7. La predicción de Shikamaru

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La luz de la noche, fría y enigmática, me sobrecogió apenas logré echarle un vistazo a través de la ventana. Tardé en percatarme de que estaba en un cuarto desconocido y cuyas paredes me eran casi imposible de percibir. El rastro que quedaba después de haber dormido profundamente me mantenía en un sopor que me impedía calificar de alguna manera la situación. No percibía el presente ni el pasado por lo que me quedé mirando las estrellas con indiferencia durante un rato. Fue la falta de sonido y movimiento la que me hizo reaccionar, arrastrándome hacia el borde de la cama para bajar los pies al suelo frío.

Sin la noción del tiempo entré lentamente en pánico. Hallándome solo y en un lugar que desconocía, caminé hacia la posible salida que me llevó directamente a la intemperie; un camino rústico y cuyas cabañas estaban tan vacías y desvencijadas como la mía. La luz era escasa y el rumor del viento apabullante. Mi respiración se volvió errática, me di la vuelta y comencé a caminar con dificultad. Intenté recordar lo que había sucedido, pero me era complicado concentrarme. Arrastraba mis pies, mirando alrededor sin poder vislumbrar algo distinto a la figura escueta y ensombrecida de las moradas. Ahora podía sentir más próxima la desesperación, viniendo a través de la tierra hacia mi dirección, como siendo controlada para atacar de súbito, convergiéndose con mis venas y con el objetivo de interceptar mi corazón, estrujarlo, agotarlo y matarlo.

– ¡Hey! –

Oí una exclamación muy cerca.

Al darme la vuelta, vi a Sakura a mi lado y fue como un bálsamo. Su rostro refrescó mis sentidos, me hizo menos consciente del miedo paralizante que se había extendido hasta mis ojos, por lo que para ella fue fácil comprender mi situación con sólo un vistazo.

– ¿Dónde estamos? –Pregunté. Apenas un murmullo, una exhalación a la cual le siguieron infinidad de inhalaciones.

–Estás hiperventilando. –Me dijo, mirándome preocupada. –Ven, acompáñame. –

Me guio hacia el interior de una de las cabañas que yo creía vacías y en el interior nos reunimos con Shikamaru y un hombre mayor al que no reconocí. La vista comenzó a nublárseme, dejé de sentir mis manos, como si fuese a caer dormido nuevamente. Sakura me hizo sentar en una silla de madera algo rancia que soportó mi peso, agachándose frente a mí. La miré confundido, intentando enfocar sus ojos preocupados.

–Está bien. No te alteres. –Habló despacio, tomando mis manos. –Estamos en Iwagakure y este hombre se llama Itoru. Él nos trajo hasta aquí. –

No pude inclinar la cabeza para verle con más detenimiento, ya que estaba absorto en mi propia desesperación.

–Naruto, escúchame. Debes respirar profundo, lentamente. Cuenta hasta diez si es necesario y luego exhala. –

Se oía sencillo, pero en mi incertidumbre creía que era un imposible. Ni siquiera sentía que el aire transitara a través de mi garganta, llegando finalmente a mis pulmones. Repentinamente, veía ante mis ojos un centenar de imágenes demasiado nítidas que me perturbaban al grado de querer largarme a llorar. Estaba seguro de que si ella se callaba de improvisto iba a colapsar. Agradecí que su voz se mantuvo insistente, con un tono firme pero sobrio. Como un objeto que se mantenía a flote en un mar con olas de tormenta. Y en cuestión de tortuosos minutos retomé la compostura hasta que pude mantenerme erguido por mi cuenta. Sin embargo, las imágenes continuaban atormentándome, como si estuvieran prendidas al interior de mis parpados, como si estuvieran grabadas en relieve en mi retina.

Vi la villa y las cabezas de los Hokages, pude divisar el piso en el que viví en mi infancia y desde luego que fui consciente del cielo, allá arriba, fuera de mi alcance. Me di cuenta de que la visión era una perfecta copia de los días anteriores a este, y el bosque y sus árboles gigantescos junto con las montañas de piedra me lo corroboraron. Entonces supe que lo siguiente sería el rostro de Sasuke, con esa mirada tan sobria que había comenzado a dirigirme después de encontrarnos esporádicamente en los bosques. Dolorosamente, recordé la máscara rota, la risa desagradable del sujeto en lo alto de la piedra y su sangre que se derramaba alrededor, como una diadema escarlata. Escuchar de nuevo en el interior de mi cabeza las últimas palabras que me había dicho Sasuke, lejos de exasperarme me hicieron sumergir en una calma particular. No fue que me hubiese amenazado, fue su voz parca y el gesto angustiado que no calzó en su intento por intimidarme.

En algún lugar del bosque (Sasunaru-Narusasu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora