -

- ¿Me dejas una toalla?

- Sí, claro. - entramos en mi cabaña y le doy una toalla del baño. Me da un poco de vergüenza que entrara en mi casa, era una cabañita humilde, estoy segura que su habitación es más grande que toda ella -

- Muy bonita tu cabaña - se seca el pelo. No sé si lo estaba diciendo para cachondearse o lo decía en serio - ¿La has decorado tú?

- Sí..

- Tienes buen gusto. A la vista está. - se señala con chulería y me hace reír -

- ¿Y si solo te he seguido el beso por pena? A lo mejor lo hacía por ser cortés.

- No te puedes resistir a esta rubia y lo sabes - suelta la toalla y se acerca a mí desafiándome con la mirada -

- Te recuerdo que fuiste tú la que me besó primero, de hecho siempre has sido la que ha dado el paso, yo no he hecho nada. - sonrío. -

- ¿Te parece poco sonreír de esa manera? Vas provocando.

Un verano perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora