Sempiterno

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Seleccionar una carrera dentro del concepto de artes siempre fue algo que estaba en mis planes, aquella posibilidad de poder expresar todo lo que uno contenía en su interior sin necesidad de palabras y dejándolo libre para que el resto llegara a su propia interpretación, exponiéndose de una forma en que los demás también sintieran partes de su alma expuestas a partir de los ojos del otro. Sin embargo, lo difícil de aquello era qué seleccionar para que mi madre, quien crio de mi por su cuenta al no recibir jamás el apoyo de aquel que simplemente la abandonó a su suerte con un hijo en su vientre que ahora debo llamar padre y sigo sin conocer, no tuviera que preocuparse de que no fuera a ser feliz o que me viera en un mundo complejo donde lo individual y monetario eran prioridades ¿En qué minuto habíamos llegado a ese punto en el que el resto dejó de importar?



Siempre fui un alumno de excelencia, no por talento natural ni por ser beneficiado en los conocimientos, sino que por mi esfuerzo, por esas horas de sueño perdidas para conseguir aprender cada concepto de las diversas materias, por esos tiempos libre que en vez de tener una pelota en mis pies tuve un libro en mis manos, y por aquellos fin de semanas en los que en vez de salir de fiesta decidía quedarme ayudando a mi madre en casa para luego simplemente disfrutar de un descanso más que merecido. Y si me preguntaran si repetiría aquello y lo consideraría infancia pues diría que sí, ya que el ver la sonrisa en el rostro de mi madre y la forma en que cuidábamos uno del otro fue una hermosa infancia para mí.



Al avanzar la edad vi que disfrutaba el movimiento corporal, la hermosa sensación de expresar todo en movimientos libres y dejar a las palabras en segundo plano, de llegar al corazón de la gente con un simple estirar fino de brazos, fue ahí que descubrí mi verdadero camino dentro de la confusión de lo que respectaba al arte: el baile, aunque fuera de lo más difícil para subsistir, era lo que llenaba mi alma en formas inimaginables, y ahora encontrado no podría dejarlo ir. Claro que mi madre se asustó por mi futuro, ser bailarín no es para nada una profesión segura o que asegure un futuro maravilloso, pero cuando bailé para ella y vio mi sincera sonrisa cubrir todo mi rostro supo de inmediato que estaría bien por el resto de mis días, que no debería preocuparse por mí, que seguiría siendo el chico maravilloso que ella había criado, y que mantendría mi felicidad día a día.



Hora de dar el examen de ingreso, de poner todo lo que había aprendido a prueba y de ver si realmente sería alguien exitoso siguiendo este camino que había escogido para mi ser interno. Dejé que cada movimiento fluyera al son de la balada seleccionada, para luego mostrar mis habilidades en aquella canción repleta de tonos que provocaba emoción, y la emoción luego fue mía cuando los jueces del examen aprobaron mis dos bailes por completo, dándome ingreso becado a la Universidad de Seúl, mi sueño seguía cumpliéndose y mi gran apoyo seguía ahí, el chico de la sonrisa, cabello negro y corto, que siempre usaba un pantalón cómodo, una polera holgada con un polerón en esos días de frío, y que usaba sus zapatillas deportivas hasta que realmente tuviera que comprar otras había alcanzado la gloria finalmente ¿Qué más podía pedir, si parecía que mi propio sol seguía brillando con fuerza ante todo lo que pudiera intenta bloquearme? Pero siempre tendría aquella nube blanca que cubriría un par de rayos, una sombra que no sabía si algún día lograría llenar.

Conexiones vitales (BTS AU Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora