Capítulo 3: ¿Es todo lo que eres?
Cerré el tétrico libro de relatos de Poe, que me había tomado de la pequeña repisa de esta habitación, a pesar de ser advertida para no tomarlo. Era de la menor de mis preocupaciones. Me di un descanso para inspeccionar al lugar en el estaba. Era más grande, aunque la construcción seguía siendo rustica, las paredes más cuidadas, el aroma era diferente, a humedad y guardado. No había más que una cama, una repisa inestable y un espacio para el baño.
Rixton, nunca me respondió del porque me cambiaron a esta habitación a penas desperté esta mañana, cumpliendo el tercer día de estar con ellos, pero me brindó suficiente comodidad para olvidar un poco este excéntrico encierro.
Me levanté de la cama y vi mi reflejo frente al espejo que había cerca de la puerta. Gruñí al estar en disgusto con mi imagen, los pantalones que me habían dado me quedaban muy holgados, a penas se sostenían en mis caderas, la sudadera pesaba en mis hombros y mi rostro lucía insípido. Al menos mi cabello aún se mantenía peinado gracias a la trenza que me hice antes de lograr dormir. Chasquee la lengua y en un arranque impetuoso me saqué los pantalones, y agradecía que las bragas aun se mantuvieran en su lugar y hayan acertado con mi talla. Busque con rapidez entre los cajones como si tuviera alguna urgencia, y encontré unas tijeras para el cabello. Eso serviría. Entonces, rasgué los pantalones cortándolos hasta la zona de mis muslos.
Sentí alivio y sonreí, pero pronto la sonrisa se desvaneció en cuanto la puerta se abrió de golpe. Friedrich a penas logró entrar un pie cuando me notó, se paralizó y sus ojos se abrieron pasmado y avergonzado, para segundos después entrecerrar los ojos con suspicacia, al notar la tijera en mis manos.
—¿Debería preocuparme? —preguntó con cautela pero conforme sus ojos se movían supe que había decifrado lo que hacía, dejó de mirar y me dio la espalda—. No sabía que estarías aquí.
—¿Dónde más estaría? —inquirí y avergonzada me puse los pantalones rapidámente y a penas tuve tiempo de notar que habían quedado disparejos pero me sentía menos disgustada con la prenda.
—Rixton me dijo que hoy te llevaría al salón a ver unas películas. Supongo ha estado ocupado.
—Supongo —murmuré y creo que lamenté que no haya podido venir—. Ya puedes voltearte.
Dejé las tijeras sobre la mesada y regresé a sentarme sobre la cama, mientras lleve el libro a camuflarse debajo de la almohada, con tapujo. Él por su parte se volteó, miró mis pantalones y guardó las tijeras en su bolsillo.
—¿Eso ayudó?
Levanté la vista hacia la voz del francés que me estaba observando aún desde la puerta, con sus brazos cruzados y con un ceño arrugado en su frente, algo infaltable en su rostro. Hizo un ademán hacia mis pantalones y lleve mis manos a la tela.
—Un poco, eso creo. Cortar más que nada.
Sus ojos inquietos y oscuros, se reducen cuando miró con ahínco mi bandeja de comida en la esquina de la cama.
—¿No piensas comer algo?
—¿Vas a entrar?
—Si. Responde mi pregunta —ordenó entrando a la habitación con pasos cautelosos y observó a su alrededor, como si esperará algún detalle fuera de su lugar.
Desvíe la mirada hacia la bandeja de comida, no se veía mal, pero hoy no tenía apetito, menos para resistir verduras.
—Un insecto entró ahí —mentí y señale el recipiente de papas con arvejas.
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Alma Curiosa
RomanceLa vida de Mayden Eyre es de una estudiante rutinaria, tranquila o eso pretende desde que sus padres murieron. No hay mucho de ella. No es hasta que una noche se cuestiona que tanto desea volver a su casa, como todas las noches solitarias. Entonces...