Capítulo 21

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— Espera— dijo rápidamente Lexa, antes de coger una de las botellas de vino, un par de copas junto y una manta— vamos.

Le indicó que subiera las escaleras. Obviamente la imaginación de Clarke ya había volado y se imaginaba un ático, nada que ver, era ni más ni menos que una trampilla que daba a la azotea, en un principio se estaba oscuro y solo se podía observar los grandes edificios de Nueva York a lo lejos, pasando el puente y aunque no era un edificio muy alto, daba una visión panorámica muy amplía. Debe ser que Lexa se había apropiado hasta de la azotea, pues cuando encendió la luz de unas bombillas que colgaban de un poste a otro. Nuevamente Clarke pensó que si su amiga viviera ahí, ya habría derribado el edificio con tanta fiesta desmadre. Había otro sillón individual a unos metros de la cornisa y junto a la pared de la caldera y sistemas de ventilación tenía una enorme mesa con un montón de trastos, parecidos a los que vio en su casa de Montefioralle, se acercó y curioseó:

— Sí que te apasiona todo eso del vino.

Musitó Clarke mirando los bidones. Lexa se puso a su lado y se encogió de hombros:

— Nací entre viñedos, Clarke— la ojiazul se quedó mirando la sonrisa de Lexa— Lo llevo en mis raíces y no está mal experimentar nuevos sabores

Dejó las copas encima de la mesa que tenía encima de la mesa y destapó una botella de vino tinto:

— ¿No se supone que es peligroso acercarte cuando se fermenta el vino?

Al menos eso escuchó en Montefioralle, no es que le apasionara todo eso de la vinicultura, uno de los tantos primos que tenía Lexa le habló de las uvas y por casi se cae del sueño, para ella solo existían dos uvas, las blancas y las tintas:

— Solo si metes la cabeza en una barrica en el que se está fermentando el vino— le dio una copa con vino tinto, algo más claro que el tinto, pero más oscuro que el rosado— lo más lógico es no asomar la cabeza por el exceso de CO2.

Clarke se acercó la copa a la nariz y lo olió, era intenso, dulzón e incluso se atrevería a decir que un toque afrutado. Mírala, algo había aprendido. Curvó la comisura de los labios:

— ¿No pretenderás envenenarme para no enfrentarte a mis padres?

La italiana dibujó una sonrisa traviesa y sin dejar de mirar a los ojos de la rubia, le quitó la copa y bebió de ella con sensualidad, humedeciendo sus carnosos labios:

— Creo que en el fondo la que se muere por tener que enfrentarse a esa situación eres tú, bella.

Clarke forzó una sonrisa y procedió a probar de la copa, no iba a negar que le aterraba el encuentro con sus padres y si eso era sin tener a los señores Woods cerca, imaginar que estarían los consuegros en la misma habitación, la madre de Lexa que hace todo por su familia, Abby que prefería tener a alguien que la hicieran todo, el hombre rudo y de porte ibérico como era Gustus, con el refinado padre de Clarke, sí, lo admitía quería asomar la cabeza en una barrica donde maceraban vino y morir sin oxígeno. Degustó el vino, pensaba que no iba a ser como uno de calidad, por el color o el espesor, puso los ojos como platos y se sorprendió:

— Está bueno, no muy dulce como el mosto y un toque a frutos rojos— miró la copa— ¿Cómo es que tiene este color?

Agarró la mano de Clarke y la guio hasta el sofá individual, se sentó y dejó que Clarke se sentara en sus piernas, justo de lado para que pudiera verla a la cara, alzó la copa justo para que pudiera verse a la luz de las bombillas:

— El zumo de uva, sea blanca o roja tiene el mismo color, dependiendo del tiempo de maceración adquirirán el color del pellejo— dio otro pequeño sorbo y dejó la copa en el suelo antes de abrazar la cintura de Clarke— a esto dedico a mi tiempo libre, vino casero y a contemplar la ciudad, por esto me gusta mi casa.

Solo por cinco díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora