1.-Un padre adolescente.

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De nuevo por estos lares.

Esta historia se desprende de mis anteriores historias sobre Camus como niño, aquí se sabrá quién es la madre del pequeñín, como sucedieron las cosas, etc.

Las imágenes no son mías, créditos a sus autores.

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Se haló el cabello a punto de enloquecer porque su hijo no cesaba de llorar y él no sabía qué hacer.

-¡ cállate!-gruñó tapandose ambos oídos.

El bebé se removía en su cuna, su blanca piel presentaba ciertos matices rojizos señal de que tenía pocos días de nacido, Dégel arrancó varios pedazos de algodón, los hizo bolitas y se tapó los oídos. Acción infructuosa, el llanto traspasaba las bolitas.

Mientras estuvo en la barriga de su madre no molestó, ahora que respiraba el aire contaminado del mundo exterior lloraba todo el día a menos que le introdujera un biberón repleto de leche, ¿ en qué momento un minuto de placer en una fiesta tuvo como resultado un niño de cuatro días de nacido?

Krest le dejó bien claro que no le criaría a su hijo que lo único que podía hacer era guiarlo, pero de ahí nada más.

-¡ sacreblue!- se quitó enfadado las bolitas, buscó con la mirada el tarro de leche recetado por el pediatra, cuando al fin lo advirtió entre varias pacas de pañales, se puso de pie de un brinco feliz de hallar la solución a su problema-mi padre se empeña en comprar tres tarros.

Caminó hasta el sitio donde la etiqueta de colores pasteles con un osito aguardaba paciente ser utilizada. Ojeó las instrucciones, destapó el tarro topándose con una lámina de aluminio que protegía el contenido.

-debo preparar esto-agarró sin perder tiempo el biberón de tapa celeste-será mejor que dejes de chillar, ya vuelvo-dicho esto salió de la habitación.

En la cocina Elia le enseñaba con suma paciencia como preparar el biberón de Camus, la temperatura correcta y las onzas que el bebé debía consumir. La señora muy amablemente le trajo al bebé que lloraba más duro, cansado el adolescente Dégel logró que Camus abriera la boquita y tomara leche de fórmula.

-¡ ojalá se duerma!-murmuró sosteniendo el objeto-quiero dormir Elia, ya mismo quiero regalarlo.

Elia frunció el ceño ante las palabras.

-él no tiene la culpa muchacho-se lo arrebató-el señor Krest fue muy indulgente en permitir que usted se quedara con él, ¿ quiere ser igual de irresponsable que esa joven que lo parió?

La reprimenda caló muy hondo en el joven, bajó la mirada avergonzado, Elia tenia razón, era un egoísta al referirse de esa forma. Charlotte como se llamaba la madre de Camus dijo casi las mismas palabras hacía nueve meses atrás.

Flashback.

Su cabello castaño claro caía en cascadas sobre su espalda, sus mejillas lucían pálidas para el color de piel de ella, se veía ojerosa y una expresión de asco se dibujaba en sus facciones. Dégel se sorprendió de verla a esa hora a las afueras de su casa

-¡ hola Charlotte!-saludó con un casto beso en su mejilla, ella lo apartó con aprehensión-¿ que pasa Charlotte?

-se supone que debes invitarme a pasar-señaló con gesto de completo desdén.

-¡ ah claro!-se hizo a un lado dejándola a entrar-¿ se te ofrece algo de tomar o comer? tengo helado de pistachos.

Charlotte se tapó la boca conteniendo arcadas, la sola mención de comida o algo relacionado le producía nauseas, en fin no quería andarse con rodeos ni tampoco echarse un discursito patético. El le señaló una butaca color crema donde se sentó. Abrió su bolso color crema en forma de sobre, le mostró un eco, Dégel tuvo que hacer un esfuerzo para ver entre esa mancha oscura, confuso preguntó que chinches era eso.

Enséñame a ser padre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora