Cap- 2.

19 1 0
                                    


Cap. 2

Inglaterra 1072.

El tañido de las campanas que llamaban a maitines producía eco en las salas desiertas del convento. En la capilla situada en el ala este, filas de monjas vestidas de negro se arrodillaban sobre el duro suelo de piedra, preparándose para la oración.

-¿Dónde se ha metido esa chica esta vez? -preguntó la abadesa, observando a las monjas y al pequeño grupo de novicias arrodilladas a su izquierda.

La hermana Dolores, de pie lucía una mueca de enfado.

-No la he visto.-Era una mujer de unos cincuenta años, regordeta-. No abandonó el ayuno con nosotras esta mañana, y dos días seguidos se ha quedado dormida durante las oraciones de la tarde.

-Búsquenla- ordenó la severa abadesa-. Quiero hablar con ella de inmediato.

Dos horas más tarde, Hermione Granger de Ivesham, con el cabello trenzado y vestida con una túnica marrón y una almidonada camisa blanca, se presento ante la madre Teresa, la alta e impotente abadesa del convento del Sagrado Corazón. Hermione entrelazó los dedos y procuró mostrarse recatada.

La abadesa suspiró, rompiendo el silencio que reinaba entre ambas.

-Debes aprender a ser obediente- dijo, reanudando la perorata que había iniciado hacía ya tiempo-. Sé que no te resulta fácil. No obstante, debes esforzarte un poco.

-Si, madre Teresa.

-Debes aprender a ser humilde y pía -continuó-. Tu familia ha muerto, Hermione; Ivesham Hall está en ruinas. Gweneth y las hermanas del convento son ahora tu única familia. Gweneth es feliz aquí. Tú tambien deberías de empezar a aceptar tu situación.

Hermione capto tan sólo el ultimo comentario, ya que habia estado absorta observando la bandada de pájaros que volaban en el exterior. ¿Aceptar esa vida aburrida?, pensó. ¡Nunca! Sin embargo, no se atrevió a decirlo.

-Tendrás que resignarte a ser una de nosotras-prosiguió la abadesa-. Y se requiere una disciplina estricta para conseguir ese fin.

Hermione levantó la vista de la araña que paseaba por el suelo y cuyos intrincados movimientos habia estado estudiando.

-¿Me has oído, Hermione?

-Si madre.-¡Santo Dios! ¿Que habia dicho la vieja?

-Bien, entonces repítelo.

-¿Que?-balbuceó-

-Repite lo que acabo de decir.

Hermione estiró nerviosa los pliegues de la fea túnica marrón.

-Debo aprender a comportarme con humildad y piedad.- eso solía decir la abadesa. Valía la pena intentarlo.

-¿Qué más?

-¿Qué más?

-Ya me has oído.

-Disciplina. Ha dicho que necesito disciplina.-El entrecejo fruncido de la madre Teresa podía significar tanto que habia acertado como había errado por completo.

-Gracias por recordármelo. Por haberte dormido durante las oraciones, recitarás sesenta salmos tendida sobre un charco de agua. Así la próxima vez que tengas sueño, recordarás la lección.

Hermione se estremeció al pensar en el castigo. En el convento hacia frió y había corrientes de aire. Los fuegos escaseaban y los suelos eran duros y húmedos. Sin duda la obligarían a quedarse solo con la camisa, y después, como ésta estaría mojada, se vería obligada a ponerse la túnica de lana sin nada debajo.

Bella y AudazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora