El Ex Militar

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A la mañana siguiente me sentía ansioso, débil físicamente, pero sabía que debía continuar, algo me decía que sería lo último que haría antes de poder descansar eternamente. Decidí no desayunar mucho, tomé mi FN y me dirigí a la comandancia, una vez allí rendí mi reporte y "denuncié" al capo del cártel de Juárez que me había secuestrado. Pasaron al menos dos días hasta que hubo una investigación contra él y se resolvieron por ir en su búsqueda, me pidieron que yo me quedara, que no valía la pena arriesgar mi vida una vez más. Que pensara en mi mujer o en mis hijos, dicho comentario me hizo un nudo la garganta pues no había nadie que me esperara con vida mas no lo mencioné. Di un paso al frente y en un acto de suicidio (que fue confundido con heroísmo) decidí subirme al automóvil ministerial.

Una vez llegamos al medio del desierto a las afueras de Ciudad Cuahtémoc buscamos la trampilla de la que les había comentado, cuando de pronto saqué mi pistola de 5,7 mm y disparé contra el piloto que se hallaba a mi derecha, no tardaron más de treinta segundos en llegar el resto de los miembros del cártel con los que había planeado la emboscada y un tiroteo tomó lugar en medio de la arena entre ministeriales corruptos y miembros del cártel. Yo me parapeté bajo una troca y dejé que la carnicería se diera sin mi presencia. Finalmente, los narcotraficantes terminaron por abatir a los ministeriales debido a su superioridad en número y armamento. Fueron a por mí y esta vez, con más respeto, me llevaron con el líder.

Éste me preguntó qué información pude adquirir, todo lo que fui capaz de decirle fue que esa división que acababan de eliminar se tenía información acerca del Cártel de la Costa Oeste, que todo lo que había sido capaz de conseguir fue una dirección. Le tendí una memoria USB con las coordenadas.

Al jefe pareció agradarle el servicio que le había ofrecido, pero la única razón por la que le hube servido fue porque quería eliminar a aquellos que de alguna forma con su corrupción tomaron lugar en el asesinato de mi amigo Carlos y en la penuria que hube de pasar al ser secuestrado por el cártel, o al menos de eso me había convencido. Hacía esto para sobrevivir, por supuesto, en cuanto el cártel no me hallase utilidad me eliminarían, deseaba la muerte, pero era demasiado arriesgado estar a su merced, conocían formas de venganza que superaban con creces la crueldad de la muerte.

Las coordenadas que le había proporcionado al capo nos llevaron a La Zona Del Silencio, en la frontera con Durango y Coahuila. El jefe me había tomado confianza y pareció creer en mi palabra de que ahí podríamos emboscar al Cártel de la Costa Oeste, que el cuándo sólo era cuestión de investigar en la comandancia, sólo hacía falta llamar refuerzos y decirles que me habían dejado con vida como advertencia.

Puse en ejecución mi plan e informé a la policía de lo que había planeado con el cártel, me pusieron en protección de testigos. Me sentí como un agente doble durante la guerra fría, un hombre sin bandera, un antihéroe que sólo buscaba salir libre de un conflicto en el que el violento mundo me había metido. Me gustaba convencerme de que podía acabar al menos en parte con esta guerra entre las fuerzas armadas mexicanas y el crimen organizado, pero era sólo una ilusión, cuando yo me hubiese ido la batalla continuaría, y el número de bajas que esta ocasionará era incierto.

Así pues, trabajé como un infiltrado en el mismo cártel y pude ver de cerca el comportamiento de estos hombres, ¡No! No lo observaba, era parte de él, y la verdad es que me gustaba, sobra decir que pronto olvidé a Karina, pronto descubrí que la reputación de sementales y "todas mías" que poseían los criminales de quienes tanto se cantaba en los narcocorridos se alineaban con la realidad, y más temprano que tarde ya me hallaba yo muy enfrascado en ese mundo, juntándome con mis compañeros en la cantina del pueblo para discutir los planes más serios frente a las narices de docenas de hombres y mujeres embriagadas en festejos absurdos. Eran cantinas muy distintas a los bares que visitaba en la ciudad de Chihuahua de los cuales les comenté al inicio de esta historia, y eso no podía gustarme más. Como les mencionaba tomaba Carta Blanca sin recordar dónde terminaba, recuerdo la primera vez que lo hice y poco interés tuve en la discusión que se supone debíamos celebrar en la Cantina de Don Arturo, al contrario, hablé con una mujer desconocida, y la saludé con un simple "Hola, señorita, ¿Sabe usted quién es su pretendiente?". La siguiente cosa que recuerdo fue estar en la cama con ella, sintiéndome el hombre más viril del mundo, con mi Cuerno de Chivo a mi diestra, alcoholizado y la mujer más atractiva que hubiese visto entre mis piernas.

Era muy sencillo acostumbrarse a lo bueno, y justamente cuando las cosas no podían ponerse mejor, no lo hicieron, o al menos no parecieron hacerlo, pero por más lujuria que pudiera experimentar y por más que los estereotipos de esta contradictoriamente conservadora y libertina sociedad norteña, no era el sexo desenfrenado y fácil lo que sentía tan encarecidamente que necesitaba mi masculinidad, y lo que necesitaba pronto llegó.

Un día en la cantina de Don Arturo alguien reventó una botella y encajó la misma en la espalda de un hombre con una camisa con las letras "CDG", si esto significaba lo que el agresor debió suponer (Cártel Del Golfo) lo ignoro, pero como cualquier otra pelea de borrachos, era tan absurda como letal, y pronto nos vimos desenfundando nuestras armas cuando el infierno se desató en esa casa del placer. Realmente sólo sacamos las armas para intimidar al agresor, pero parecía venir con su séquito, sólo basta decir que una pelea de botellas y puños desembocó en una guerra abierta que usaba mesas de póker como trincheras improvisadas. Me hallaba tan acostumbrado en los tiroteos que irónicamente tanto me habían asustado y atraído en un pasado que honestamente no me parece muy interesante relatarlos, lo importante es que derrotamos a los contrarios y el jefe comenzó a sospechar que algo andaba mal, pues entre las bajas de nuestras víctimas se hallaban oficiales de policía. Creí, para mi horror, reconocer vagamente a uno de los cadáveres como un compañero de la comandancia que si acaso conocería de vista. No sabía quién había puesto dedo, pero definitivamente era momento de poner en marcha mi plan, esta situación de encubrimiento se había vuelto una bomba de tiempo esperando a estallar

Finalmente llegó el día. De alguna forma convencí al cártel de que la inteligencia que había recabado de mi infiltración en la comandancia había averiguado que el Cártel de la Costa Oeste y el del Golfo se habían aliado, y que los emboscaríamos en la Zona Del Silencio. Les hice saber que llegaría con el ejército, para mantener mi identidad intacta. Una vez allí llegué con la Policía Federal, el cártel ya se hallaba ahí armado hasta los dientes, pude ver que poseían ametralladoras MG-42, M80, Thomson, Rifles Mondragón, AK-94, bueno, todo un colofón internacional de armas de alto calibre, era evidente que fuerzas internacionales financiaban su armamento, yo comenzaba a sospechar que las grandes potencias belicosas como Rusia o los Estados Unidos estuvieran detrás de esto, pero decidí enfocarme en mi propio plan. Mis sospechas se hicieron realidad cuando vi a la DEA con sus furgonetas estacionadas frente al Cuartel General

Los gendarmes comenzaron a disparar e inmediatamente se detonaron varias minas de movimiento en el suelo que abatieron tanto policías como narcos, los supervivientes retrocedieron y al sospechar ambos el uno del otro cesaron el fuego, yo ya me había esfumado de nuevo, me había escondido tras una roca y desde ahí arrojé una granada de mano que detonó el lugar entero, sólo un hombre del cártel sobrevivió, se arrastraba sin piernas por la arena mientras gemía, me acerqué a él con toda velocidad después de haber tomado una Walther P99 que había hallado en el suelo. Lo apunté a la cabeza pero el hombre suplicaba piedad, por su mujer y sus hijos.

Por un momento la envidia me agolpó a la cabeza, ¿Por qué el merecía tener una mujer y un hijo y yo no? ¡Yo era el héroe de la situación! ¡Mi vida entera había sido sacrificada por hombres corruptos! Eso era verdad en parte, pero mi soledad había existido desde siempre. Le dije al hombre que no si disparaba no estaría haciendo nada más que un favor, que una vida en su estado no merecía la pena vivirla, no hube terminado de hablar cundo él me disparó en el pecho y caí desplomado en la arena.

Pasamos horas el uno junto al otro maldiciéndonos mutuamente hasta que ambos terminamos por desangrarnos y finalmente la muerte llegó. El último pensamiento que recorrió mi mente fue uno de liberación, sí, había muerto solo y olvidado, pero jamás derrotado, luché hasta el último momento contra lo que consideré injusto y esperaba de pleno corazón que la violencia en mi país fuera a acabar algún día, no había dejado descendencia para que cumpliera con mi deber, pero sabía que alguien tomaría la antorcha por mí, debía hacerlo, alguien que amara su patria y a su gente tenía que buscar la paz. Era casi como Orwell dijo, La guerra es la paz, yo había buscado la paz y sólo había encontrado la guerra. Mi sucesor deberá ser más coherente y buscar la paz a través de la paz.

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⏰ Last updated: Apr 08, 2018 ⏰

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