Capítulo uno

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Capítulo 1: Un desvío.

Las mañanas eran lentas, y aún más si era un lunes. No podía evitar el hastío. Me detuve un momento para comer un caramelo de miel esperando que el azúcar me diera la energía que necesitaba. Observé la entrada de la universidad donde había un abarrote de estudiantes entusiastas, unos reencontrándose, y otros dispersos calando el último cigarro antes de entrar.

—Mayden —una voz masculina llamó a mi nombre casi vacilante, me volteé encontrando a un hombre adusto, bien vestido y con unas ojeras marcadas. 

—¿Si? —respondí después de haber mirado a mi alrededor y estar segura que se dirigía a mi.

—Mira que grande estas —habló mirándome con un gesto familiar y casi aliviado—. ¿Cómo estas?

—Estoy bien.

—Me alegro estés bien, Mayden. Lamento mucho lo de tus padres, de verdad.

Permanecí callada observando su expresión, compasión, dolor e incertidumbre. Era un hombre muy expresivo. Repase su rostro una vez más y fue cuando apareció la imagen de él almorzando con mi familia, un compañerismo natural entre el y mi padre en la mesa, y sus anécdotas graciosas. Fue el único hombre que conocimos del trabajo de mi  padre.

—Gracias —respondí finalmente y él asintió listo para despedirse—. ¿Usted esta bien?

—Lo estoy. Es bueno saber que sigues adelante —murmuró y sentí calidez en sus palabras.

El apretó mi hombro y me dio una sonrisa reconfortante o eso intentó. Le sonreí en despedida y cuando se volteó recordé lo que siempre quise saber.

—Jhon —lo llamé y él se volteó de inmediato.

—Dime, Mayden.

—¿Por qué nadie de su trabajo fue al funeral? —indagué sutilmente y por su expresión de pesadumbre supe que lo sabía, pero no me lo diría.

—Es una empresa que no le gusta intervenir más allá del muro. Lamento no haber ido. 

—Esta bien, Jhon. 

—Cuídate mucho Mayden.

Me despidió una vez más y se fue por la misma calle que venía. Me quedé en ese lugar casi oprimida, como si mis pies se hubieran enterrado en la arena y las olas eran las que me movía. 

—¿Café? —apareció Melanie entregándome un café que no pedí, me sonríe en saludo y tira de mi brazo para avanzar, lo que agradecí mentalmente porque sentía que no podía moverme.

—Es muy temprano para eso —musite pero con el ruido de los estudiantes dudo me haya escuchado. 

—Aún recuerdo cuando era uno de ellos, ingenuos y entusiastas —farfulló mientras me guiaba por los pasillos pasando por los de primer año que parecían ansiosos

—No te recuerdo así —objete, observando el café que desprendía un aroma intenso y demasiado cargado para mi gusto, se lo devolví dejando que ella lo bebiera. Ahora comprendía el ritmo que llevaba.

—Como sea, dime que estas en antropología, no desperté con ganas de buscar una nueva compañera.

—Si estaré. ¿Y tus demás amigos no vendrán?

—Mayden, ellos son dolor de cabeza en estos momentos. Hablar contigo reduce es más sencillo, ¿te lo han dicho?

—Si, tú, muchas veces.

—Bueno, es así. De todos modos, no vendrán, se quedarían dormidos en esa clase.

Bebió su último sorbo café, limpio sus labios y los pinto con su habitual color carmín, todo mientras caminaba junto a mi por el pasillo de la facultad. Aún no comprendía como lo hacía, moverse con ligereza, sin notar miradas, o daños colaterales.

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