Parte IV

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He hablado con mi hermano esta misma tarde y me ha dicho que cree que lo estoy reemplazando contigo, Jimin, cree que te veo como un hermano mayor y me ha hecho un berrinche por el teléfono. Más allá de reírme, me fue tan extraño no saber qué decirle. La verdad no es una posibilidad después de todo. No puedo contarle la clase de pensamientos que tengo cuando te me cruzas.

He pensado en eso el resto de la tarde, a pesar de estar exhausto, no he podido conciliar el sueño. La práctica de esta mañana aun me tiene con los músculos tensos, lo que es extraño, pues no me he exigido hasta mi límite. Creo que se debe a la falta de descanso. Han sido unos días difíciles en ese departamento; las pesadillas me visitan nada más cerrar los ojos. Las mantas me dan calor, las almohadas son rígidas, el colchón demasiado duro.

Te veo cruzar el pasillo con tu cepillo de dientes en la mano en dirección al baño y esa es toda la señal que necesito. Tengo una idea y no lo pienso dos veces. Salto fuera de mi cama y me dirijo a tu cuarto. Jung Hoseok está dormido en su cama, es tan raro que solo ustedes queden como compañeros de cuarto, sin él aquí, hacer esto sería mucho menos vergonzoso para mí, pero Hobi duerme como si todo estuviese bien en el mundo. Tiene un antifaz sobre sus ojos y los audiófonos en sus orejas por si fuera poco.

Tu cama es el cielo mismo nada más me extiendo a través de ella. Es tan cómoda y acogedora, huele a ti y me llama. Llevo días sin estar aquí y la extrañaba. Entierro mi rostro en tus almohadas, justo cuando escucho la puerta ser abierta.

—Jungkook —Tu voz suena sorprendida. Del tipo que te he pillado con la guardia baja, no específicamente que te extrañe verme aquí. Me giro para verte y estás sonriendo en mi dirección. —Pensé que te habrías dormido, llevabas toda la tarde en silencio. Eso es raro en ti.

Me encojo de hombros siguiéndote con la mirada, traes la pijama. Te ves pequeño y dulce en un conjunto de dos piezas. Tus pequeños pies salen del término del pantalón. Dejas sobre el escritorio tus cosas y te acercas. Solo con eso ya respiro agitado. Te sientas a mi lado y pasas tu mano por mi espalda de arriba abajo, alisando la blanca camiseta de dormir.

—Estoy cansado —dices en un tono bajo.

—También yo, pero no estoy cómodo en mi habitación.

Niegas de inmediato, como quien consiente a un niño pequeño.

—Extrañas mi cama, puedo apostar —Mueves tus cejas ante ese comentario. —Es más fácil que asumas que quieres a tu hyung, Jungkookie.

Tus ojos rasgados son tan adorables. Son unas rendijas tan pequeñas, llenas de arruguitas a los costados cuando quieres tomarme el pelo.

—Sigue soñando, Jiminnie. —digo para molestarte y lo consigo.

Haces un puchero y entonces te pones de pie.

—¿Quieres pasar la noche aquí? —ofreces y asiento de inmediato, poniéndome cómodo. Pateo fuera mis pantuflas y abrazo una almohada. —Nunca entenderé tu afán de usar mi cama, la he cambiado un montón de veces e insistes en que es mejor que la tuya.

No digo nada, porque la cama en verdad no me interesa. Eres tú, eres tú en ella. Tu haciéndome compañía, tendido a mi lado, ofreciéndome tu hombro para apoyarme.

—Supongo que voy a tener que ir a la sala —Te lamentas en un tono dramático. No alcanzas a dar ni dos pasos en dirección a la puerta cuando te detengo tomándote de un brazo.

—No seas ridículo, tu cama nos ha sostenido a ambos en otras ocasiones. —Espero no demostrar el pánico que siento. No quiero que duermas en un sofá frío, ni lejos de mí. No, esta noche no.

Tus ojos se vuelves redondos y me dejas guiarte hasta la cama. La luz es apagada y nos tendemos entre las mantas.

—Admite que me quieres, Jungkook —susurras una vez acomodado.

Estamos espalda con espalda. Una situación que se ha dado un montón de veces antes, en otros escenarios e incluso con los chicos alrededor. Pero en la oscuridad de la habitación, con solo el ruido de las respiraciones sonando, lo hace sentir íntimo.

Me arriesgo a voltearme hacia ti y te siento rígido, expectante por mi respuesta.

Te amo hyung, te amo.

Muerdo mi lengua, reteniendo esas palabras y el fervor con el cual quiero emitirlas, pero no puedo hacer lo mismo con mis manos, no soy lo suficientemente fuerte en cuanto a ti se trata y estoy tan cansado de pelear, el agotamiento físico yendo sobre mí, que me permito abrazarte desde atrás. Tomo tu cintura y empujo mi pecho contra tu espalda. Tu respiración se corta por un segundo, al igual que la mía. Un latido pasa. Es una prueba y entonces, exhalando te relajas nuevamente, acercándote aún más.

Mi corazón se vuelve loco, va a salirse de mi pecho. De seguro lo escuchas retumbar contra tu espalda. Se siente como una pequeña victoria el que no te alejes. El que suspires entre mis brazos. Mis labios se vuelven secos y tengo que pasar mi lengua por ellos para poder volver a hablar.

—Te amo, Mochi —digo en tu oído. Con mis ojos cerrados y mi frente apoyada en tu nuca. Hueles a shampoo y frescura. Quiero depositar un beso sobre tu cuello, pero me detengo. He tentado mi suerte lo suficiente.

Algo así como un suspiro satisfecho deja tu cuerpo y tus manos cubren las mías aun en tu estómago.

—Dulces sueños, Kookie.

Y lo son. 

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora